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Un país sembrado de orquestas
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm 254, pp.8 [2007-12-20]
 

En épocas en las cuales en los principales medios de comunicación predominan las noticias acerca de catástrofes naturales, guerras, crímenes, ejecuciones, crisis políticas y económicas, resulta reconfortante encontrar información sobre las expresiones artísticas de los seres humanos.

Hace semanas, los medios difundieron la exitosa presentación en el Palacio de Bellas Artes de la Orquesta Juvenil Venezolana conducida por el muy talentoso director Gustavo Dudamel, de apenas 26 años. Esta orquesta ha causado sensación en los foros de Europa y Estados Unidos. Las salas de conciertos de Alemania, Austria, la Unión Americana y América Latina han vibrado con la fuerza y claridad de los jóvenes venezolanos. Estos muchachos, gran parte de ellos provenientes de zonas rurales y barrios populares de la patria de Bolívar, han revitalizado el mundo —a menudo demasiado solemne— de la música clásica. Sir Simon Rattler, director de orquesta inglés, ha expresado que si hay algún lugar donde esté ocurriendo algo importante para el futuro de la música clásica es en Venezuela, con el Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles.

Los antecedentes, desarrollo y logros de esta novedosa forma de extender la música clásica entre la infancia y juventud del país sudamericano, ha sido sintetizada en un disco compacto de reciente aparición titulado Tocar y luchar, financiado y distribuido por el gobierno venezolano y dirigido por el cineasta Alberto Arvelo. A través de las explicaciones del autor del proyecto, el maestro José Antonio Abreu, junto con los testimonios de grandes directores e intérpretes como el mencionado en el párrafo anterior y otros como Claudio Abado, Plácido Domingo y Kate Royale, entre otros, así como con los propios niños y adolescentes, se da cuenta de una experiencia sorprendente por su alcance y sus magníficos resultados.

El año 2006 marcó el trigésimo aniversario del proyecto iniciado por el maestro Abreu y un grupo de músicos que decidieron enseñar música a miles de niños y jóvenes venezolanos por todo el territorio nacional. A la fecha, Venezuela cuenta con más de 200 orquestas y coros infantiles y juveniles, en los cuales participan más de 250 mil niños y jóvenes.

El corazón del sistema lo constituyen los llamados Centros o Núcleos de Formación, de los cuales existen en la actualidad 90, esparcidos por todas las entidades federativas de ese país. Cada uno de los núcleos cuenta con dos o tres orquestas y coros, ya sean infantiles o juveniles (o ambos). Existe incluso un Programa de Educación Especial que forma coros de niños autistas y con deficiencias visuales y auditivas. Se procura que los niños y jóvenes aprendan la música de forma divertida, aunque también se logra que adquieran la disciplina necesaria para el dominio de un instrumento.

Una de las escenas más emotivas es cuando la Orquesta Juvenil interpreta el mambo de la obra musical de Leonard Bernstein, "Amor sin barreras" ("West Side Story"), y algunos de los músicos se levantan y bailan mientras tocan sus instrumentos. Esto acontece en uno de las grandes salas de concierto europeas. Al final, el público (algunos de los cuales bailan también) estalla en una atronadora ovación. Es una muestra de alegría y rigor, que el maestro Abreu puntualiza así: “El arte implica sentido de perfección, por tanto de excelencia (sentido de armonía, de orden, de lo bello, lo universal, el lenguaje de lo invisible)”.

Una de las jóvenes instrumentistas expresa, emocionada, su experiencia: “Siento que descubrí otro mundo en el cual río, lloro. Se te va la vida, ahí en el instrumento”. Las “joyas de la corona” son el contrabajista Edicson Ruiz, el más joven integrante de la Filarmónica de Berlín, y el ya mencionado Gustavo Dudamel, quien ha sido invitado a dirigir la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles a partir de 2009.

Las implicaciones de esta experiencia son múltiples, en primer lugar, el papel de la música como instrumento de desarrollo social en el más amplio sentido del término. No está de más subrayar que en las difíciles condiciones socioeconómicas de muchas sociedades latinoamericanas, esta experiencia no sólo enriquece las vidas de miles de niños y jóvenes, sino realmente las salva de la degradación social y sus terribles consecuencias; también provee a los muchachos de un alto sentido de comunidad en el que se desarrolla el espíritu de equipo y la corresponsabilidad.

Imaginando que este proyecto pudiera replicarse en varios países de la región (lo cual es perfectamente posible), podría lograrse un profundo cambio social y cultural en América Latina. Significaría, asimismo, convertir la masa en pueblo, al transformar el arte como acción de mayorías para mayorías. La mayor virtud de todo este trabajo es haber permanecido vigente por más de tres décadas y mantener el mismo vigor y los ideales con que inició.


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