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Profesores sin pago en la UBA
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm 296, pp.10 [2008-11-06]
 

Cualquiera que haya entrado en contacto con la Universidad de Buenos Aires (UBA) se sorprende al saber de un fenómeno que sería impensable en cualquier otra universidad del mundo: un número muy elevado de profesores que imparten clases sin recibir remuneración alguna. Con el muy elegante y eufemístico término de ad honórem, se calcula que de un total de más de 37 mil profesores, 35 por ciento (casi 13 mil), no recibe salario por su trabajo. Lo que en un principio significó un empleo honorífico reservado de manera excepcional para profesores notables—que, por supuesto, tenían otras fuentes importantes de ingresos económicos—representa desde hace ya muchos años, la forma más generalizada de ingreso a la actividad docente en la UBA.

La UBA y la UNAM son las dos más grandes universidades públicas de América Latina y, muy probablemente, se encuentran entre las más pobladas del mundo.

De modo similar a la Universidad Nacional, posee una muy larga y brillante trayectoria, no sólo en la docencia, sino también en la investigación científica. Junto con otras universidades, como la de La Plata, la UBA es la institución que agrupa al mayor número de investigadores universitarios de Argentina. Es, además, la única universidad latinoamericana en cuyas aulas y laboratorios han trabajado cinco premios Nobel: Carlos Saavedra Lamas, Bernardo Houssay, César Milstein, Federico Leloir y Adolfo Pérez Esquivel. El primero y el último fueron galardonados con el de la Paz y los otros tres, con los de Medicina y Química. También de acuerdo con la clasificación más reciente del Times Higher Education Supplement, la UBA se halla entre las tres mejores universidades de la región (junto con la UNAM y la Universidad de Sao Paulo).

La situación tan lamentable que se observa por el elevado número de profesores en una condición laboral tan endeble, muestra la precariedad y el abandono institucional en que se encuentra una de las universidades latinoamericanas más prestigiadas en el ámbito internacional.

Es una muestra también de los enormes esfuerzos que han tenido que hacer los profesores e investigadores para cumplir con sus labores en medio de condiciones académicas muy adversas. Argentina, por otro lado, es el país con las mayores tasas de cobertura en educación superior de la región.

En parte por sus altas tasas de escolaridad y, también porque a la vuelta de la democracia—después de la larga noche que significó la permanencia de la sangrienta Junta Militar que usurpó el poder de 1976 a 1983—una de las demandas más sentidas de la población fue abrir los cupos de las instituciones de la educación superior a un mayor número de jóvenes, sobre todo en las universidades nacionales, que tan duramente habían sido reprimidas por el régimen militar.

Asimismo, las difíciles condiciones que enfrentó la economía argentina durante los años ochenta y la animadversión hacia las universidades públicas que tuvo el régimen del presidente Saúl Menem durante los diez años que gobernó al país, provocaron que el financiamiento a la educación superior en general, y en particular a la UBA, sufriera un grave deterioro.

Pese a los esfuerzos por reparar esta situación por parte del gobierno anterior y que ahora encabeza Cristina Fernández de Kirchner, los déficit acumulados en los presupuestos para la educación superior no han podido revertirse satisfactoriamente. Tal vez uno de los factores que obligó a la UBA a echar mano de tan elevado número de profesores sin paga haya sido el dramático crecimiento de su población estudiantil a partir de 1985. En ese año, por ejemplo, el número de alumnos era alrededor de 90 y casi se duplicó al ingresar 82 mil 200 más.

En la actualidad, su matrícula total está por encima de los 250 mil estudiantes. Más aún, el ingreso de nuevos alumnos a la UBA es irrestricto, pues no existe examen de admisión. El único “filtro”, si es que puede decírsele así, es la obligatoriedad de todos los estudiantes de nuevo ingreso de llevar el Ciclo Básico Común durante los dos primeros semestres, antes de ingresar formalmente a la carrera en la cual se inscribieron.

Las restricciones presupuestales, que se observan desde hace décadas, de las universidades públicas argentinas son insostenibles. Por demás está decir que la educación que se brinda a los estudiantes de esas instituciones difícilmente será de buena calidad en una situación de tanta penuria financiera.

La pretendida justicia que se pretende con la admisión sin restricciones a las instituciones públicas de educación superior, se ve fuertemente contradicha por las condiciones como se desarrollan las actividades académicas. Sin duda, el problema es muy complejo y no podrá ser resuelto de inmediato. Se requerirá, entonces, de un esfuerzo prolongado que habrá de trascender las políticas cortoplacistas para constituirse en una verdadera política de Estado. Nada más, pero nada menos.


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