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Los riesgos de la internacionalización
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm. 488, pp.11 [2012-11-22]
 

Para muchas universidades e instituciones de educación superior, la internacionalización es una actividad estratégica crucial en su desarrollo. Sin embargo, la dimensión internacional no está exenta de los efectos negativos de la creciente mercantilización que se observa en el ámbito educativo. En el número más reciente de International Higher Education (69, otoño 2012, www.bc.edu/cihe), se publican tres interesantes artículos que tocan diversos aspectos de dicho proceso ocurridos en los últimos años. El primero, escrito por el editor y fundador de la publicación, Philip Altbach—colaborador ocasional de este suplemento—examina algunas prácticas corruptas que se han venido observando en ciertos países, tanto en quienes reciben como en quienes envían estudiantes a cursar diversos programas académicos a nivel de pregrado o posgrado. Aprovechando el prestigio que significa el obtener un título o diploma en una institución del extranjero, un número importante de instituciones educativas de tinte comercial han encontrado oportunidades de obtener grandes ganancias en el panorama internacional de nivel universitario. Esto sucede sobre todo en aquellas que tienen un abierto afán de lucro en países receptores de estudiantes internacionales como el Reino Unido y Australia.

Asimismo, otro grupo de países cuyos sistemas universitarios están plagados por la corrupción han estado involucrados en el envío de estudiantes a instituciones de muy dudosa reputación académica. Altbach señala el escandaloso caso de una universidad estadounidense llamada “Tri-Valley University”, en la cual no es obligatorio que los estudiantes asistan a clases, sino que la “universidad” los coloca en el mercado laboral. Otras universidades han sido sorprendidas al admitir a estudiantes que no cubren los requisitos académicos que solicitan la mayor parte de las instituciones. En estos casos incluso han contado con la complicidad de agencias “aseguradoras de la calidad” al aceptar la figura de franquicias en varios países. Este ha sido el caso de la Universidad de Gales, en el Reino Unido, la cual llegó a tener 70 mil estudiantes inscritos en más de 130 instituciones alrededor del mundo. Las autoridades británicas tuvieron que obligarla a desmantelar su jugoso y peculiar negocio de “validación” de títulos y grados, el cual representaba dos terceras partes de sus ganancias totales.

Altbach considera que al convertirse la educación superior internacional en una industria multimillonaria alrededor del mundo, la corrupción se está convirtiendo en un problema creciente en el que están involucrados personas, países e instituciones que buscan ganancias económicas, prestigio y mayor acceso. Para atacar este problema, propone el fortalecimiento de la acreditación y el aseguramiento de la calidad, garantizando el amplio reconocimiento a esta última. En este sentido, las agencias y la comunidad internacional deben asegurar que las universidades sean cuidadosamente evaluadas y que los resultados de la evaluación se pongan a la disposición del público y los actores involucrados.

En otro artículo, Jane Knight destaca cinco verdades sobre la internacionalización. En la primera de ellas previene que la atención que ahora se otorga a la dimensión internacional de la educación superior no debe opacar o erosionar la importancia del contexto local. Respecto de la segunda, subraya que es necesario mantener el principio de que cada programa, institución o país requiere determinar la forma de aproximarse a la internacionalización con base en sus propias razones, metas y resultados esperados. La tercera de las verdades tiene que ver no sólo con los beneficios sino también con los riesgos y las consecuencias negativas del proceso en cuestión. Es el caso de la fuga de cerebros derivada de la movilidad académica, o de la rebaja de los niveles académicos al sobre poner los ingresos económicos provenientes de los estudiantes internacionales. Asimismo, señala que la creciente mercantilización y comercialización de las franquicias educativas y los programas compartidos constituyen una amenaza para la relevancia y calidad de la educación superior.

Finalmente, en la tercera de la casi veintena de colaboraciones, William Tierney pugna por fortalecer la regulación de la educación superior con fines de lucro. Señala que si bien en los Estados Unidos han existido durante mucho tiempo prestigiadas universidades privadas sin afán de ganancias económicas, en los últimos años ha crecido enormemente el número de las llamadas “for profit”, hasta llegar a constituir el 12 por ciento del mercado. Un fenómeno semejante está ocurriendo en varios países a nivel mundial. El autor plantea que el papel de los gobiernos en esta materia debe ser garantizar que la ciudadanía que recurre a estas instituciones esté protegida contra las prácticas fraudulentas. En consecuencia, deben establecerse regulaciones que aseguren que las firmas privadas se comporten de una manera ética en la provisión de los servicios educativos de nivel superior.

Como puede verse, los temas tratados en los tres artículos tienen implicaciones para todos los países que, como México, están interesados en ampliar sus horizontes cumpliendo con el propósito de asegurar que los estudiantes tengan una formación más sólida que los permita vivir y trabajar en un mundo cada vez más interconectado.


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