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Promesas incumplidas para la ciencia
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm 21, pp.8 [2003-02-20]
 

El tema de la insuficiencia de recursos para la ciencia volvió a ocupar los titulares de algunos diarios a partir del discurso del presidente de la Academia Mexicana de Ciencias y de la respuesta al mismo por parte del Presidente de la República. Ello ocurrió la semana pasada durante la ceremonia de entrega de los Premios de Investigación 2001-2002, que otorga la mencionada academia.

Para José Antonio de la Peña, quien preside la AMC, la inversión en ciencia y tecnología en nuestro país sigue siendo la misma desde hace 20 años, es decir, 0.4 por ciento del PIB. Más aún, De la Peña recalcó: “entre los países del mundo, México ocupa uno de los diez primeros lugares por el volumen de su producción económica. Sin embargo, no llega ni al lugar 40 en lo que se refiere a su competitividad industrial, y está todavía más abajo en lo que se refiere a inversión en ciencia y tecnología”.

Ante ello, el jefe del Ejecutivo replicó que los rubros de investigación, ciencia y tecnología habían tenido importantes incrementos a pesar de lo austero del presupuesto aprobado para este año. Posteriormente, el secretario de Educación Pública, Reyes Tamez Guerra, reforzó lo dicho por el Presidente Fox al señalar que el incremento al presupuesto en la materia había sido de 5 por ciento en términos reales entre 2001 y 2002; también anunció importantes inversiones en investigación y desarrollo tecnológico.

Lo anterior es una demostración de que, a pesar de los incrementos presupuestales de la actual administración federal, la inversión dedicada al desarrollo científico y tecnológico es todavía insuficiente. En este sentido, la meta expresada con toda pompa durante la presentación del Programa Especial de Ciencia y Tecnología 2001-2006 (PECyT) de alcanzar 1 por ciento del mismo indicador parece cada vez más lejana y, quizá inalcanzable. Ello es así puesto que para alcanzar dicha meta sería necesario, tal como lo ha indicado el propio De la Peña, invertir 20 por ciento más durante los siguientes tres años que le restan al actual gobierno. Como se recordará, el PECyT hace un par de consideraciones cruciales para poder alcanzar 1 por ciento del PIB. La primera es que el gobierno federal invierta 60 por ciento y el sector productivo privado 40 por ciento.

En la actualidad, la proporción es, según cifras del PECyT, de 75 y 25 por ciento, respectivamente. Dada la contracción de la economía mexicana y las enormes dificultades de la industria nacional, no sólo para crecer sino para sobrevivir, es poco probable que la participación de la iniciativa privada aumente de manera significativa en el corto plazo. La segunda consideración, más crítica aún, es que la tasa promedio de crecimiento del PIB durante el periodo 2001-2006 sea de 5 por ciento. De acuerdo con las cifras más recientes de la propia Secretaría de Hacienda, el crecimiento del Producto Interno Bruto durante 2002 fue de sólo 0.9 por ciento. En 2001, “el crecimiento” fue negativo (-0.3).

La actual situación económica del mundo no permite preveer que los niveles económicos puedan crecer a niveles más allá de 2 o 3 por ciento. Todo parece indicar que la promesa de campaña del presidente Fox de alcanzar el 7 por ciento de crecimiento del PIB, de la cual se dijo arrepentido en una de sus recientes giras por Europa, quedará incumplida.

Tan desalentador panorama para el presente y el futuro inmediato de la investigación científica y tecnológica nacional ocurre en momentos en que el conocimiento adquiere un valor estratégico para las economías más desarrolladas del planeta. Si antes no bastaba con que los países tuvieran abundantes recursos naturales para alcanzar un adecuado desarrollo, hoy no es suficiente contar con niveles altos de educación si ésta no constituye la plataforma para configurar todo un sistema de innovación que permita la creación de un mercado interno sólido y una fuerte capacidad exportadora de productos con alto valor agregado. Mientras las cosas no cambien de manera significativa para la ciencia y la tecnología mexicana, la dedicación a estas actividades seguirá siendo una lucha casi heroica contra la adversidad.

La metáfora de Sísifo, el personaje mitológico condenado a hacer rodar una pesada roca cuesta arriba, la cual rodaba hacia abajo una y otra vez, parece ilustrar la situación que prevalece en el terreno de la investigación científica de los países en desarrollo. No obstante, la voluntad de perseverar radica, muchas veces, en la esperanza utópica, tal vez, de realizar algo de la hazaña de Prometeo quien robó a los dioses el fuego para el beneficio de la humanidad.


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