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La cooperación iberoamericana
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 197 [2006-10-12]
 

La semana pasada se realizó, en México, la X Reunión de la Asamblea Ordinaria de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI). La información destacada en los medios fue el fortalecimiento general de la cooperación en la región, el cambio en la secretaría general del organismo y la entrega de medallas de reconocimiento al secretario general saliente, al secretario de educación de México y al presidente del gobierno español. En el campo científico, sin embargo, este tipo de reuniones pueden significar más que un acto protocolario.

La OEI es un organismo internacional de cooperación entre una veintena de países iberoamericanos. Tiene más de medio siglo de existencia, aunque su activismo más notable ha sido a partir de 1985, fecha en la que adoptó su denominación actual -se creó en 1949 como Oficina de Educación Iberoamericana-, cambió sus estatutos para darle mayor relevancia a sus acuerdos, amplió sus objetivos de cooperación y en lugar de los congresos educativos que organizaba al comienzo ahora celebra reuniones de alto nivel.

Las reuniones cumbre de jefes de Estado y de gobierno de la región, celebradas anualmente a partir de 1991, son resultado de la nueva fase de la OEI. Tales reuniones son precedidas y preparadas por encuentros de los titulares de educación y de ciencia y tecnología de los países integrantes. La cumbre de este año se realizará al final de este mes en Uruguay y uno de los temas centrales será el problema de la migración.

A pesar de que los encuentros entre autoridades científicas y tecnológicas se han realizado desde principios de los años noventa, la cooperación en este terreno es relativamente reciente. De acuerdo al secretario general saliente de la OEI, Francisco José Piñón, quien ocupó el cargo en los últimos ocho años, apenas en 1999 el consejo directivo del organismo aprobó un programa para incorporar la ciencia y la tecnología a su actividad (Memoria 1999-2002). El programa se denominó Ciencia, Tecnología, Sociedad e Innovación (CTS+I) y esencialmente ha significado una posición del organismo al respecto. Una en la que combina y promueve dos componentes de un mismo enfoque: una perspectiva social de la ciencia y sobre la innovación tecnológica.

En el primer enfoque busca enfatizar las relaciones de la ciencia y la tecnología con la sociedad, sea a través de estudios interdisciplinarios sobre las repercusiones e impactos de los avances de la ciencia y la técnica, o bien, a través del fomento a la participación pública en la definición de las políticas del sector. En el segundo enfoque, el de la innovación, intenta promover estudios y debates sobre los sistemas nacionales y regionales de innovación con el fin de facilitar la difusión del conocimiento entre múltiples actores sociales y establecerlos como mecanismos para lograr un desarrollo endógeno.

Según muestran los documentos correspondientes, los resultados del programa de cooperación en el terreno científico y tecnológico se refieren esencialmente a la formación de redes, a la instauración de cursos o programas especiales en instituciones educativas, y a la publicación de diferentes obras sobre el tema. Una de las principales líneas de acción para conseguir tales resultados ha sido la formación de redes nacionales y regionales (Cátedras Interuniversitarias CTS+I) en una decena de países que promueven el enfoque mencionado.

En el caso de México, indica el informe de resultados, también opera una Cátedra CTS+I, en la que participan, además de instituciones de enseñanza superior, instancias gubernamentales, por lo cual ha logrado incorporar la asignatura "ciencia, tecnología, sociedad y valores" en los bachilleratos tecnológicos.

El reporte de resultados del programa CTS+I muestra que en la región han sido múltiples los encuentros, seminarios, talleres, congresos, cursos y publicaciones, promovidos por la organización para difundir su enfoque. Sin embargo, más difícil es saber qué tanto esas actividades han logrado establecer un referente común en la región iberoamericana sobre el impacto de la ciencia y la tecnología y el papel que le corresponde en el desarrollo de las naciones.

La importancia de las capacidades de los sistemas de ciencia, tecnología e innovación, así como su articulación con el desarrollo económico y social de las naciones, no parece estar en duda. No obstante, las diferencias de opinión asoman cuando se trata de precisar cómo se daría tal relación, quiénes y en dónde toman las decisiones. Todavía un terreno por avanzar en la cooperación regional.


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