En la entrega anterior señalamos que la dimensión internacional es un referente fundamental en la discusión de la agenda de la educación superior, a pesar de que, obnubilados como estamos por el desafío de los problemas internos, se le presta poca atención.
Un reciente documento de la Comisión Europea encargada de los asuntos educativos y de investigación en esa región, ejemplifican los temas a debatir en el plano internacional (Delivering on The Modernization Agenda for Univesities: Education, Research and Innovation. http://eur-lex.europa.eu) Conviene advertir que la puesta en marcha de las iniciativas es más compleja en la Unión Europea (UE), se trata de una región que involucra a 25 naciones, con un sistema educativo compuesto por aproximadamente 4 mil instituciones, alrededor de 17 millones de estudiantes, un millón de profesores y poco más de 400 mil investigadores. Pero el proceso de la UE ha sido ilustrativo de la posibilidad de formación de bloques regionales y también de las dificultades para homogeneizar posiciones (recuérdese el congelamiento de la aprobación de la Constitución Europea).
La idea de la Comisión es poner a discusión la contribución de las universidades, y en general de las instituciones de educación superior, al cumplimiento de la estrategia de Lisboa: convertir a la UE en la región basada en el conocimiento más competitiva en el mundo para el 2010. El diagnóstico de la Comisión es que actualmente las universidades europeas no están en posición de lograr su potencialidad. No lo están por su "indeseable grado de uniformidad" que aunque las ha provisto de un buen desempeño promedio, también les ha impedido ofrecer mayores oportunidades educativas a grupos sociales en desventaja, así como un retraso en la innovación curricular y en sus métodos de enseñanza; lo mismo que regulaciones administrativas que obstaculizan la movilidad académica.
La Comisión sugiere una "modernización" de las universidades. Un cambio sobre la base de sus fortalezas, pero que permita diferenciar sus actividades: no todas las instituciones tendrían que guardar el mismo equilibrio entre formación e investigación, conservar la inclinación por la investigación, ofrecer el mismo tipo de servicios o cultivar las mismas disciplinas académicas.
Lo más importante es que la Comisión identifica nueve ámbitos de acción en las universidades que se pueden modificar. Algunos de los más sobresalientes son: Eliminar las barreras alrededor de las universidades en Europa, lo que incluye incrementar sustancialmente la movilidad intersectorial y geográfica (por lo menos duplicar el número de estudiantes de posgrado que cursan un ciclo o un semestre fuera de sus países de origen o en la industria) y abatir los plazos para el reconocimiento de calificaciones profesionales (ninguna solicitud de reconocimiento académico debería esperar más de cuatro meses).
Asegurar una real autonomía y rendición de cuentas de las universidades, para posibilitar la innovación y la responsabilidad de las instituciones. Lo mismo que proporcionar incentivos para asociaciones estructuradas con la comunidad empresarial, pero sin menoscabo de preservar la misión pública y el mandato cultural y social de las universidades.
En materia de financiamiento, propone reducir las brechas y hacerlo más efectivo en educación e investigación, lo que incluye no solamente la meta de la Estrategia de Lisboa de destinar 3 por ciento del PIB en investigación y desarrollo para el 2010, sino también el 2 por ciento del PIB para un sector de educación superior modernizado y esquemas de apoyo para favorecer la equidad en las oportunidades educativas.
La Comisión también sugiere posibilitar la trans e interdisciplinariedad, básicamente a través de enfoques centrados en los nuevos desarrollos de los campos existentes y en las líneas emergentes de estudio científico, lo que implica ubicarse menos en las disciplinas científicas y más en los dominios de investigación (p.e. energías renovables o nanotecnología).
Finalmente, propone hacer de las áreas de Educación Superior y de Investigación Europeas las más visibles y las más atractivas en el mundo, áreas completamente abiertas y competitivas, con mayor cooperación internacional estructurada y apoyada financieramente.
El conjunto de medidas propuestas para la modernización de las universidades europeas tienen como acicate su contribución al cumplimiento de la Estrategia de Lisboa y algunas son controvertidas. Es difícil tomarlas como modelo de referencia para el caso mexicano o incluso latinoamericano, pero en un contexto en el que las prioridades nacionales se ven atenazadas por la baja tasa de cobertura y los imperativos regionales, conviene atender y entender la experiencia europea.
