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Movilidad académica: ¿Open Doors o murallas?
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm. 682, pp. 5 [2016-11-17]
 

Todavía no se sabe exactamente qué hará o dejará de hacer Donald Trump, el nuevo presidente de los Estados Unidos. El Partido Republicano también alcanzó mayoría en el Congreso y, en principio, eso le facilitaría poner en marcha cualquier decisión, sea para revertir o mantener programas e incluso para proponer algo completamente distinto. Hasta ahora, lo único claro es que las cosas no serán iguales para nadie. De hecho, han dejado de serlo, ahí están las incontrolables muestras de odio desatado.

No es ninguna casualidad que las instituciones académicas, y en ellas principalmente los jóvenes estudiantes, sean protagonistas de las manifestaciones públicas de inconformidad con la victoria de Trump. La sensibilidad de los recintos educativos anticipan las pulsiones de un creciente malestar social, pero también, en este caso, porque las propuestas de campaña del presidente electo son altamente selectivas, excluyentes, refractarias a todo lo exterior y toman como palanca el endurecimiento de su sistema de inmigración. Un esquema contrario a la universalidad del conocimiento.

El inventario de acciones o programas que podrían alterarse a partir del año próximo puede ser muy extenso. No obstante, hay una que definitivamente podría encabezar la lista en los planes del nuevo gobierno: la movilidad académica. Lo más obvio es la posible suspensión de la iniciativa puesta en marcha por la administración de Obama, denominada Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés) (“The first big political war of Trump’s presidency will be explosive”. The Washington Post. 11.11.2016).

Todavía hoy, el programa DACA otorga permisos para trabajar y la suspensión temporal de la deportación a indocumentados que llegaron a Estados Unidos siendo niños. Los beneficiarios son los denominados DREAMers, ese grupo de más de un millón de ahora jóvenes que ingresaron a esa nación antes de cumplir 16 años en el 2007 y que para el 2012 debían tener menos de 31 años de edad. Una buena parte de ellos portadores de altos niveles de escolaridad. El Pew Research Center señala que suman más de 728 mil los jóvenes que ingresaron exitosamente al DACA y los mexicanos constituyen la mayor proporción (pewhispanic.org).

El programa DACA es una orden ejecutiva del presidente Obama y, como tal, puede ser revocada por su sucesor, como lo destaca The Washington Post y como lo ha planteado Trump en su plan de diez puntos. Desde luego, el impacto no será únicamente para los propios jóvenes, será una onda expansiva de ida y regreso que alcanzará a las familias, sus comunidades, las redes sociales y las naciones de las que provienen los jóvenes.

Otro programa que podría seguir en la lista y que también atañe directamente a México es el Foro Bilateral sobre Educación Superior, Innovación e Investigación (Fobesii). Una iniciativa de cooperación para la movilidad académica acordada por los presidentes Peña Nieto y Barack Obama en el 2013 y cuya acción más visible, por la parte nacional, es la de sumar 100 mil mexicanos estudiando en Estados Unidos para el final de este sexenio (Proyecta 100 mil, le llamaron).

En estas mismas páginas, desde la instalación del Fobessi hasta la estrategia más reciente de sumar becas para estudiar inglés (CampusMilenio No. 660), hemos dado cuenta de las dificultades del programa. Lo verdaderamente extraordinario es que la Secretaría de Relaciones Exteriores nos informó la semana pasada que: “actualmente hay 77 mil estudiantes mexicanos de educación superior en Estados Unidos, como parte del programa Proyecta 100 mil” (11.11.2016). A nada de alcanzar la meta. Simplemente increíble.

Posteriormente examináramos las cifras con mayor detalle y el tema del presupuesto pero, independientemente de su precisión, lo que parece incontrovertible es que el volumen del Fobesii no será indiferente al endurecimiento del sistema de inmigración y a la expedición de visas del gobierno estadounidense.

Estados Unidos es el mayor polo de atracción para estudiantes de todo el mundo. En este año, por primera vez, supera el millón de jóvenes internacionales en sus colegios y universidades (Open Doors, 2016). Brasil tiene ahí poco más de 19 mil alumnos y le sigue México con casi 17 mil. Pero, definitivamente, China con 329 mil estudiantes es el de la mayoría; luego la India con casi 166 mil. Por cierto, el Pew Research Center estima que cerca de 500 mil personas indocumentadas provienen de este último país.

Significativamente, el reporte anual de estadísticas de estudiantes internacionales, respaldado financieramente por el gobierno estadounidense, se titula “Open Doors”. Ahora, paradójicamente, en el nuevo periodo y casi para concluir la segunda década del siglo XXI, esa nación parece retornar, real y simbólicamente, a la costumbre medieval de levantar murallas para impedir el ingreso y la salida de personas. Inconcebible.


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