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Slim va por la educación superior en línea
Marion Lloyd
Campus Milenio Núm. 546 [2014-02-06]
 

Carlos Slim se sumó la semana pasada a la revolución de los cursos masivos abiertos en línea — conocido como MOOC, por sus siglas en inglés—al firmar un convenio con la empresa líder en la materia, Coursera. El acuerdo entre la Fundación Carlos Slim, del magnate mexicano, y la empresa con sede en Silicon Valley, California, busca llevar cursos gratuitos en línea a millones de hispanoparlantes en México, Estados Unidos y América Latina.

Desde el lanzamiento de los primeros proveedores en Estados Unidos en 2011, el fenómeno de los MOOC se ha extendido por todo el mundo. Coursera, por sí sola, cuenta con más de 5 millones de personas inscritas en más de 400 materias universitarias. Y sus principales competidores, Udacity y edX, juntos reportan inscripciones de casi 2 millones. Además, hay cursos disponibles en una docena de idiomas, y han surgido nuevos proveedores en países como Inglaterra, Alemania y Brasil.

Sin embargo, la oferta de cursos en español ha sido relativamente limitada, a pesar de que hay 500 millones de personas cuyo primer idioma es el español.

La nueva colaboración entre Slim y Coursera busca atender a la enorme demanda de estudios superiores por parte de la comunidad hispana. El proyecto tiene dos componentes principales. El primero consiste en la traducción al español de cursos disponibles en la plataforma de Coursera, así como la creación de nuevos cursos en áreas estratégicas. Estos incluyen medicina y salud pública, desarrollo profesional de profesores, y “habilidades profesionales esenciales” como comunicación y liderazgo. También, se creará un sistema de certificación compuesto por varios cursos en temas de alta demanda. La segunda parte implica la creación de Centros de Aprendizaje, que aprovecharían la infraestructura de las más de 3,500 bibliotecas digitales operadas por la empresa telefónica mexicana, Telmex, para dar acceso a los cursos en línea para personas sin acceso al internet.

Según Daphne Koller, cofundadora de Coursera y ex profesora de informática de la Universidad de Stanford, el convenio ayudará a “remover barreras de acceso a educación de alta calidad para los estudiantes que hablan español”. La empresa actualmente ofrece materias impartidas por profesores de algunas de las universidades de mayor prestigio en el mundo, incluyendo Stanford, la Universidad de California, la Universidad de Princeton, así como a la École Polytechnique de Paris y a la Universidad de Tel Aviv.

El convenio tiene un enfoque abiertamente pragmático, y busca facilitar el acceso a los estudiantes al mercado laboral. “Nuestra alianza con Coursera permitirá formar en México, Latinoamérica y en la comunidad hispana de Estados Unidos, capital humano al más alto nivel", dijo Slim, al firmar el convenio el 29 de enero. Según Koller, la nueva alianza “ayudará a los estudiantes a desarrollar habilidades en sectores críticos y de rápido crecimiento en el mercado laboral de América Latina, impactando sus vidas y a sus comunidades”.

La decisión de Slim de invertir parte de su inmensa fortuna a la formación laboral puede tener motivos mediáticos. El magnate, quien compite con Bill Gates por el título del hombre más rico del mundo, ha enfrentado críticas por destinar relativamente poco de su fortuna a actividades filantrópicas y por la poca transparencia de sus donativos. En contraste, Gates ha donado más de 30 mil millones a proyectos de salud y para combatir la pobreza, y ha prometido donar 95 por ciento de su fortuna antes de morir.

Slim niega las críticas, insistiendo que simplemente es más cuidadoso en cuanto a las causas que elige. “No me gusta hablar de regalar dinero”, dijo en 2012 en entrevista con The Chronicle of Philanthropy. “Ese no es nuestro propósito. Nuestro propósito es resolver problemas sociales”. No obstante, los donativos de Slim han incrementado en años recientes, e incluyen colaboraciones con el World Wildife Fund (Fondo Mundial para la Naturaleza) y la Fundación de Bill y Melinda Gates. También, ha invertido cientos de miles de dólares a proyectos educativos, a través de becas estudiantiles y la enseñanza de habilidades computacionales.

El convenio con Coursera se inserta en esta última línea, al facilitar el acceso a cursos gratuitos para estudiantes con poco acceso a estudios universitarios tradicionales. En México, hay poco más de 3 millones de estudiantes universitarios, lo que representa una matrícula bruta de solo 30 por ciento, tasa que está por debajo del medio regional de 37 por ciento. Y la tasa neta, que representa la proporción de jóvenes entre 18 y 24 años que están inscritos a nivel terciario, se estima en poco más de 20 por ciento. La mayor parte de este último grupo proviene de los sectores más privilegiados de la sociedad.

No es la primera vez que se argumenta el potencial de la educación en línea para democratizar el acceso a la universidad. Hasta ahora, sin embargo, la evidencia va en sentido contrario. Por ejemplo, un estudio de la Universidad de Pensilvania sobre los usuarios de los MOOC encontró que la vasta mayoría de los participantes ya cuenta con un título universitario. Los investigadores aplicaron una encuesta a más de 35,000 estudiantes de más de 200 países, que participaron en los 32 cursos de la universidad disponibles en la plataforma de Coursera. En el caso de los participantes de Estados Unidos, 80 por ciento ya era egresado universitario—lo que representa casi tres veces la tasa de estudios superiores dentro de la población en general. La brecha fue aún más marcada en Brasil, Rusia, India y Sudáfrica, en donde casi 80 por ciento de los estudiantes provenía del 6 por ciento más rico de la población.

Coursera está consciente de que sus cursos no están llegando a la población más necesitada. Como respuesta, la empresa ha firmado convenios con el Departamento de Estado estadounidense y otras organizaciones con presencia en el extranjero, para abrir centros en donde estudiantes cursan materias en línea y tienen acceso a maestros voluntarios. Como ejemplo, el programa Campo MOOC, del gobierno de Estados Unidos, ha abierto espacios dentro de sus embajadas en más de 40 países, en donde se impartan los cursos de Coursera. También participan Udacity, el proveedor pionero de los MOOC, y edX, un proyecto sin fines de lucro de la Universidad de Harvard, el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), y otras universidades.

No obstante, otros esfuerzos por llevar a los MOOC a poblaciones de pocos recursos han tenido resultados poco alentadores. El experimento de más alto perfil fue realizado el año pasado por la Universidad Estatal de California, que ofreció cursos introductorios de matemáticas desarrollados en conjunto con Udacity. Los cursos fueron abiertos a estudiantes de la universidad y a miembros del público. Sin embargo, la universidad decidió cancelar el experimento, después de que entre 71 y 49 por ciento de los estudiantes universitarios reprobaron las materias, según reportó The Chronicle of Higher Education. Para el público, las tasas de reprobación fueron aún peores: varían entre 88 y 55 por ciento de los alumnos, según la materia.

El fracaso fue tal que el flamante fundador de Udacity, Sebastián Thrun, declaró a la revista Fast Company que tenía “un pésimo producto” y que los MOOC no servían para impartir estudios de licenciatura. Al mismo tiempo, este resultado representó un giró impresionante para Thrun, ex profesor de informática de Stanford y programador estrella de Google. Hace poco, él había pronosticado que dentro de 50 años, solo habría 10 instituciones de educación superior en el mundo, y que Udacity sería una de ellas.

Para los críticos de los MOOC, fue una vindicación de su argumento central: que los estudiantes menos calificados necesitan más—en vez de menos—interacción con profesores. Ellos sustentan sus argumentos en años de investigación sobre la educación a distancia, y los retos tecnológicos y pedagógicos que representa.

A pesar de tales evidencias, el modelo de los MOOC gana cada vez más adeptos a nivel mundial. Parece que cada mes, un nuevo competidor entra al mercado. Entre los más ambiciosos está la compañía brasileña Veduca, que se lanzó al mercado en marzo de 2012. Ofrece cursos grabados de universidades como Harvard, Stanford y Princeton, traducidos al portugués. Para enero, su sitio web había recibido más de 3 millones de visitas y la compañía había logrado inversiones de $1.3 millones de dólares, según su fundador, Carlos Souza. Veduca también está siguiendo la tendencia en Estados Unidos de ofrecer certificados pagados para estudiantes que completan varias materias, a través del Ministerio de Educación brasileño.

El nuevo convenio entre la Fundación Carlos Slim y Coursera busca ofrecer algo parecido para el mercado en español. El reto mayor, sin embargo, está en llegar a los estudiantes no tradicionales y en asegurar que realmente aprendan algo de utilidad. Dada la experiencia de los MOOC en otras partes del mundo, no es tarea fácil.


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