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El talento de los jóvenes para un país en crisis
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 111 [2005-01-06]
 

Lo que está por venir no es lo mejor sino lo peor del sexenio. Si no hay un arreglo político pronto, en los dos últimos años de este gobierno probablemente veremos un país con mayor grado de parálisis. Todas las fuerzas, organizaciones y actores de la vida política nacional estarán dedicados a la carrera sucesoria para alcanzar o mantener el poder, haciendo promesas más que realidades.

Lo complicado del proceso es que no se han establecido reglas para que la competencia política se lleve a cabo en un marco institucional y de respeto entre los adversarios. Si usted, amigo lector, está cansado de los choques entre los grupos políticos prepárese para la guerra de posiciones y declaraciones, tal como la van a relatar los medios cuando los precandidatos, dentro y entre los partidos, se descalifiquen unos a otros.

En este año se corre el peligro de que el enfrentamiento se salga de cauce. Al gobierno le ha faltado capacidad para conducir al Estados y pactar el tránsito a la democracia. Estamos en un terreno donde todos juegan contra todos. No se aprecian esfuerzos para crear las condiciones que permitan gobernar a quienes lleguen al poder.

Es urgente que éstos se hagan para que el sistema político tenga un marco de acción adecuado que le permita comportarse democráticamente y construir una sociedad más justa. De otra forma, la lucha por el poder será a campo abierto en medio de problemas económicos para los cuales todavía no hay solución.

Lamentablemente hemos llegado en estos meses a tasas de desempleo elevadas, se ha seguido perdiendo competitividad y mantenemos una distribución del ingreso que es altamente regresiva (Gini=53.1). Las políticas públicas que se han aplicado en los últimos años no han conseguido articular lo social con lo económico.

El crecimiento económico y la distribución de la riqueza, en momentos como los que vivimos, requieren reglas del juego para evitar que la confrontación política lleve al país de la transición a la inestabilidad.

Y se agrega a lo anterior una mayor incertidumbre por la cancelación de expectativas de progreso. Ante un riesgo así vale una llamada de alerta para que la volatilidad política no se mueva del desconsuelo por la democracia hacia formas autoritarias de ejercicio del poder, que con la alternancia se pensaba que iban a agotarse.

¿CUÁL ES EL MENSAJE DE LOS POLÍTICOS PARA LOS JÓVENES?

La paz que sería deseable tener para las elecciones del año 2006 está amenazada. Este año que comienza tal vez vaya a ser el más difícil de los dos que le faltan al presidente Vicente Fox, porque los partidos elegirán a sus candidatos a la Presidencia y en algunos de los hay presagios de ruptura, sin que se sepa bien a bien qué intereses saldrán beneficiados y cómo se podrá recomponer el tejido político.

Tal como van los acontecimientos es obligado preguntar qué pasará en las próximas elecciones cuando habrá millones de jóvenes que acudirán a las runas, varios por primera vez.

¿Cuál va a ser el mensaje que los políticos de hoy les van a transmitir? ¿Les dirán que el crecimiento económico y la disminución de la pobreza en el país se van a lograr con las exportaciones petroleras, el dinero de las remesas, el tráfico de estupefacientes, las divisas que entran por el turismo y la inversión extranjera directa o los va a tratar de convencer de que se implantarán políticas públicas para estimular el desempeño de la economía, el mercado interno y la equidad? ¿Cómo se va a combatir la corrupción y la inseguridad?

¿Cambiará el Estado su fisonomía para conducir al país mediante fórmulas políticas verdaderamente democráticas y regular efectivamente el mercado? ¿El Estado podrá cumplir con la obligación de garantizar a los ciudadanos derechos para educarse, trabajar y mantenerse sano?

Hay muchos pendientes, falta de credibilidad y confianza en las instituciones. Ni la degradación de la política ni el cambio de piel para regresar o mantener el poder ayuda a darle certeza al rumbo de México.

LOS JÓVENES QUIEREN UN CAMBIO REAL, YA

Muchos jóvenes esperan que algo vaya a cambiar. No quieren seguir sin que pase nada. Serán una parte fundamental del electorado en el año 2006. Para movilizarlos, una comunicación directa y con contenido ayudaría a romper su apatía y desinterés por la política para que de ellos salgan nuevas formas de participación social. Sin proyecto de nación será difícil remontar su falta de entusiasmo. Como todos los ciudadanos necesitan tener un horizonte de largo plazo en el cual la democracia y el crecimiento económico sean viables.

El secretario Ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Rafael Cordera, fue enfático al señalar la necesidad de poner el acento en los focos rojos y uno de éstos es la situación que viven los jóvenes en países como el nuestro. Reina en la mayoría la decepción del sistema. Quienes terminaron la enseñanza básica recibieron una mala educación, como lo señalan sistemáticamente los resultados de las pruebas aplicadas en el país. El desempleo juvenil dobla al de la población total. No tienen perspectivas de futuro. Los políticos han sido insensibles en reconocer todo esto y darle un giro.

Por otra parte, alrededor de 2.5 millones de jóvenes estudian en las universidades, quienes supuestamente van a nutrir a las capas dirigentes del país. Si se les brindan las condiciones para actuar serán, sin lugar a dudas, uno de los elementos que puede contribuir a la competitividad, a purificar la vida política nacional y una de las principales fuerzas del cambio social.

FALTAN ESTUDIOS SOBRE LA JUVENTUD

Los jóvenes son un segmento de la sociedad extraordinariamente diverso y complejo que tiene problemas comunes como el del vínculo indispensable entre la educación y el trabajo. Está inmerso en muy distintos ambientes que definen sus posibilidades económicas, sociales, políticas y culturales, las cuales requieren ser conocidas para alentar su participación en todas las esferas de la sociedad.

Sería de vital importancia que las grandes instituciones educativas del país hicieran más investigaciones sobre la juventud y colaboraran en las que se llevan a cabo en otras instancias.

También que se preocuparan por conocer sistemáticamente qué piensan sus alumnos de la educación, que reciben qué esperan de la vida al concluir sus estudios y sobre muchas otras cuestiones que los especialistas pueden indagar. Mediante la producción de conocimiento las universidades públicas pueden dar una contribución sustancial para fortalecerla ciudadanía y orientar de mejor forma la participación política de los jóvenes.

Por lo pronto, y debido a la coyuntura, para estimular que las energías contenidas en la juventud se expresen políticamente, se requiere un liderazgo inteligente, sensible, de buena fe, con un discurso ético y convincente a través de propuestas que vayan más allá de las pequeñas frases y slogans mercantiles, o los spots televisivos, que usan los candidatos en sus campañas.

Hacemos referencia a un liderazgo organizado en una asociación política que convoque en torno a un proyecto que contenga repuestas a los problemas nacionales que inquietan y propongan cambios que lleven hacia un mayor bienestar social, distribuido equitativamente, y a una nueva cultura del quehacer político.

Este año y el próximo representan un punto de inflexión en el cual se decide el destino de México, así de fuerte. Por eso, y para que los jóvenes puedan construir la nación en la que van a vivir, demandamos responsabilidad y una visión de Estados a quienes disputan el poder político ahora.

Sé que los jóvenes con quienes hablo quieren ser algo en la vida, estudiar en la universidad, contribuir al esfuerzo social, dedicarse a tareas humanamente creativas y productivas. Son talentosos. Escucho su voz que advierte el deseo de tener un país mejor, más digno y más culto. Hagamos de la política una institución democrática que les brinde la oportunidad de realizarlo.


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