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¿Universidad de investigación?
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm 84, pp.11 [2004-06-10]
 

Uno de los temas actuales de mayor debate entre los estudiosos de la educación superior es si algunas de las universidades de los países en desarrollo pueden ser consideradas como “universidades de investigación”, al estilo de las más prestigiosas del mundo desarrollado (Oxford, Cambridge, Stanford, Universidad de California, Harvard y Princeton, entre otras). Se trata de aquellas instituciones que en el contexto nacional y regional han alcanzado un nivel importante de reconocimiento por la labor de sus científicos y profesores, tanto en las llamadas ciencias naturales y exactas, como en las humanidades y las artes.

En este grupo estarían, por ejemplo, las universidades de Sao Paulo, Campinas, Buenos Aires, La Plata y la UNAM. Se supone que las universidades de investigación desempeñan un papel clave dentro de los circuitos mundiales de producción de conocimientos y aportan saberes muy importantes a las sociedades y los sistemas productivos de sus respectivos países y de otros.

En el caso de México, la UNAM ha sido catalogada en la categoría en cuestión por algunos especialistas en el análisis de las instituciones universitarias, como Burton Clark y Philip Altbach. Si miramos los indicadores más convencionales, tenemos que la Universidad Nacional cuenta con el mayor número de miembros del Sistema Nacional de Investigadores, la mayor cantidad de ganadores de los premios nacionales de ciencias y artes y el número más elevado de integrantes de la Academia Mexicana de Ciencias.

Además, la UNAM es la institución que dedica la más alta proporción de su presupuesto (alrededor de 25 por ciento) a las actividades de investigación. Con harta frecuencia también se informa que sus profesores y estudiantes han sido acreedores a distintos premios y distinciones, tanto en el país como en el extranjero. como se sabe, mucho del desarrollo institucional de la investigación se llevó a cabo durante la gestión del doctor Guillermo Soberón en los años setenta, en los que el echeverrismo con su “apertura democrática” y su afán por reconciliarse con los universitarios, gobernaba en el país.

En esa época se construyeron nuevos edificios y se dotó de equipos e instrumentos a la mayoría de los institutos y centros dependientes de la Coordinación de la Investigación Científica. También se establecieron unidades de investigación en diversas partes del país.

No obstante, según algunos analistas, además del desarrollo de la investigación había el propósito de contraponer los “núcleos de excelencia” a la universidad “politizada” y de “baja calidad” que estaba representada por la mayoría de las facultades y escuelas. Posteriormente, en los ochenta, se edificaron nuevas instalaciones para las humanidades y las ciencias sociales.

Es indiscutible que los numerosos logros alcanzados por la investigación científica y humanística no pueden ser escatimados ni menospreciados en modo alguno. Muchos de ellos se han manifestado en los altos niveles académicos de varios programas de posgrado. También han influido para la creación de instituciones y grupos de investigación en diversas entidades de la república. Sin embargo, no hay que olvidar que en la otra actividad sustantiva, la docencia, aún prevalecen niveles de calidad que dejan mucho que desear.

Derivada de un modelo de organización académica centrado en facultades y escuelas y altamente profesionalizante, la actividad docente ha prevalecido sobre la de investigación en cuanto a la proporción del personal académico que se dedica sólo a enseñar. Está por verse si la dinámica generada por la investigación es capaza de “jalar” a la docencia hacia el mejoramiento de los niveles académicos. También habrá que ver si es posible la realización de cambios en la organización institucional y en las funciones del personal académico que conduzcan al establecimiento pleno del vínculo investigación-docencia a partir del modelo centrado en escuelas y facultades o si será necesaria la creación de un modelo departamental que favorezca dicho vínculo.

Estaría también en la discusión la nueva figura del profesor-investigador. Pareciera ser una tarea muy compleja, llena de obstáculos y resistencias debida a la poca vinculación entre investigación y profesores 8sobre todo con los que tienen contrato por horas, los que constituyen la mayoría del personal académico) e, incluso, entre las propias facultades y escuelas. Esta será sin duda, uno de los temas de mayor discusión en el proceso de reforma que la institución se ha planteado llevar a cabo.

Tendrá que discutirse a fondo si se cuenta con los elementos organizaciones y de infraestructura, así como con la voluntad de estudiantes y profesores para transformar a la UNAM en un “universidad de investigación”, con todo lo que ello implica. En cualquier caso, lo que no es admisible es que junto a unas cuantas islas de “excelencia académica” sigan coexistiendo con continentes formas por dependencias cuyos bajos niveles son provocados por sus grandes carencias en los mínimos necesarios para la enseñanza. No puede continuar la convivencia de una “universidad de primera” con una de “segunda”.


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