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La universidad pública: amenazas tensiones y alianzas
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 56 [2003-11-06]
 

Una de las cuestiones que preocupan en estos tiempos políticos son las amenazas a las cuales se enfrente la universidad pública. Una de éstas es que cada año, las instituciones pasan agobios con motivo de la elaboración del presupuesto anual de la federación. Habitualmente a este ejercicio lo preceden anuncios de recortes al subsidio, o bien de que se mantendrán los montos del ejercicio anterior. En ambos casos se genera un sentimiento de peligro en las universidades el cual produce incertidumbre, malestar y tensiones con las autoridades gubernamentales del ramo educativo, que deben justificar las decisiones tomadas por la Secretaría de Hacienda, la cual mira a la educación superior pública desde una óptica economicista.

Así, hay momentos periódicos de desencanto, y hasta fracturas, que tratan de subsanarse posteriormente a través de la entrega de ingresos extraordinarios, que se otorgan si se cumplen los programas oficiales o si los planes institucionales van acordes a éstos. De cualquier manera, los recursos del subsidio resultan insuficientes y los montos extraordinarios no sirven más que para paliar algunas necesidades urgentes o de corto plazo.

Esta situación, vista a la distancia, muestra una tendencia al debilitamiento de las instituciones de educación superior públicas. Pero, deja la impresión de que las políticas gubernamentales quieren ahogarlas para después denostarlas con alegatos sobre su mala calidad y falta de esfuerzos para superarse. Aparece un discurso que justifica las razones para no elevar el gasto dedicado a las universidades públicas. Y a tales razonamientos hay que hacerles frente, porque luego se traducen en acciones que se convierten en un verdadero remolino que arroja a la penumbra a nuestras casas de estudios.

En contraste, en los países que se encuentran en la era postindustrial se considera necesario fortalecer a la universidad, porque juega un papel central en el desarrollo de una economía basada en alta tecnología.

Dicho papel supone una reforma institucional mediante la cual la universidad modifica su carácter: pierde cierta independencia al vincularse más al conjunto de la sociedad y al ligarse al mercado del conocimiento. Abre paso al capitalismo académico que cambia la fisonomía del trabajo en su interior. Procede por estrategias de adaptación a un ambiente muy complejo. A veces se convierte en una universidad empresarial, innovadora, o se modela como un consorcio. Hay un cambio radical en las relaciones triangulares entre universidad, gobierno y sociedad.

Escenarios como éstos, desde mi punto de vista, no aparecen ni pueden aplicarse en una sociedad periférica, heterogénea y muy desigual como la mexicana. A la universidad pública todavía le tocará educar a la mayor parte de los jóvenes que accedan a este nivel educativo. Se trata, además, de una institución que no puede allegarse recursos suficientes para su sostenimiento, debido a las imperfecciones del mercado, a la falta de demanda para consumir el conocimiento que produce y porque las colegiaturas representan sólo una mínima fracción de su gasto.

En consecuencia, sus recursos financieros seguirán dependiendo del gobierno, que debe aumentar el subsidio, entre otros fines, para abrir más y distribuir mejor las oportunidades educativas en la República.

En los países desarrollados y en los periféricos, pros distintas causas, la universidad es y será el centro de gravitación de lo económico, lo social y, particularmente, de los político. Aquí, el gobierno debería fortalecer a la universidad pública en aras del interés común. Por su lado, las universidades públicas harían bien si siguen estrategias de defensa contra los embates y las presiones que reciben.

Para defenderse sería necesario estrechar sus alianzas con la sociedad, dirigir esfuerzos para atender a diversos públicos. Algunos ejemplos serían: estimular a los jóvenes que abandonaron la escuela para que sigan estudiando; actualizar a sus egresados; auxiliar a colegios profesionales y academias científicas en sus labores; extender la cultura a las personas de la tercera edad; difundir conocimiento y destrezas a la población asentada en zonas marginadas de la dinámica social; apoyar a organizaciones que hacen gestión para el desarrollo comunitario; incitar actividades que contribuyan a formar opinión pública o den vigor a la vida ciudadana; realizar proyectos de investigación con áreas del sector público que lo requieran; etcétera. Buscar reconocimiento, fuerza y prestigio en el entorno.

Hay muchas tareas que se necesitan hacer y existen o se pueden crear los instrumentos para llevarlas a cabo.

Sin embargo, las alianzas principales de una universidad pública son con las demás universidades públicas. Todas juntas necesitan trabajar en colaboración para que cada una alcance mayor competencia académica. La universidad pública en México es el mejor vehículo que tenemos para jalar al país por la senda del crecimiento y el desarrollo. También es un medio efectivo para gestar una cultura democrática y difundir valores que apoyen la transformación productiva y orienten a la sociedad hacia el logro del bienestar.


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