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Los empresarios y la educación. Educar es más que capacitar
María Herlinda Suárez Zozaya
Campus Milenio Núm 92 [2004-08-12]
 

Los tiempos actuales exigen a quienes nos dedicamos a la actividad académica mantenernos pendientes de lo que pasa en el mundo empresarial, de las ideas que ahí se gestan y de los discursos que, en ese ámbito, se pronuncia. Hoy, bajo el dominio de “los económico”, los empresarios se han convertido en mediación de un programa político global que, con la ayuda de la teoría económica neoliberal, está implantando el reino absoluto del capital y de los mercados.

Es casi una regla común que los empresarios y los académicos de las universidades públicos mexicanas no compartamos perspectivas, anhelos ni visione. Lo frecuente es que estemos “bandos contrarios” en razón, principalmente, a las diferentes opiniones que sostenemos acerca de lo que debería hacerse para superar el gravísimo problema de la pobreza.

Ahora que está en juego la viabilidad de México como país que busca ubicarse con éxito en la competencia internacional para captar capitales, los empresarios y los académicos tenemos un acuerdo: “La administración actual no va por el camino correcto”.

En días pasados apareció tal afirmación en un artículo titulado La educación nómada, publicado en la revista Expansión (número de agosto). Fue David Arkless, vicepresidente de Asuntos Corporativos de la empresa multinacional Manpower, quien, acertadamente, pronunció estas palabras calificando de escasa la inversión que el gobierno mexicano dedica a la formación de recursos humanos y, en especial, a la educación.

Esta aseveración la hemos expresado ya, varias veces, desde la academia y constituye también un punto de acuerdo. Entonces, lo que cabe preguntar es, ¿por qué el actual gobierno no parece entender que la consecuencia inmediata de no invertir lo suficiente en educación será la perpetración del atraso, cerrando así un círculo vicioso que contiene larvada una especie de conspiración contra la posibilidad de que el país salga de la pobreza?

¿ES UNA ESTUPIDEZ ASISTIR A LA UNIVERSIDAD?

Las coincidencias que hoy existen entre académicos y empresarios en cuanto a la falta de visión estratégica del gobierno mexicano empeñado en recortar los recursos que entrega a la educación, sin embargo, se ven empañados por las diferencias que tenemos en cuanto a la orientación que debe seguir el gasto en materia educativa.

Al estar su visión acotada por las perspectivas del capital y el empleo, el interés empresarial por la educación se limita a cubrir las necesidades de las empresas. El mismo Arkless, citando los resultados obtenidos de un estudio realizado conjuntamente con la Organización Mundial del Trabajo (OMT), afirma que en menos de una década: “La más grande estupidez será ir a la universidad durante cuatro años”.

No cabe duda de que calificar de estupidez la asistencia a la universidad por el lapso que dura normalmente una carrera, resulta un exceso por parte de Arkless. Y lo que más preocupa es que, en e l mundo de las empresas multinacionales, se está buscando que el gobierno mexicano use los recursos que destina a la educación para capacitar a los empleados, pues de otra manera, advierte Arkless, “El desempleo será el fantasma que recorra los países en desarrollo”.

¿QUIÉN PAGARÁ EL ENRENAMIENTO ESPECIALIZADO DE LOS TRABAJADORES?

Sorprende la falta de solidaridad social que se deriva de estas palabras que sentencian el despido para los trabajadores que no tengan la posibilidad de actualizarse y preocupa la indisposición de las empresas a ser ellas mismas las que se encarguen de la capacitación de sus trabajadores, así como la completa adhesión que muestran algunos empresarios a la política de supresión de todos los derechos laborales y al reino absoluto de la flexibilidad.

La empresa Manpower propone que México implante programas de entrenamiento especializado con duración de seis meses y la práctica en distintas empresas en el mundo durante igual lapso.

¿Quién pagará el entrenamiento especializado de los trabajadores? ¿O debemos llamarlos estudiantes o solamente hombres, mujeres, jóvenes? Al hace prácticas en las empresas, ¿recibirán remuneraciones justas o el pago será la oportunidad de capacitarse? A su regreso del entrenamiento especializado, ¿tendrán asegurado el empleo?

A cada una de las preguntas precedentes antecede el conocimiento de que las empresas multinacionales están buscando entregar al capital condiciones de competitividad basadas en la subordinación de los Estados nacionales a las exigencias de la economía, con la supresión de todas las regulaciones en los mercados, empezando por el mercado de trabajo.

En los países pobres, como México, además están tratando de privar a los individuos de los recursos intelectuales necesarios para desarrollar pensamientos y actitudes críticas, mientras que quieren reservar la educación universitaria y los posgrados para los ricos. De esta manera, los pobres mantienen la convicción de que los dueños del capital (que, por lo general, sí son profesionistas) merecen tener un rango social superior al suyo y se pliegan a las necesidades de las empresas, que continuamente los amenazan con la posibilidad del despido.

Afanarse en inventar y construir un orden social global que tenga por única ley la eficacia económica y la maximización del beneficio individual resulta inmoral. Calificar de estupidez el legítimo deseo de los mexicanos de tener una carrera universitaria es ridículo, cuando se ha repetido hasta el cansancio que uno de los problemas graves de México es la escasez de recursos humanos de alto nivel que puedan pedirle a la vida, y particularmente a la educación, otra cosa que tener un empleo.

Al Estado y a la sociedad, incluidos los empresarios, corresponde comprender que la gestión educativa basada solamente en principios económicos ocasiona rupturas sociales brutales y deshumanización.

LA EDUCACIÓN NO SÓLO SIRVE PARA EL CONOCIMIENTO

Lo que necesita México no es cambiar educación por capacitación, sino remontar la idea estrecha de que la educación sirve únicamente para adquirir conocimientos, habilidades y diplomas. Ya es un avance que la demanda de que el gobierno destine mayores recursos financieros para la educación de los mexicanos esté presente y activa en círculos académicos y empresariales.

Sin embargo, todavía está pendiente la comprensión de que la posibilidad que brinda al país la educación no implica reducirla a fortalecer sus aspectos humanísticos y científicos que son los que dotan a los individuos de las capacidades críticas, reflexivas e innovativas necesarias para llevar a cabo proyectos viables propios.

La falta de compresión del verdadero significado de la educación, particularmente de la de nivel superior, hace que recaiga en los académicos e intelectuales mexicanos una responsabilidad importante: nos corresponde conseguir que lo que aún es difuso en la opinión pública, en cuanto a la importancia de luchar por la universidad, ascienda al plano de la acción organizada y la decisión política.

Conviene citar las palabras mencionadas el 12 de diciembre en la Cámara de Diputados: “Cualquiera que tenga el honor de disponer de una pluma o de una cátedra, tiene el deber de consultar la salud de la sociedad en la que vive. Y yo, cumpliendo con este deber, en esta sociedad que se basa en una masa pasiva y que tiene en su vértice un grupo de ambiciosos, creo poder resumir sus íntimos males con las palabras del predicador de la montaña: hambre y sed de justicia. El espectáculo ofrecido por este final del siglo en México es indescriptiblemente trágico; bajo una espléndida apariencia, se encuentra un dolor tan profundo, que habría que pensar en la bancarrota de la civilización…”. Por su vigencia, las palabras de Justo Sierra resuenan todavía entre nosotros.


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