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Dos divisiones antagónicas. Los que piensan y los que mandan
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 103 [2004-10-28]
 

El país vive una etapa de confusión propiciada por la pugna entre fracciones de la clase política que tienen distintos proyectos de nación. Combate que se manifiesta en agresiones cotidianas, que la ciudadanía percibe molesta por el bajo nivel con el cual los actores se confrontan.

En este escenario se olvida prestar atención a las cuestiones de fondo por las que atravesamos. El enfrentamiento es tal que las respuestas a los problemas de la sociedad se centran en asuntos que hacen perder la perspectiva de largo plazo. En esta medida se genera incertidumbre, desconfianza e incredulidad.

En la agenda educativa también hay polémica. El gobierno no ha tenido imaginación para darle saluda a puntos que son cruciales. En estos días se han escuchado afirmaciones temerarias, irresponsables y retrogradas, como aquella de que es imposible darle un mayor subsidio a la ciencia y la tecnología.

A lo dicho por el Ejecutivo se sumaron el Partido Acción Nacional y la Secretaría de Educación Pública. Los tres han negado la solicitud de un incremento al subsidio dedicado a la educación superior y a la ciencia.

Por tal motivo, durante la XXXV Asamblea de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), según reportaron los diarios, los rectores de más de cien instituciones de educación superior acordaron rechazar por unanimidad el anteproyecto de presupuesto presentado por el Ejecutivo a la Cámara de Diputados.

El gobierno federal se equivoca rotundamente si hace depender el desarrollo de la educación superior pública al logro de lo que llama reformas estructurales. La puesta en marcha de las medidas que resulten de tales reformas necesitará un sistema educativo más avanzado y fortalecido del que tenemos en la actualidad.

El avance educativo no puede esperar a que se acuerden y apliquen las reformas estructurales. Es evidente que el deseo del gobierno no goza de consenso. Su postura supone un mayor rezago educativo, un retraso excesivo que cancela el futuro de muchos jóvenes.

Como casi todo depende de las reformas estructurales, y la del Estado brilla por su ausencia, el gobierno ha renunciado a ser un promotor real del conocimiento económico. Por ello, no toma seriamente la inversión en el campo educativo y científico.

¿Cuál es el marco de referencia de sus decisiones? Ciertamente, el que utiliza no incorpora lo señalado desde hace lustros sobre el tema. Por ejemplo, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) concluyó, desde 1990, que el punto de partido hacia el crecimiento radica en una transformación productiva con equidad y el impulso de la educación terciaria. Actualmente, hasta el Banco Mundial acepta que es responsabilidad de los gobiernos apoyar decididamente a la investigación.

Preocupa que la visión del gobierno, reiterada estos cuatro años, lo conduzca a reducir los recursos financieros a la educación superior y a la ciencia.

Condena a México a seguir siendo un país de pobres muy pobres y de ricos muy ricos, lo cual es inaceptable política y moralmente.

A diferencia de los que mandan, uno de los puntos que debatimos en la academia es cómo cambiar el contenido y la forma de operar de la educación universitaria para generarle capacidad de competencia al país.

En la arena internacional abundan las experiencias que indican que la educación universitaria juega un papel fundamental en la construcción de sociedades preparadas para producir, transmitir, transferir y aplicar conocimiento.

Por lo demás, la dinámica globalizadora ha significado abrir una brecha más grande entre las sociedades postindustriales y las del Tercer Mundo, donde la producción científica es muy limitada.

La breca sólo comienza a cerrarse cuando la ciencia consigue tener impacto en los países “emergentes”, lo cual depende en mucho de los fondos que el gobierno dedica a este rubro, como se ha demostrado en varios estudios.

Desde las universidades observamos asombrados la ignorancia de algunos gobernantes y legisladores respecto a la importancia que tiene la investigación. Nos admiramos de la cerrazón que tienen para entender argumentos que se exponen con nitidez, y no dejamos de sentir temor por el riesgo de estar en una situación en que no se oyen ni se ven las críticas y las propuestas razonadas y razonables.

El pensamiento único sobre lo educativa es inadmisible para construir una sociedad moderna y democrática.

Ante la resistencia que predomina contra los argumentos de la academia, es indispensable insistir en un cambio de óptica para que se vincule de una vez por todas a las universidades con la ciencia.

Necesitamos, asimismo, más voces que se hagan escuchar. Que quienes tengan posibilidades y cualidades asuman el liderazgo de las universidades públicas para que, junto con la ANUIES, se consiga unidad en torno a objetivos. Uno de ellos es eliminar el desgaste anual que ocasionan las negociaciones para obtener recursos por encima de lo que el gobierno solicita a la Cámara. Otro es ampliar el subsidio en términos reales.

Por nuestra parte, los universitarios tenemos que superar la actitud defensiva con la cual enfrentamos los embates del exterior. Hay que pasar a una etapa que nos lleva a formular proyectos educativos para el avance de las instituciones con sentido y dirección de su porvenir.

Urge que discutamos ideas de cómo refundar la universidad para que sea innovadora ante las necesidades y demandas de la sociedad, para que existan mejores condiciones de educar e investigar.

Sólo con propuestas viables acerca de la universidad que viene podremos concebir y tener una vida académica diferente a la actual, que nos sea más creativa y adecuada a los tiempos nacionales.

Hay que hacer el examen intelectual de las circunstancias que rodean y privan en la universidad. Forjar universidades que hagan de la gestión del conocimiento la palanca para impulsar la transformación social.


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