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La controversia por la migración y las remesas
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 153 [2005-11-10]
 

La semana anterior señalamos que la reciente publicación del Banco Mundial (BM) sobre migración internacional y fuga de cerebros, tenía diferentes aristas y una de ellas es propiamente el volumen de recursos que representan las remesas. La atención gubernamental y académica sobre el tema es relativamente reciente, hace apenas un par de décadas que se comenzó a indagar y calcular de forma sistemática los montos y el destino del dinero que envían los emigrantes a su país de origen. No solamente se trata del tamaño y dirección del flujo de recursos monetarios, sobre los que igualmente existen divergencias, sino también y de forma muy relevante la función que cumplen esos recursos y los efectos que provocan en los países receptores.

La UNESCO calcula que el número de migrantes a nivel mundial representa cerca del 2.9 por ciento de la población global. En cifras absolutas, la división de población de la UNESCO estima que los migrantes en este año se sitúan entre los 185 y 192 millones de personas, casi 10 o 15 millones de personas más que en el 2000 (Word Migration 2005: Costs and benefities of the International Migration). Además, la misma organización indica que las únicas dos áreas en el mundo que han incrementado su actividad migratoria en las últimas tres décadas son América del Norte y la ex Unión Soviética; Asia y África han disminuido su participación relativa.

El reporte de la UNESCO argumenta que la migración internacional tiene tanto costos como beneficios y sostiene que, contrario a la percepción más generalizada, las evidencias de investigación muestran que los inmigrantes generan más beneficios que las posibles dificultades que causan. Cita el ejemplo del Reino Unido, en donde los migrantes aportaron en impuestos alrededor de 4 mil millones de dólares en 1999-2000, una contribución mayor a lo que recibieron en beneficios. O el caso de Estados Unidos, en donde su ingreso nacional se incrementó en 8 mil millones de dólares en 1997 por la inmigración. Otro dato, al cual ya nos hemos referido en ocasiones anteriores, es el hecho de que cada vez más se trata de migrantes con mayor grado de escolaridad y con altos niveles de calificación, aunque las posibilidades de desempeñarse en las actividades para las que están calificados depende del país de origen y en buena medida poco tienen que ver con el empleo que consiguen.

Por su parte, el documento del BM, al que nos referimos la semana pasada (International Migration, Remittances & The Brain Drain), sostiene que la migración y las remesas tienen un efecto positivo en el desarrollo y el bienestar de los países que reciben las remesas. En su apreciación, las remesas reducen la pobreza de los hogares que las reciben --en algunos casos prácticamente es el único ingreso-- e incrementan la inversión en capital humano (educación), bienestar (salud) y en actividades productivas, al mismo tiempo que evitan el trabajo infantil. Pero también señalan que algunos hallazgos muestran que el impacto de las remesas en la inversión en capital humano y actividades productivas es mayor que cualquier otra fuente de ingreso, aunque también advierten que el ingreso de los hogares también se puede incrementar sin la migración (p. 14). Esto es quizás uno de los aspectos que explican parte de la controversia que se generó hace unos meses en México por el monto de las remesas y es también un aspecto relevante para el diseño de las políticas.

En abril de este año, cuando el Banco de México (Banxico) rindió su informe anual del 2004, señaló que el monto de las remesas para ese periodo, el dinero que los residentes en el exterior de origen mexicano envían a sus familiares en México, había alcanzado un monto de 16,613 millones de dólares. Una cifra que representaba 2.5 puntos porcentuales del PIB y un equivalente a 78 por ciento del valor de las exportaciones del petróleo (p. 53).

La cifra anterior no motivó mayores comentarios. La polémica vino unos meses después, el 10 de junio, cuando el comité técnico de medición de la pobreza en el país rindió su informe y señaló que de acuerdo a su medición se había reducido la pobreza entre el 2000 y el 2002: cerca de 3.5 millones de personas habían escapado de esa situación en ese periodo. La discusión comenzó cuando algunos analistas atribuyeron la reducción de la pobreza al volumen de las remesas y no, como era esperable, a las políticas de desarrollo del gobierno federal.

La Secretaría de Desarrollo Social señaló que los ingresos por concepto de remesas indicada por el Banxico era errónea, pues estaba sobreestimada y añadió que la cifra correcta era de 8 mil 300 millones de dólares, la mitad de lo señalado por Banxico. Además, los funcionarios del gobierno federal se apresuraron a divulgar los factores que contribuyeron a la reducción de la pobreza: la ampliación y cobertura de los programas sociales (por ejemplo, Oportunidades y Procampo), la estabilidad macroeconómica con sus efectos en el salario real y el acceso a diferentes satisfactores. También se reconoció el papel de las remesas, pero se les atribuía un efecto menor al de los programas sociales y, sobre todo, se indicaba que se había operado una reducción en los costos de transferencia y con ello la mejora en el volumen de recursos que llegaba a los hogares mexicanos.

La polémica por el volumen de las remesas y sus efectos no concluyó. En julio de este año, se instaló un grupo de trabajo, compuesto por integrantes de Banxico, la Sedesol y académicos del Colegio de la Frontera Norte (Reforma 17/07/05). Sin embargo, a la fecha, públicamente, no se conocen los acuerdos o los avances registrados.

La razón parece asistirle al Banxico, pues la semana anterior el Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN) del Banco Interamericano de Desarrollo señaló que México recibirá por remesas uno 20 mil millones de dólares. De cualquier forma, habrá que aguardar los resultados del grupo de trabajo pero, como se puede apreciar, el tema tiene múltiples implicaciones que conviene atender.


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