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Petróleo
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 266 [2008-04-03]
 

La polémica sobre la eventual reforma energética, más bien sobre la reforma de Petróleos Mexicanos (Pemex), ha dejado ver las posiciones de los principales actores políticos en México. Tenemos meses escuchando argumentaciones en uno u otro sentido y cada vez parecen lejanas unas de otras; la polarización se ha intensificado en las últimas semanas.

Lo notable es que la discusión parece transcurrir en medio de información contrapuesta y caótica. Sí, la eventual reforma es un asunto en disputa política e ideológica, sujeta a la dinámica de capitalización política, basada en el enfrentamiento y la descalificación del oponente. Pero eso no quiere decir que debiera dirimirse en ausencia de un conocimiento elemental y técnico del problema. No obstante, enfrascados como están lo actores principales en imponer su perspectiva, eso parece lo menos importante.

La posición del gobierno federal reitera una y otra vez que no hay tiempo que perder e impele a iniciar de inmediato la exploración y explotación del petróleo en aguas profundas. Ahí está nuestro tesoro, nos dice, y, como otros países en el mundo, debemos ir por él, para lo cual debemos establecer alianzas con quienes ya cuentan con la tecnología y la experiencia para explotar yacimientos en aguas profundas. El supuesto es un vertiginoso descenso de las reservas probadas de petróleo en el país —alrededor de 11 por ciento en los últimos cinco años— y que México no cuenta con la tecnología ni los recursos financieros para emprender ese trabajo Por el contrario, el líder opositor, Andrés Manuel López Obrador, ha expresado tajantemente su rechazo a cualquier asomo de reforma y señala que más bien se intenta una privatización del petróleo (Discurso en el Zócalo capitalino, 18/03/08). Las razones que ha esgrimido se refieren, esencialmente a: una firme defensa de la soberanía nacional, dado que la reforma significaría ceder derechos que le corresponden a la nación; aceptarla “sería una infame violación a nuestra Constitución Política”, principalmente porque se aceptaría la celebración de contratos de riesgo, y porque es un intento de hacer negocios al amparo del poder público. Lo más importante es que, según sus datos, las mayores reservas de petróleo están en tierra y aguas someras y enfáticamente ha señalado que es mentira que México no tenga ni el dinero ni la tecnología para modernizar Pemex.

Igualmente, Porfirio Muñoz Ledo, coordinador del Frente Amplio Progresista (FAP), la principal organización de fuerza opositora a la reforma, ha insistido en que México no necesita en este momento emprender la exploración ni la explotación en aguas profundas. Según sus cálculos, el país tiene reservas probadas y probables en tierra y aguas someras para los próximos 30 años, y en aguas profundas para otros 40 años más. En su opinión, México no debe apresurarse, y la reforma obedece más a la inminente recesión en Estados Unidos (Milenio, 27/03/08: 05).

Por su parte, el coordinador de los senadores del PRI, Manlio Fabio Beltrones, la fuerza política que gobernó casi a la par de las siete décadas de la fundación, auge y deterioro de Pemex y que ha cambiado recientemente su posición, sugirió que el gobierno manipula las cifras de las reservas de petróleo y provoca alarmismo. En su opinión, lo más importante es qué reforma se quiere, para qué y “hacer lo que le convenga a México” (Milenio 21/02/08: 05). Ah, la política.

Cuauhtémoc Cárdenas, político emblemático y descendiente directo del presidente que realizó la expropiación, ha señalado la conveniencia de emprender una reforma energética, iniciar la exploración y explotación en aguas profundas, pero no celebrar contratos de riesgo, mismos que están en contra de la Constitución y significarían ceder parte de la regalías a los asociados.

Por su parte, el ingeniero Juán A. Bargés, uno de los directores del Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco), ex subsecretario de Energía en los dos sexenios anteriores y ex representante de México ante la OPEP, señala que los contratos de riesgo ya se han celebrado en México (entre 1938 y 1958), así que no se trata de una novedad. Lo sorprendente es que señala que si bien es importante la exploración en aguas profundas, en tierra solamente se ha explorado 20 por ciento del potencial y en el mar, 3 por ciento. Por tal motivo, señala: “En México va a durar. Todo este siglo va a durar… (el petróleo)” (Milenio 27/03/08: 06).

Lo curioso es que durante meses la discusión transcurrió sin mayores precisiones ni cifras. ¿Y que dijo el Instituto Mexicano del Petróleo? Apenas el fin de semana anterior, la Secretaría de Energía dio a conocer un documento con datos duros (Diagnóstico: situación de Pemex) y concluye que se debe realizar una revisión integral del marco normativo de la industria petrolera. Pero se trata de cifras de una de las partes en disputa. ¿Es demasiada ingenuidad esperar que la reforma se alimente de cifras confiables y una discusión técnica seria?


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