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Información técnica y toma de decisión
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 76 [2004-04-15]
 

La controvertida broma del presidentes estadunidense G. W. Bush de hace un par de semanas, donde proyecta fotografías de él mismo buscando armas de destrucción masiva en el mobiliario de la oficina oval y comenta riéndose que no aparecen por ningún lado, no solamente fue considerada como impropia por sus detractores (www.cnn.com, 27/03/04).

El principal argumento para la guerra contra Iraq fue la presunción de armas en ese país, mismas que después de un año no aparecieron; los distintos funcionarios gubernamentales poco a poco han admitido que no tenían certeza sobre su existencia. Es decir, la intervención en Irak se dio bajo un falso supuesto y las consecuencias todavía no parecen terminar.

Como frecuentemente ocurre en el terreno de la política, los fines declarados pueden no coincidir con la agenda real o las acciones a llevar a cabo. Sin embargo, el caso del gobierno estadunidense, como ha señalado un grupo importante de científicos, ilustra reiteradamente una subestimación o distorsión de la información técnica para la toma de decisiones. La capacidad técnica no es el único factor para la puesta en marcha de las políticas, pero sí es uno de los más importantes.

A las dudas sobre la veracidad y validez de los argumentos para intervenir en Irak, ahora, con las indagaciones de la comisión especial independiente que investiga los hechos del 11 de septiembre de 2001 se añade la sospecha de que la administración Bush desestimó información relevante que le fue entregada casi un mes antes de los atentados de ese día y probablemente no hizo lo que debía (The New York times, 10/04/04).

Los desaciertos en seguridad nacional no son los únicos. Según una asociación de más de medio centenar de científicos (Unión of Concerned Scienctists), entre quienes se encuentran 20 premios Nobel –incluyendo a Mario J. Molina que obtuvo el premio Nobel de Química junto con Paul Crutzen y F. Sherwood Rowland en 1995- publicó en febrero pasado un reporte que documenta diferentes casos de censura e interferencias políticas en los resultados de investigación científica, particularmente en aquellos realizados para oficinas gubernamentales.

El reporte se denomina Integridad científica en la elaboración de políticas (www.ucsusa.org) y destaca que “la administración Bush está, en un grado sin precedentes, manipulando y distorsionando la ciencia para apoyar la elaboración e implementación política” (p. 26). Además, muestran que este patrón de conducta incluye diferentes oficinas gubernamentales e incluyen temas de importancia indudable, como polución, calentamiento climático, salud reproductiva, las bacterias resistentes a los fármacos e inteligencia militar. Obviamente, las decisiones en cada caso tienen repercusiones en el ámbito de la salud, la seguridad nacional y el bienestar de las naciones.

Por ejemplo, el reporte documenta cómo funcionarios gubernamentales desestimaron, en las semanas previas a la intervención en Irak, un análisis científico porque contradecía su causa. El caso se refiere a los 100 mil tubos de aluminio que los iraquíes intentaron adquirir. Diferentes funcionarios de la administración declararon, incluso ante la ONU, que las características de los tubos indicaban que eran para centrifugar uranio enriquecido y con ello dar paso a la fabricación de armas nucleares (p. 13).

Por su parte, técnicos expertos difirieron de esa interpretación, al señalar que las dimensiones y la aleación de los tubos no eran los ideales para esos propósitos. El secretari9o de Estado Colin Powell, dice el reporte, subestimó los desacuerdos. Privó la primera versión y con ello la justificación para la intervención en Irak.

Según el reporte, otro tanto sucedió con los resultados del programa de educación sexual basado en la abstinencia, también con la información sobre el cambio climático o la calidad del aire, entre otros. Los resultados se minimizaron, se matizaron o francamente se distorsionaron para adecuarlos a las políticas federales.

Al final de su reporte, los científicos demandan restaurar la integridad científica en las políticas y la eliminación de la censura y distorsión en las agencias federales. También plantearon acciones específicas a realizar por el presidente, el Congreso, los científicos y el público en general.

Como lo ilustra el reporte de los científicos estadunidenses, deberíamos alentar una mayor competencia técnica e información confiable en el diseño de las políticas nacionales. Desde luego, no es garantía suficiente para asegurar el éxito de las políticas. No solamente por la racionalidad limitada de los tomadores de decisión sino también porque se disputan y enfrentan diferentes fuerzas políticas.

Pero, sobre todo en el caso de México, deberíamos asegurarnos de que existen los insumos técnicos indispensables, pues la impresión que dejan algunas políticas, truncas o no, es que operan en un auténtico vacío de información o en una confusión inexplicable. Tal vez, sólo baste recordar la fallida iniciativa del nuevo aeropuerto y sus múltiples estudios, los desacuerdos (a la fecha) por el alcance del déficit educativo en el país, la controversia por el uso de la píldora del día siguiente o la racionalidad de la distribución anual del gasto público.


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