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UNAM: la reforma que viene
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 29 [2003-04-24]
 

¿Qué vamos a cambiar en la Universidad Nacional? La discusión sustantiva para responder a esta pregunta puede iniciarse a partir de cuatro ejes que permiten pensar, proponer y llevar a cabo un proceso de reforma: los modos de producción de conocimiento y sus ligas con la creación de cultura; las condiciones y características del entorno social y político en términos de respuesta a demandas emergentes y nuevas vías de articulación con éste.

Las ideas que se debaten en el campo internacional acerca de cuál es la identidad de las universidades en la era de la globalización para darle cabal historicidad a lo propio y, finalmente, un balance objetivo de lo que ha ocurrido en la institución durante los últimos veinte años que indique lo positivo y lo negativo, el punto en el cual se encuentra para a partir de ahí fijar una visión de futuro. Razonar, combinar estilos y niveles de análisis es útil para orientar la dirección de los cambios.

Si se toma el último eje para hacer un ejercicio de prueba se observa que la UNAM no ha sido ajena a las crisis que ha vivido el país desde hace un cuarto de siglo y ha pagado costos elevados por las repercusiones que tuvieron sobre su devenir. Y, no obstante, ha recorrido este tramo de la historia con logros y recursos que le dan bases y fuerza para transformarse de nuevo.

Por ejemplo, en materia financiera ha pasado dificultades. Es cierto que han habido años muy malos, de negociaciones arduas, para tener un presupuesto suficiente para operar. Pero la tendencia ha sido, en un contexto de recursos gubernamentales limitados, mantener finanzas razonables, básicamente a través del subsidio. Para el año 2003, la Cámara de Diputados otorgó una cantidad que el Consejo Universitario consideró aceptable, al punto de acordar el envío de una carta de agradecimiento al Congreso.

En consecuencia, es de suponer que la Universidad podrá cubrir los gastos de una reforma, durante y después del proceso o que se tendrá algún plan financiero para apoyarla.

En un contexto de recursos limitados, lo más sobresaliente en los últimos tiempos es que la UNAM logró avances académicos, gracias al compromiso que han tenido profesores e investigadores con su trabajo. Uno de ellos ha sido la dinámica que adquirió el posgrado.

Actualmente, los programas institucionales más importantes están reconocidos por el padrón de Conacyt y la Universidad se mantiene, por sus capacidades y las circunstancias que todavía privan en el sistema de educación superior, como la principal formadora de doctores en el país.

Destaca, igualmente, el reconocimiento a la labor de investigación, en humanidades y ciencias, por la calidad y el volumen de su producción. Desde hace años cerca de un tercio de los miembros del Sistema Nacional de Investigadores pertenecen al personal académico de carrera de esta casa de estudios. Y para ilustrar otros resultados podría decirse, puestos en la ley de los grandes números, que los egresados tienen un desempeño aceptable en el mercado laboral, pese a su severa contracción.

Por lo demás, no puede pasarse por alto que la UNAM, dado su carácter nacional, ha contribuido al origen y desenvolvimiento de otras universidades en el país y que debido a su carácter público sigue siendo una institución que atiende a una base social amplia entre su estudiantado y, en esa medida, un instrumento de movilidad.

La lista de logros es larga como lo es también la de los problemas que enfrenta la institución, que son motivo para renovarla. Por eso, hay que fijar prioridades para la reforma comenzando con el plano de la estructura y organización general de la Universidad.

En lo académico hay tópicos centrales para ser debatidos. Es vital fomentar el trabajo interdisciplinario mediante una organización que facilite la interacción del personal de carrera, relacionar programas, adoptar distintos modos de producir conocimiento y ordenar y distribuir sus flujos.

Asimismo, estrechar los nexos entre investigación y docencia a través de mecanismos que integren estas dos funciones y los esfuerzos de las dependencias para elevar el nivel de la enseñanza, el egreso y la titulación.

El foco central de la reforma académica son los estudiantes. En la licenciatura es indispensable introducir cambios al currículum hacia su flexibilidad.

Una prioridad más es corregir los sistemas de evaluación del personal académico, adecuarlos para que sus ingresos no provengan mayormente de estímulos y establecer un ethos académico distinto al individualismo que hoy predomina en el campus. La postura organizativa es darle fluidez a la vida académica y que sean profesores e investigadores quienes la conduzcan.

En la esfera de lo político, la UNAM tiene muchas trabas que requiere remontar. Una de las cuestiones más difíciles será convencer a la comunidad para que se sienta comprometida con el cambio y participe en el proceso de reforma, para que las medidas que contenga sean legítimas en su aplicación.

Y para que esto ocurra se necesita un proyecto con objetivos claros, que abra posibilidades de desarrollo a la institución, apoyado por líderes verdaderos que jueguen el papel de cadenas de transmisión en la comunidad.

En lo político habrá que plantear una nueva forma de gobierno que cumpla, al menos, con lo siguiente: hacer que los cuerpos colegiados ganen representatividad participando efectivamente en la toma de decisiones de asuntos cruciales; descentralizar la toma de decisiones mediante un cambio legislativo que brinde autonomía a las unidades que forman parte de la institución y fije sus derechos y obligaciones, así como los vínculos con la rectoría central.

La UNAM necesita una forma de gobierno que pase de la administración a la gestión, más eficiente y eficaz, pero también un régimen creíble y duradero, que otorgue certeza al trabajo académico, con autoridades que tengan verdaderos contrapesos en los cuerpos colegiados y capacidades reconocidas para conducir los cambios sucesivos evitando rupturas institucionales innecesarias.

Una de las ideas principales de este texto es concebir al cambio académico e institucional como un movimiento permanente de la organización universitaria. Siendo tan breve, sirve para mostrar que es posible enfocar la atención en un conjunto de temas que forman el núcleo de la transformación y comenzar el debate.

Por ahora, lo relevante es el contenido y el propósito de dejar a las generaciones venideras de académicos una casa de estudios y de investigación viable en el largo plazo, con un fuerte liderazgo intelectual, moral y político ante las otras universidades y ante la sociedad.

Estamos frente a una oportunidad que no podemos desperdiciar. Este es un momento de responsabilidad y reflexión crítica, porque lo que queremos y vamos a modificar para mantener es el proyecto cultural que representa la UNAM para los mexicanos.


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