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Cerca de la gran decisión
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm 248, pp.13 [2007-11-08]
 

El proceso de designación de quien habrá de ser rector de la UNAM a partir del 17 de noviembre, ha entrado en su segunda etapa. De acuerdo con la convocatoria emitida por la Junta de Gobierno, hasta el pasado miércoles 31 de octubre se recibió a los distintos grupos que propusieron a quienes consideraron con los méritos y la capacidad suficiente para encabezar a la institución durante los próximos cuatro años (que si son exitosos podrían extenderse a ocho).

Además de las audiencias, la Junta recibió también cartas y mensajes electrónicos de apoyo a los diversos candidatos. La prensa nacional y los diversos medios de difusión han informado de la gran cantidad de universitarios recibidos por las cinco subcomisiones en que se dividió la Junta. Según la información disponible, la afluencia de quienes quisieron ser escuchados fue muy nutrida. La semana pasada, la Junta de Gobierno anunció que recibirá en estos días a los ocho más mencionados, incluyendo a quien ha sido propuesto por grupos que cuestionan el proceso y lo tachan de antidemocrático.

Entre los días 5 y 9 de este mes, los ocho convocados habrán de manifestar a los 15 miembros de la Junta sus ideas acerca del porvenir de la institución y de los enormes desafíos que enfrentará en los próximos años. En la opinión pública, y en casi la totalidad de los aspirantes, existe el consenso de que la gestión del rector saliente ha sido muy exitosa y con resultados realmente espectaculares. Se pasó de una situación cercana al colapso a fines de 1999 a una en la cual se tiene una institución que recupera el liderazgo académico del sistema de educación superior del país y obtiene innumerables reconocimientos internacionales. De tal manera que el primer gran desafío será consolidar ese liderazgo, sin dejar de reconocer que aún persisten situaciones que están muy lejos de ser satisfactorias.

Frente al prestigio y las grandes realizaciones en la investigación, la docencia y la extensión, subsisten zonas en las cuales la calidad deja mucho qué desear. No se puede negar que en el bachillerato, la licenciatura y el posgrado los niveles de calidad son heterogéneos. Todavía se imparten materias y carreras profesionales con métodos memorísticos y repetitivos; el compromiso de los docentes con el aprendizaje de sus alumnos es insatisfactorio; los curricula siguen siendo rígidos y no permiten la movilidad intrainstitucional (aunque en el posgrado la situación ha comenzado a revertirse).

Parecería que los propósitos de situar a los alumnos en el centro de las actividades académicas se contradicen con las inercias de una docencia llena de atavismos.

Asimismo, la investigación no siempre tiene claras sus líneas y objetos de análisis. Hay todavía programas con muy poca vinculación social. El envejecimiento de la planta académica y el problema de las jubilaciones —asuntos que afectan a la gran mayoría de las instituciones públicas de educación superior— dificultan la necesaria renovación de cuadros docentes y de investigación. Además, la batalla anual por el financiamiento precisa de mecanismos que permitan contar con presupuestos multianuales. Para su consecución, se requiere mayor acercamiento con las universidades públicas, sobre todo en el interior de la ANUIES. En este inventario de problemas y pendientes se mencionan sólo algunos de los más evidentes. En fin, quedan aún rezagos importantes que es ineludible atender y resolver.

Qué diferente es el panorama actual de la sucesión comparado con la crisis institucional de hace ocho años. Hasta hoy el proceso ha transcurrido sin incidentes y casi sin descalificaciones. Los aspirantes han evitado confrontarse entre sí. Seguramente los integrantes del cuerpo colegiado que habrá de designar al nuevo rector y los propios aspirantes al puesto, habrán de valorarlo en todo su significado, y como oportunidad para consolidar lo logrado hasta ahora. Los ocho convocados son personas que conocen muy bien la institución, pues todos ellos llevan varias décadas ejerciendo funciones de docencia, investigación y gestión.

Hasta ahora el proceso de auscultación ha procurado contar con la mayor participación de los sectores que componen la institución. Es necesario que continúe siendo así, pues quien sea designado por la Junta de Gobierno precisará de un alto nivel de legitimidad para llevar a cabo los ajustes y transformaciones que la institución requiere en el futuro inmediato. No podría ser menos en un país que, como resultado del accidentado proceso electoral del año pasado, sigue cuestionando la legitimidad de quien ocupa la primera magistratura.

Conforme a lo estipulado en el proceso de designación, seguramente la próxima semana la Junta contará ya con todos los elementos necesarios y habrá de sesionar para tomar su decisión final. Confiemos en que sea la mejor para la Universidad Nacional.


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