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OCDE: México y la innovación
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm. 352 [2010-01-14]
 

La semana anterior, finalmente, se presentó el estudio de la OCDE sobre la política de innovación en México (OECD Reviews of Innovation Policy: Mexico). Desde la administración anterior se había solicitado el estudio y desde hace más de un año se decía que ya estaba lista la publicación, pero como tantos otros retos y problemas, parece que no corría ninguna prisa por enfrentarlos. Tampoco hay muchas novedades al respecto.

Tal vez, apreciado lector, recuerde que hace un año, en el marco del Primer Foro "Innovación para la competitividad en México" —donde también se presentó tardíamente el programa sectorial—, se dio a conocer una versión preliminar y sintética del reporte sobre México (Reviews of Innovation Policy. Overall Assessment and Recommendations). En realidad, en esa ocasión, pese al título del foro, poco se discutió y analizó el tema de la innovación, dada la organización multitemática y apresurada del encuentro.

El pasado 7 de enero, ahora en la segunda edición del foro sobre innovación para la competitividad y con la presencia del propio secretario general de la OCDE, José Ángel Gurría, se dio a conocer el estudio completo.

A pesar de los escasos aspectos positivos que anotó el secretario general, como algunos microclimas de innovación regional, la racionalización de los programas de apoyo del Conacyt, el presupuesto para ciencia y tecnología o el programa sectorial, el panorama general sobre la política de innovación es poco alentador, como ya lo hemos reiterado en este mismo espacio.

México tiene un nivel muy bajo de inversión en ciencia, tecnología e innovación. Según el más reciente informe del gobierno, el gasto en investigación y desarrollo experimental en 2005 era de 0.41 por ciento respecto del PIB y para 2008 la proporción era de 0.43. La estimación para el año que acaba de concluir es de 0.46, aunque seguramente será menor cuando se ajusten los datos y se realice el cálculo exacto.

El nivel de inversión de México es el más bajo en el conjunto de países que integran la OCDE. Por ejemplo, Japón destina ocho veces más y Estados Unidos seis veces más. Más importante, como lo hizo notar el titular de la OCDE, naciones emergentes como China, Brasil o Sudáfrica triplican o duplican el gasto en ciencia respecto del PIB que realiza México, y todavía lo aumentarán más.

También quedó expuesta la declinante actividad de México en términos de patentes per cápita, la insuficiente capacitación de recursos humanos en el ámbito de la ciencia y la tecnología o el déficit de la balanza de pagos en el sector de la tecnología.

El estudio de la OCDE, según palabras del secretario general, realiza tres recomendaciones específicas: a) crear condiciones más propicias para la innovación. Lo que incluye no solamente las reformas para mejorar el entorno de negocios de las empresas mexicanas o la política de competencia en diferentes sectores (telecomunicaciones o mercados financieros, por ejemplo), sino principalmente el incremento de los niveles de escolaridad de la población y la mejora de la educación. Difícil que se pueda realmente impulsar un clima de innovación con una población analfabeta (tecnológica o literalmente).

b) Gobernabilidad del sistema de innovación. En particular, se refiere a la actuación del recientemente instalado “Comité Intersectorial para la Innovación”, cuyas características ya las hemos analizado aquí (Campus 350, 17/12/2009), a una correcta evaluación del sistema de innovación, a la corresponsabilidad del Conacyt y la Secretaría de Economía en la implementación de las políticas y a un incremento de la descentralización de la política de innovación.

c) Una mayor eficiencia del gasto. Especialmente, recomienda el apoyo directo al sistema de innovación, más que los incentivos fiscales, lo mismo que intensificar “los programas de asociación entre los sectores público y privado en renglones prioritarios como salud, energía, agua, alimentos y seguridad”.

Sin embargo, como el mismo titular de la OCDE se interrogó: ¿todavía son válidas estas recomendaciones? Después de todo, el reporte y las sugerencias se elaboraron en un contexto en el cual la crisis actual no era evidente.

Según el secretario general de la OCDE, el imperativo de la innovación se hace todavía más necesario con la crisis y se requieren medidas estructurales, como el apoyo a la investigación, infraestructura, capital humano, creación de negocios y el “crecimiento verde”.

En su opinión, el gobierno mexicano debe dar prioridad a tres aspectos medulares: un apoyo público sostenido del Conacyt y de la Secretaría de Economía para mantener a la investigación y el desarrollo experimental, así como los proyectos de largo plazo, tanto públicos como públicos-privados; la innovación como mecanismo para impulsar la energías renovables y empleos sustentables (la “recuperación verde”) para el crecimiento futuro, y aumentar el potencial de largo plazo para la innovación por medio de la educación y la capacidad de emprendimiento. Nada más.


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