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En el SNI. Una solución integral
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 130 [2005-05-26]
 

Como parte de mis tareas en el foro Consultivo Científico y Tecnológico me ha tocado coordinar una comisión que ha trabajado en la revisión del reglamento del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) durante tres años. La comisión está formada por un grupo de académicos reconocidos, comprometidos con el avance de la ciencia en el país, que cultivan distintos campos de conocimiento. Este año hemos empezado una reflexión más amplia y profunda del SIN con el objetivo de proponer algunos lineamientos para llevarlo hacia adelante, de tal manera que le sirva al país y a nosotros mismo de una mejor manera.

Anotaré enseguida algunas de las coas que estamos pensando, en el entendido de que lo expresado aquí es de mi exclusiva responsabilidad. Daré un ejemplo para que los lectores tengan una ida de nuestro trabajo.

Nos preguntamos, ¿cómo se puede alentar la formación de jóvenes investigadores y su incorporación al SNI? Algunas ideas para responder son las siguientes. La primera necesidad es fortalecer los posgrados nacionales. Y en ello juegan un papel protagónico las políticas nacionales e institucionales que coadyuven a la formación de grupos que liguen estrechamente la investigación con la docencia.

Quienes ya son investigadores nacionales deberían tener el compromiso, en un plazo dado, de producir uno o más doctores y que exista la posibilidad de incorporarlos a la actividad científica. En la era en que estamos inmersos ésta es una cuestión vital.

Para tener investigadores jóvenes es condición indispensable que existan plazas, bien remuneradas, para contratarlos en las instituciones de educación superior públicas, porque en ellas se localizan los núcleos principales del quehacer científico y porque en algunas hay un franco proceso de envejecimiento de la planta académica.

Es ineludible, entonces, que se otorguen más y mejores becas para apoyo a programas doctorales serios, particularmente en áreas de las ciencias y las humanidades en las que sea fundamental crecer más rápido a corto plazo.

En el mismo tenor, ampliar el número de becas al extranjero, jugar de manera más flexible con los tiempos finales para que los estudiantes terminen sus disertaciones antes de regresar y contar con un programa de repatriación más agresivo para auspiciar su retorno al país.

Todo lo mencionado no es suficiente. En el SIN se debía revisar las reglas de incorporación y los requisitos para estimular que se integren nuevos elementos jóvenes, orientarlos a participar en grupos que ya están trabajando en líneas de investigación que sean de interés académico y social. Analizar de qué forma el sistema puede colaborar a que tengan una remuneración apropiada y el Conacyt a generar posibilidades para apoyar sus investigaciones y favorecer su consolidación.

Al mismo tiempo, hay que pensar cómo dar una salida digna a quienes llegan al final de su carrera como investigadores. Y la cuestión no es sólo de dinero, sino de que tengan a quién dejarle su lugar.

En nuestra actividad el nexo intergeneracional permite que no se interrumpa la acumulación de conocimiento de experiencias. El vínculo se logra a través de la comunicación directa, esta parte artesanal de la convivencia académica para aprender a investigar y producir ideas, que no tiene hasta ahora otro método para hacerse provechosamente.

Es indispensable que la gente se retire con la garantía de que podrá costear lo que le quede de vida, sentirse útil y teniendo seguridad social de buena calidad. En varias universidades de prestigio internacional, el académico puede retirarse de sus actividades y mantener su membresía institucional, recibiendo algunas facilidades para seguir activo y mayor tranquilidad emocional. Asimismo, tiene atención médica por un equivalente de lo que aquí son los institutos nacionales de salud.

Más todavía, la institución puede beneficiarse de la experiencia de este tipo de personas, permitiéndoles que dirijan tesis o participar en jurados, tener algún espacio para tutorías, acceso a la biblioteca, etcétera.

Pero también es posible diseñar programas para que investigadores retirados que aún puedan y quieran seguir en la actividad se incorporen, por tiempo determinado, a instituciones fuera de su lugar de residencia, lo cual es una palanca a la desconcentración. La idea es que su experiencia y sus conexiones sean aprovechadas en instituciones ubicadas en distintas entidades federativas y auxilien a crear y consolidar grupos de investigadores.

Por lo pronto, sería deseable romper el círculo vicioso que ha prolongado la vida laboral de los investigadores nacionales y evaluar al grupo que actualmente está vigente de una manera distinta a quienes están en tramos iniciales o intermedios de su carrera (¿o es que a quienes han mantenido su membresía en el sistema por veinte años consecutivos y han cumplido treinta o más años de antigüedad académica se les continuará exigiendo lo mismo que a los demás cuando se sabe que su desempeño es diferente?).

Por último, habría que analizar si los investigadores nacionales que están en la última etapa de su carrera, por lo que han sido y significado para la ciencia en México, deben ser tratados como un grupo focal al cual se le apliquen mecanismos específicos para auxiliarlo en su retiro.

Pues bien, he usado este ejemplo para ilustrar que la solución a un problema requiere solucionar otros al mismo tiempo. El Sistema nacional de Investigadores no puede manejarse de manera aislada, fuera de una política integral para la ciencia. Enfrentamos problemáticas que nos implican contar con visiones y soluciones globales de las mismas para el largo plazo, porque los arreglos parciales, urgentes, del aquí y ahora, bajo una óptica tecnocrática, no han podido resolver las cuestiones de fondo. En el Foro, los investigadores del grupo estamos metidos de lleno en este reto.


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