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Avanzar en la UNAM
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 251 [2007-11-29]
 

El día 20 de noviembre pasado el doctor José Narro tomó posesión como rector de la Universidad Nacional Autónoma de México. Reiteró, como siempre lo ha hecho, que los estudiantes "están en el centro de la razón de ser de la universidad". En este punto se parte de un acuerdo muy sólido entre los universitarios, cuyas implicaciones son muy trascendentes.

Una de ellas es revalorar la docencia, "sin restarle importancia ni recursos a la investigación…". Sí. Tendremos que mantenernos y fortalecernos como una universidad de investigación y hacer que la producción de conocimiento esté imbricada estrechamente con la enseñanza. El desarrollo del posgrado será esencial, junto con la investigación, para elevar la calidad académica de nuestra institución y de otras a las que se incorporen los egresados.

Pero, para revalorar la docencia, hay que repensar el sistema de evaluación del trabajo académico, en el que se privilegia la productividad de los resultados de investigación frente al trabajo directo con los estudiantes, sea en la clase o en el cubículo. A la docencia se le ha visto como una actividad que agrega puntos. Y no puede ser. Es parte del compromiso que tenemos los académicos con la UNAM y con el país. Formar seres humanos, con conocimientos pertinentes, con ética y compromiso social no puede ser una actividad que se ejerza mediante la coerción de los ingresos. Mediante premios y castigos.

La universidad es cultura. En la UNAM sería importante iniciar un cambio cultural. La atención a los alumnos es por solidaridad, por compromiso con el conocimiento, la reproducción de la academia, el avance social. Ayuda a tal cambio hacer que se cumplan las normas fundamentales de la institución, que los académicos ejerzan las tres funciones sustantivas. Con libertad. De tal suerte que la evaluación periódica de la calidad del quehacer académico se haga mediante instrumentos simples, sin el papeleo interminable que nadie revisa. El régimen que tenemos favorece la simulación del trabajo, pero también de la evaluación. Eso nos debilita.

Después de varias evaluaciones, las que se consideren convenientes, los académicos deben dejar de ser evaluados. Cuando alcanzan los más altos niveles en su trayectoria, los académicos de mayor experiencia deberían estar volcados a la formación de los estudiantes, incorporándolos a sus proyectos de investigación. Mantener la dinámica del productivismo, exigir que se escriban muchos papers cada año, esta siendo negativo para la calidad.

La postura expuesta hay que discutirla, pues seguro que en un medio tan plural, con tantas visiones, hay otras a ser presentadas. Porque el punto que se levanta es delicado y de fondo. Toca el proceso de toma de decisiones en los cuerpos colegiados, la existencia de algunos de ellos, la creación de otros. Toca la necesidad de intensificar "los canales de relación entre la comunidad y las autoridades". Toca el cambio de modelo de organización administrativa.

A partir de lo ofrecido por el doctor Narro, sería de esperar que pronto se presente a la comunidad los cambios que hayan sido propuestos al Estatuto del Personal Académico. Para que se deje expresar de nueva cuenta la pluralidad de visiones de universidad que tenemos. Nutrirnos de ellas y llegar a consensos mediante un proceso político que resuelva las diferencias.

Para que la UNAM responda al reto de entrar a una nueva etapa de su desarrollo requiere de la participación de todos sus miembros. Un ajuste a la forma de gobierno para que la comunidad esté y se sienta representada efectivamente en los cuerpos colegiados. De los cuales emanen dictámenes académicos fundados y resultados políticos transparentes.

Habrá que remontar el desgaste del propio sistema político universitario, pero sobre todo el desánimo y el conformismo de los académicos, para que se integren a un movimiento de superación institucional en el que vean avances y comprensión a sus tareas. En el que puedan debatir qué se preserva y qué se modifica. Cuyos efectos sean restituirles la autoridad perdida para definir su quehacer en un nuevo marco jurídico.

Es posible que nos encontremos a las puertas de una renovación en los modos de hacer política en el campus, para lograr los objetivos académicos. En este momento es posible generar bases sociales que apoyen la transformación institucional, construyéndolas mediante la confianza de que concluirá favorablemente para hacer una vida académica adecuada al tiempo presente y futuro de la ciencia y del país.


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