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La Secretaría de ciencia y tecnología
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 196 [2006-10-05]
 

En los medios se especula con la posibilidad de que la próxima administración constituya una secretaría de Estado encargada del sector científico y tecnológico. Es una idea de tiempo atrás, floreciente en el reconocimiento de que el poder y las capacidades se concentran en el ejecutivo federal y en la cartera de secretarías. El supuesto es que si se acercan las decisiones a los niveles centrales del complejo sistema institucional se asegura prioridad y efectividad. Sin embargo, es de notar que la fuerza centrípeta que refuerza el esquema está perdiendo vigor en las nuevas coordenadas de la vida pública.

Es difícil anticipar si la idea de una nueva secretaría se convertirá en un hecho, pero en cualquier caso cabe advertir que están en marcha nuevos equilibrios de poder entre las instituciones políticas fundamentales. La discusión sobre las dimensiones del Estado es permanente, el gobierno federal fue obligado a suprimir un tercio de sus subsecretarías en estos últimos años, el federalismo es un tema a debate y el legislativo hace valer sus capacidades reguladoras, por ejemplo.

Lo más relevante, sin embargo, no es si se crea o no una secretaría de Estado. La instancia de conducción no es importante en sí misma, lo que debería preocuparnos es definir y acordar claramente qué rumbo debe tomar la política científica y tecnológica, a dónde queremos llegar en este terreno en el mediano y largo plazo. Proceder a la inversa es un error. Ese es el verdadero reto que nos espera.

La propuesta de nueva secretaría la formula, ahora, el Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCyT), uno de los órganos reconocidos legalmente para recoger la opinión de diferentes sectores del área y para elaborar propuestas en materia de políticas. Sin embargo, la idea de crear una instancia especial ha sido reiterada en diferentes momentos de cambio en el sector. Recientemente, en abril pasado, la Sociedad Mexicana para el Progreso de la Ciencia y la Tecnología sugirió su creación (Reforma 27.05.06). La idea se sumó a otras más que se hicieron en los tiempos de las campañas electorales y ahí quedó.

El FCCyT también elaboró un documento preliminar de propuestas en las mismas fechas ("Bases para una política de Estado en ciencia, tecnología e innovación"). Reconocía que la nueva legislación había situado al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) en el centro de la coordinación administrativa del sistema, pero advertía que el gobierno no le reconoció capacidad institucional para cumplir ese papel (p. 24). Lo curioso es que en la parte de propuestas no sugirió elevar el rango de Conacyt o sustituirlo por otro organismo de mayor nivel.

La situación cambió en la versión de septiembre del mismo documento. Ahora sí destaca como objetivo estratégico el "modelo institucional" y en las líneas de acción propone la creación de una secretaría coordinadora del sector. Además, añade que la nueva secretaría también asuma la conducción de la educación superior para formar un sector integrado entre ésta y la ciencia y la tecnología. Más todavía, en su propuesta, el Conacyt no desaparecería sino que se transformaría en una agencia paraestatal de financiamiento con instrumentos de regulación suave y con una fuerte vinculación con el sector productivo.

La búsqueda de autonomía para el organismo rector de las políticas científicas y tecnológicas y, a la vez, la idea de acercarlo a los primeros niveles de decisión, han sido los motores que han impulsado los cambios más trascendentes en el sector. Tales como la creación de un ramo presupuestal especial, su desectorización de la SEP, la continuidad de un Consejo Consultivo de Ciencias, la creación de un Consejo General en la materia presidido por el ejecutivo federal, un Foro Consultivo o la Conferencia Nacional.

Los resultados del acercamiento han sido más bien escasos: el sector no es prioridad en las preocupaciones del ejecutivo federal y tampoco se han maximizado los mecanismos de consulta y apoyo. En lo que se refiere a la autonomía relativa de Conacyt, al menos en cuanto a los recursos, el presupuesto ha sido menguante; el trato dado por Hacienda ha sido peor que cuando estaba sectorizado a la SEP.

En el panorama internacional existen formas muy variadas de conducción de los sistemas científicos y tecnológicos, algunos países han optado por la creación de departamentos o ministerios, otros por organismos relativamente similares a Conacyt. Los resultados, sin embargo, no han dependido del mecanismo institucional adoptado sino del horizonte que se han fijado y de las decisiones nacionales que han tomado al respecto. Ese es el primer asunto a resolver.


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