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OCDE: ¿el aliado estratégico?
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm. 479 [2012-09-20]
 

En la visión del desarrollo de México, que me propongo conducir los próximos seis años, hay grandes coincidencias con las recomendaciones que la OCDE nos ha entregado”, dijo el presidente electo, Enrique Peña Nieto, en ceremonia protocolaria con José Ángel Gurría, el secretario general de la organización económica.

Las palabras del presidente electo fueron pronunciadas el pasado 11 de septiembre, durante la firma del “Acuerdo Marco para la Colaboración Estratégica entre México y la OCDE”. Las recomendaciones que recibió se refieren a las plasmadas en el documento "México: Mejores Políticas para un Desarrollo Incluyente", entregado el mismo día de la ceremonia (el texto está disponible en la página web del organismo internacional).

El documento contiene un muy breve diagnóstico de una veintena de temas y las correspondientes sugerencias en materia de política pública en cada caso. Por supuesto, incluye educación e innovación. Las coincidencias que resaltó el presidente electo no fueron un mero ejercicio retórico ni una simple cortesía con el secretario de la OCDE.

En efecto, no solamente se firmó una declaración de intenciones para un acuerdo, el equipo de transición del presidente electo y un grupo de la OCDE trabajarán de forma conjunta para producir otro documento (Los desafíos de las políticas públicas en México), el cual será la base para realizar un foro sobre políticas públicas en enero del año próximo.

Entonces, habrá que tomar con seriedad las posiciones y las propuestas de política de la organización económica. Aunque las propuestas de la OCDE no son las únicas, otras organizaciones, nacionales e internacionales, también pugnan por llevar sus posiciones a la agenda.

Tampoco es la primera vez que la OCDE examina y formula recomendaciones a México. A partir de 1994, cuando México ingresó como país miembro de la organización, se han practicado múltiples estudios sobre los más variados temas. Es suficiente recordar los primeros exámenes de las políticas nacionales en materia de ciencia y tecnología y de educación superior en los años noventa.

Sin embargo, actualmente, es innegable la creciente influencia de la organización. No solamente en lo concerniente a la cooperación económica y financiera. Los puntajes obtenidos en la prueba PISA que diseñó se han convertido en un referente a nivel internacional para calificar el desempeño y las competencias de los jóvenes al concluir su educación básica. También sus planteamientos sobre la distribución del gasto educativo y los componentes que vinculan la innovación y el desarrollo económico de las naciones.

En el reciente documento que entregó al presidente electo realiza recomendaciones muy puntuales en el tema educativo y en el científico y tecnológico. Aunque, ciertamente, no difieren mucho de las que formuló en enero de este año y plasmó en otro documento (Reformas para el cambio).

Por ejemplo, en lo concerniente a educación plantea: ampliar la cobertura educativa, pero cuidando la capacitación del personal y la mejora pedagógica. O bien, fortalecer la inversión en la eficacia de los docentes a través de la revisión de los procesos de asignación de los docentes a las escuelas y de un sistema de evaluación. En educación superior sugiere una reforma del financiamiento de la educación superior, “buscando un equilibrio entre el costo público y el beneficio social (colegiaturas vs. subsidio)”.

En lo que se refiere al tema de la innovación reconoce el bajo nivel de inversión de México en el sector: 0.44 por ciento del PIB en investigación y desarrollo. También admite las dificultades del marco normativo y la gobernabilidad del sistema. En consecuencia, sugiere: garantizar la continuidad de las políticas —entre ellas la comercialización de los resultados de investigación— y evitar los frecuentes cambios de enfoque; incrementar la claridad del sistema público de apoyo a los usuarios; y aumentar la descentralización de los programas federales de apoyo, entre otras recomendaciones.

En este contexto, el presidente electo resaltó la idea de que la OCDE se convirtiera en un aliado estratégico para el diseño de las políticas. Aunque, probablemente, otro de los factores a considerar es que, como él mismo lo mencionó, tiene “a un amigo al frente de esta organización”. La integración de la agenda está en marcha. Y tal vez los amigos, aliados o adversarios no son únicos, así que las propuestas sea cual sea su origen deberán estar sujetas a escrutinio y a debate.


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