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La UNAM, más allá de los rankings
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 160 [2006-01-12]
 

Durante el período vacacional no dejé de celebrar la publicación de un comunicado en el que la UNAM se proyecta con hechos, aquellos diez que la institución juzgó representativos del año que acaba de terminar. Se destaca, desde luego, el que es una de las cien mejores universidades del mundo, pero también otros sucesos sobre su labor en el campo internacional.

En mi opinión, es un hito el que se haya abierto una sede de nuestra casa de estudios en Los Ángeles, California, que es la tercera en los Estados Unidos, por las labores tan importantes que allí hace la UNAM para educar en el español, la historia, las humanidades, el arte y la cultura de México en general. He dicho en varias ocasiones, por este medio, que las sedes de la Universidad Nacional en los dos países de Norteamérica representan uno de los proyectos internacionales más importantes de la institución.

El comunicado también destaca el esfuerzo para hacer realidad el espacio común de la educación superior en México y la movilidad estudiantil con América Latina. Además, los avances científico-tecnológicos en astronomía, medicina y el estudio de los mares. No podía faltar el inicio de las transmisiones del Canal Cultural de los Universitarios, que era un anhelo desde hace mucho tiempo.

La UNAM ha ganado a pulso su autoridad académica como institución educativa. Ha competido con otras universidades del mundo en la producción de conocimiento en condiciones económicas y sociales desventajosas. Con reglas para fijar la excelencia que son definidas e impuestas desde fuera. Que se aceptan porque formamos parte del escenario internacional, a pesar de las críticas que se hacen a los conceptos y a los indicadores implicados en el establecimiento de rangos de calidad.

No me detendré en lo que se refiere al concepto de excelencia. En el capítulo dos de The University in Ruins (1996) Bill Readings hace una magnífica discusión para acabar con su uso, por su carencia de contenido, por sus ligas con el análisis de costo-beneficio, el rendimiento de cuentas a partir únicamente de un reporte de los servicios prestados a la sociedad relativos a la inversión y al gasto, así como por el manejo político que hacen las burocracias del propio concepto. Y sobre los comentarios críticos a los indicadores puede verse en las páginas de Campus los escritos de Altbach, Rodríguez y Suárez. Los rankings tienen un enfoque más bien administrativo y debe evitarse que se usen para el otorgamiento de recursos financieros.

El comunicado de la UNAM me llamó la atención porque apunta a una práctica en la que las universidades señalen públicamente cuáles son los "hechos" sobresalientes en su ejercicio. Es una manera de establecer procesos de legitimación institucional con criterios más apropiados a las condiciones del entorno académico y social que circunda a las universidades. Mostrar los hechos brinda la posibilidad de un juicio más amplio que el de los especialistas o interesados en el campo educativo. Permite observar que no todas las instituciones tienen que ser buenas en lo mismo.

Una cuestión necesaria de entender para evaluar es que, en un país como México, las universidades públicas, además de ganar premios y puntajes en los índices de citas, cumplen un compromiso y una responsabilidad social que no se reflejan en los rankings, a pesar de su enorme importancia. Educan a la mayor parte de los jóvenes que estudian en este nivel, le producen al país los profesionistas que requiere, todavía más, para un desarrollo con justicia y equidad. Cada universidad es un proyecto que da significado y sentido a la cultura local y nacional. En conjunto representan una vía para cerrar la brecha educativa que existe con los países ricos.

Es meritorio tener en cuenta, también, los esfuerzos que cada institución hace para cumplir mejor sus funciones. Por ejemplo, en el caso de la UNAM habría que mencionar el empeño que ha demostrado para llegar a un sitio de tan alto reconocimiento en un período muy breve y después de una crisis como la que sufrió seis años atrás. Admitir, igualmente, que su vigor ha estado acompañado de una libertad plena para que nosotros los académicos realicemos nuestro trabajo.

Es crucial, asimismo, juzgar lo que una institución de alto nivel académico hace para que otras instituciones incrementen el suyo. En la globalización, dadas las circunstancias que existen en México, es indispensable jugar con las combinaciones institucionales y la cooperación para ampliar los recursos de información y potenciar las habilidades para manejarlos. Supone, en consecuencia, generar un mayor equilibrio de las capacidades académicas entre las instituciones menos dotadas y las más avanzadas. Es a través de una noción como la del espacio común que se puede tener una ruta de acceso a la sociedad del conocimiento.

En fin, el país va a tener un cambio político en breve. Será imperativo pensar de qué forma se va a conducir la educación superior pública. Impulsar la tesis de hacer primero lo que resulte relevante para el desarrollo nacional y con ello una idea diferente de cómo hacer la educación y de los criterios pertinentes para juzgarla y financiarla.


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