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Un ranking diferente
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm 167, pp.5 [2006-03-03]
 

En varias de las colaboraciones para este suplemento, hemos comentado la existencia de diversas publicaciones que tienen como cometido principal la clasificación de universidades e instituciones de educación superior, de acuerdo con diversos tipos de indicadores (escolaridad y prestigio de los profesores, calidad de sus laboratorios y bibliotecas, criterios de admisión, etcétera). Dijimos también que en nuestro país este tipo de publicaciones es incipiente y que la aparición de muchas de ellas ha sido motivada por las que existen en los Estados Unidos.

Desde 1983, por ejemplo, a finales del verano el U:S. News and World Report pone a disposición del público norteamericano su clasificación anual de universidades y colegios de educación superior. La tremenda popularidad que gozan ésta y otras publicaciones semejantes (Princeton Review, Peterson¢s y Kaplan, entre otras) es producto de la fascinación que existe en la Unión Americana por las clasificaciones y sirve de referencia a muchas familias en su decisión de dónde sus hijos harán los estudios universitarios. Quienes analizan las publicaciones y las clasificaciones que éstas plantean, están de acuerdo en que si los "rankings" se hacen correctamente, pueden decir qué funciona y qué no en las instituciones bajo escrutinio. La clave radica en juzgar con precisión y objetividad aquello que es lo más importante en la educación universitaria. Es decir, medir lo que es la excelencia académica más que la reputación o el prestigio de una institución.

En septiembre del año pasado, el Washington Monthly puso en circulación una clasificación de las mejores universidades norteamericanas basada en una serie de factores diferente a la que usualmente se utiliza por las publicaciones arriba mencionadas, tales como el porcentaje de estudiantes provenientes de hogares con bajos ingresos que se gradúan, el compromiso de la institución con el servicio a la comunidad y el grado en que las universidades sirven como motores de la movilidad social y como establecimientos de investigación que logran avances en el conocimiento y promueven el desarrollo económico. Lo interesante de esta novedosa clasificación es que las tradicionales ocupantes de los primeros lugares del U.S. News and World Report no ocupan el liderato de acuerdo con los nuevos criterios. En este "ranking", las universidades estatales ocupan los primeros lugares. Así, por ejemplo, Princeton ocupó el lugar 44, por debajo de la Universidad Estatal de Carolina del Sur.

El criterio para otorgar a los establecimientos universitarios el lugar más alto de la jerarquía fue su compromiso con el servicio al país y no necesariamente por lo deslumbrante de sus investigaciones (aunque el MIT clasificó muy alto en ambos indicadores). La Universidad de California, Los Angeles (UCLA), por ejemplo, quedó en segundo lugar de la nueva clasificación general debido a la calidad de sus investigaciones y fue la primera en el indicador de movilidad social, a causa de sus altísimos niveles de graduación de estudiantes provenientes de hogares con bajos ingresos. Por el contrario, una universidad de la llamada Ivy League, Princeton, obtuvo calificaciones mediocres en el servicio al país y en movilidad social, categorías en las que se esperaría tuviera mejores resultados. Otra institución de gran prestigio, Harvard, alcanzó los menores porcentajes en las becas Pell, dirigidas a estudiantes de bajos recursos. En investigación, el criterio fue otorgado en función del impacto en el medio social. En este sentido, la Universidad de California, San Diego (UCSD), ocupó un lugar preponderante por los significativos beneficios directos a las empresas de su entorno geográfico.

De acuerdo con el Washington Monthly, el hallazgo más importante fue el relacionado con el beneficio que las universidades prestan al país. Los criterios para este indicador fueron los porcentajes que las instituciones dedican en el rubro de los recursos federales para apoyar a sus estudiantes y los coloca en trabajos que beneficien a la comunidad, tanto en el nivel nacional como internacional. En este sentido, la Universidad de Pórtland se ubicó en el primer lugar, en tanto que Harvard quedó en el 75. No obstante, en este indicador el MIT también alcanzó uno de los primeros lugares.

Aunque la realidad de un país como los Estados Unidos y sus instituciones de educación superior es muy diferente a la de nuestras universidades, no deja de ser interesante y pertinente poner atención al tipo de indicadores y criterios propuestos por el Washington Monthly, pues tienen que ver de manera directa con el sentido de la universidad en su papel de vehículo de movilidad social y factor importante en el desarrollo de la sociedad en general. Algunas instituciones sólo tienen como preocupación primordial -a veces única- lo que ellas pueden hacer por los estudiantes de manera individual. De lo que se trata ahora también es que las universidades, públicas y privadas, se interroguen acerca de lo que pueden hacer por su país.


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