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El primer año de la Universidad
Roberto Rodríguez Gómez
Campus Milenio Núm 158 [2005-12-15]
 

Una de las primeras informaciones de primera mano sobre la vida universitaria en nuestro país, se debe a la pluma de Francisco Cervantes de Salazar quien, además de haber pronunciado la oración inaugural de las cátedras de la recién fundada Universidad de México, el 3 de junio de 1553, imprimió apenas un año después sus célebres diálogos sobre temas mexicanos, el primero de los cuales dedica precisamente a la universidad.

Este curioso texto, escritor originalmente en latín, fue traducido y divulgado por el historiador Joaquín García Izcablaceta (Antigua Librería de Andrade y Morales, México, 1875) y posteriormente editado, con notas de Edmundo O´Gorman, en el número 25 de la colección "Sepan cuantos..." de la editorial Porrúa (México, 1963). De él comenta Agueda Rodríguez Cruz, historiadora de la Universidad de Salamanca, "Francisco Cervantes de Salazar nos dejó una pintura entrañable y elocuente de la primera andadura de la Universidad de México, a la que compara con la Universidad de Salamanca. Es un cuadro encantador en que aparece la hija de ultramar imitando, a lo pequeño pero con toda fidelidad, las pautas de la Alma Mater salmantina, su modelo inspirador." ("Mateo Arévalo, canonista salmentino, profesor del primer claustro de la universidad de México", en La universidad novohispana: corporación, gobierno y vida académico, México, CESU, 1996).

En el diálogo literario de Cervantes sobre la universidad conversan dos estudiantes amigos: Mesa, residente en México, y Gutiérrez, recién llegado de España. Es fácil apreciar que ambos personajes son Cervantes mismo en sus dos facetas: estudiante que fue en Salamanca, y una vez en nuestro contexto, graduado de la Real Universidad de México, profesor, y rector en dos ocasiones.

No se trata de un diálogo extenso, apenas cinco páginas en la edición de Porrúa, pero ofrece una luminosa instantánea de los primeros días de nuestra casa de estudios. Quizás lo más llamativo para el lector contemporáneo, sean las consideraciones que Cervantes pone en boca de sus personajes acerca de los atributos de calidad de la naciente institución, que la comparan, según él, a las mejores universidades de la metrópoli. No menos interesante su disquisición, ciertamente interesada al ser el autor miembro del claustro, sobre los ingresos de los profesores y su alegato en pro de incrementarlos. Dejo al lector con el diálogo.

Pregunta Gutiérrez a Mesa "¿qué edificio es ese con tantas y tan grandes ventanas arriba y abajo, que por un lado da a la plaza, y por el frente a la calle pública, en el cual entran los jóvenes, ya de dos, ya como si fueran acompañando a un maestro por honrarle, y llevan capas largas y bonetes cuadrados metidos hasta las orejas?" Responde Mesa, "es la Universidad, donde se educa a la juventud: los que entran son amantes de Minerva y de las Musas."

Interesa a Gutiérrez conocer los atributos de calidad del establecimiento. Así, interroga a Mesa: "Para el número y concurrencia de estudiantes tiene bastante amplitud (...) pero dime lo que importa más, y que realmente ennoblece a una Universidad, qué tales profesores tiene?" Mesa no duda al responder: "excelentes" y añade "son empeñosos y versadísimos en todas ciencias. Y hasta te diré, nada vulgares, y como hay pocos en España."

Siendo así, Gutiérrez quiere saber "¿qué emolumentos gozan, cuánto tiempo enseñan y quiénes son estos celosos maestros de la juventud?" Al responder, Mesa anota dos asuntos que no serán extraños al lector de hoy, la diferenciación salarial imperante y la insuficiencia de recursos: "no a todos se da el mismo sueldo; a unos doscientos, a otros trescientos pesos de oro al año, según la importancia de la facultad y la ciencia del profesor. Sin embargo, considerando en general el esmero con que enseñan, y la carestía de la tierra, es bajísima de todos modos la asignación. Porque sólo la propia experiencia podrá hacer creer, que lo que en España compras con cualquier moneda de cobre, aquí no hallas quién te lo venda, no digo por el duplo, pero ni aun por el triplo de plata."

En opinión de Mesa, los profesores universitarios deberían tener ingresos superiores para, de ese modo, posibilitar una dedicación exclusiva a su oficio con los consiguientes efectos positivos de calidad. Dice así: "convendría (...) que a los catedráticos se diese un sueldo tal que sólo se ocupasen en lo que tienen a su cargo, sin distraerse para nada en otros cosas, y que les bastara para sustentar medianamente sus personas y familias. Resultaría de esto lo que es preciso que suceda en cualquier escuela bien organizada: que habría mayor concurso de sabios, y estudiarían con más ardor los jóvenes que algún día han de llegar a ser maestros."

Cierra esta parte del diálogo el visitante Guitérrez con una sutil indirecta: "Aumentará los honorarios el Emperador luego que sea de ello informado; y si, como se dice, las dignidades eclesiásticas y demás empleos se han de reservar para los que habiendo dado pruebas de su erudición sean considerados más dignos, esto infundirá grande ánimo a los escolares para proseguir incansables con sus estudios."

No había cumplido dos años la Universidad cuando esto se publicó. Contaba con algunos jóvenes catedráticos, provenientes de las universidades españolas, y con una entusiasmada corporación de estudiantes. No tenía aun biblioteca ni edificio propio, pero se había echado a andar. ¿Cuántas veces, desde entonces, se habrá repetido el reclamo por recursos suficientes? ¿En cuántas ocasiones se habrá discutido, con unos argumentos o con otros, que la universidad es importante para el progreso de la nación?

En fin, nos vemos el año próximo.


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