En el diario The New York Times, Edgard Wong escribe acerca del proyecto de establecer una universidad de estilo americano en Irak, el cual padece una sangrienta lucha entre sunitas y chiítas y la invasión estadounidense. Las muertes violentas en Bagdad y otras ciudades forman parte del paisaje cotidiano. La reciente ejecución del ex dictador Sadam Hussein, agrega más fuego a una hoguera de asesinatos y muertes que parece no tener fin.

En este contexto, el proyecto de crear una nueva institución de educación superior, pareceria ser algo banal. si no fuera porque se trata de un plan a largo plazo para revertir los efectos de la tremenda fuga de talentos a los países vecinos o más industrializados.

No obstante, según datos de fuentes estadounidenses citadas por Wong, se estima que cerca de medio millón de iraquíes asisten a alguna institución de enseñanza superior (21 de las cuales son públicas, 18 privadas y cerca de 40 son institutos tecnológicos).

Esta universidad pretende seguir los pasos de otras instituciones que ya se establecieron en El Cairo y en Beirut, con el perfil de las universidades privadas estadounidenses. Los directores del proyecto cuentan ya con un cuerpo colegiado de consejeros (el llamado board of trustees), un plan corporativo diseñado por una firma consultora internacional, tres candidatos para rector y 25 millones de dólares en donativos del gobierno americano y de fuentes ligadas a grupos kurdos. No obstante, para que el proyecto pueda culminarse, son necesarios entre 200 y 250 millones de dólares durante los próximos 15 años.

La sede de la institución no sería Bagdad, que por siglos fue un sitio clave para la cultura árabe, sino las afueras de Sulaimaniya, la capital del Kurdistán iraquí. Esta ciudad se encuentra a más de 240 km de Bagdad, lejos de las principales zonas de combate. Para los coordinadores del proyecto, la localización elegida, además de su relativa seguridad, hará más fácil conseguir fondos para la institución y para la reconstrucción de esa zona.

Hay quienes se oponen a que la nueva institución se construya fuera de Bagdad, recordando que durante centurias, la ciudad alcanzó un gran prestigio por la calidad de sus escuelas y profesores. Incluso, en el siglo XX, antes de la guerra entre Irán e Irak, los estudiantes de la región buscaban realizar sus actividades académicas en Bagdad.

Hoy, la situación es radicalmente diferente, pues debido a la falta de seguridad y a las amenazas de ataques armados, muchas universidades de esa ciudad cerraron. A mediados de noviembre, alrededor de 150 empleados del Ministerio de Educación Superior fueron secuestrados por comandos y varios grupos han amenazado con matar a estudiantes en los planteles universitarios.

La construcción de la universidad comenzaría en la próxima primavera, y un primer grupo de 15 a 30 estudiantes arrancaría un curso intensivo de inglés durante seis meses, antes de iniciar un programa de dos años en administración de empresas. La primera generación de licenciatura podría comenzar sus estudios en el otoño de 2008, los cuales tendrían una duración de cinco años, y el primero de ellos se dedicaría al estudio de la lengua inglesa.

Los primeros alumnos serían iraquíes de origen kurdo. Se pretende ofrecer carreras enfocadas en áreas que se consideran cruciales para el desarrollo de Irak: negocios, ingeniería petrolera y ciencias de la computación, por ejemplo. Luego de los primeros cinco años, podrían agregarse algunos programas en el área de humanidades.

La nueva institución sería elitista, pues se cobrarían entre ocho y diez mil dólares anuales, cantidades fuera del alcance del ingreso promedio de la familia de clase media iraquí, aunque se plantea otorgar becas y préstamos. Hay dudas entre algunos kurdos de que el partido gobernante, la Unión Patriótica de Kurdistán, desvíe para sus propios fines los recursos que la universidad necesitaría, dada su historia de corrupción y autoritarismo.

Como puede observarse, la Universidad Americana de Irak, surge en condiciones muy adversas, y sus promotores deberán vencer grandes dificultades para llevar a buen término establecer una institución universitaria, en un país que se desangra por una guerra fraticida y una ocupación militar, que parecen no tener salida clara en el futuro inmediato.