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UNAM: ¡Resistir la tentación autoritaria!
Imanol Ordorika Sacristán
La Jornada [1999-03-14]
 

Nos atacan porque discrepamos. Viva la disidencia porque esa es la esencia de la Universidad: Javier Barros Sierra

La respuesta estudiantil contra el posible aumento de las cuotas en La Universidad Nacional Autónoma de México ha crecido en las últimas semanas. Según declaraciones publicadas en La Jornada, las autoridades universitarias se aprestan a combatirla haciendo uso del Tribunal Universitario y la Procuraduría. Ante esta situación parece conveniente revisar nuestra historia universitaria para alertarnos sobre los riesgos que implica el seguir ese camino de intolerancia y cerrazón frente a la disidencia interna.

En 1946, el rector Salvador Zubirán enfrentó a un movimiento estudiantil que, entre otras cosas, rechazaba el aumento a las cuotas y demandaba reformas académicas en la Facultad de Derecho. Zubirán respondió a los estudiantes con sanciones y expulsiones.

En respuesta a éstas y a la represión policiaca ejercida contra los estudiantes, el movimiento creció y se expandió a otras escuelas. Finalmente Zubirán fue obligado a renunciar a la rectoría en medio de una situación de violencia.

En 1966 estudiantes de derecho rechazaron el nombramiento de director en su facultad. El rector Chávez respondió expulsando a algunos líderes estudiantiles. En un proceso heterogéneo que ha sido ampliamente discutido, la movilización se extendió a otras escuelas y obligó al rector a renunciar.

La falta de receptividad de ambos rectores a las demandas de los estudiantes y su incapacidad para establecer mecanismos de comunicación y negociación creó condiciones más propicias para la intervención externa y la violencia.

En contraste con ellos resaltan las actitudes de los rectores Luis Garrido y Nabor Carrillo ante movimientos estudiantiles de envergadura nacional en los cincuenta. El rector Garrido tuvo un fuerte desacuerdo con el doctor Chávez, entonces miembro de la Junta de Gobierno, por la negativa del primero a sancionar a los líderes del movimiento que derribó a Zubirán. Chávez nunca pudo entender la importancia de buscar salidas consensuales que podrían dar estabilidad a la universidad.

Durante el llamado "movimiento de los camiones", Nabor Carrillo actuó con flexibilidad y sensatez sin buscar una confrontación con los estudiantes, contribuyendo a la mediación para encontrar una solución al conflicto. Y qué decir de Barros Sierra y la actitud de respeto y protección que asumió hacia los estudiantes durante los sucesos de 1968.

El movimiento del Consejo Estudiantil Universitario en 1986-87 tuvo una fuerte confrontación con el entonces rector Jorge Carpizo. Por las razones que fueran, el rector resistió la tentación autoritaria. En lugar de sanciones, expulsiones o intervención de la policía, hubo diálogo público. Salvo algunos incidentes no hubo violencia generalizada, como ocurrió en los casos de Zubirán y Chávez.

Los movimientos estudiantiles posteriores a 1966 son bien diferentes a sus predecesores. Por fortuna el porrismo y la relación oportunista con el poder han sido erradicados casi por completo. Las autoridades universitarias, sin embargo, parecen insistir de forma recurrente en el uso de la represión y la intolerancia. Estas han probado ser siempre negativas para la universidad y deben ser condenadas tanto ayer como ahora.

Frente a la falta de otros canales democráticos y ante el control de los espacios políticos y de decisión por parte del gobierno y las autoridades universitarias, las marchas, los paros y las huelgas han sido los mecanismos históricos de expresión del movimiento estudiantil. A través de ellos se conquistó la autonomía universitaria en 1929, se respondió al gobierno en 1968 y se ganó el Congreso Universitario en 1987.

En el movimiento de los estudiantes contra las cuotas en estos días está implícita una visión alternativa de la universidad y del país. Yo personalmente la comparto en muchos puntos. Aunque no fuera así, considero que esta expresión tiene que ser respetada y atendida.

La historia universitaria nos muestra que es de importancia fundamental para la institución y el país construir un amplio consenso que lleve a las autoridades de la UNAM a no insistir en una salida de fuerza al conflicto que hoy se desarrolla. En lugar de expulsiones y sanciones, en lugar de tener estudiantes ante la procuraduría, las autoridades universitarias deben abrirse al diálogo y resistir la tentación autoritaria.


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