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Juventud sin-ner y nuevo capitalismo
María Herlinda Suárez Zozaya
Campus Milenio Núm 372 [2010-06-10]
 

Actualmente, la investigación en juventud ha cobrado relevancia para el desarrollo de las ciencias sociales y las humanidades. Las transformaciones sociales, políticas, económicas y culturales acaecidas en las recientes cuatro décadas construyeron una nueva realidad que hoy suscita nuevas preguntas, a las que hay que encontrarles respuesta, y plantean el reto de nombrar e interpretar los fenómenos sociales emergentes.

Los y las jóvenes, en su calidad de recién llegad@s, son portadores de lo emergente. Lo que ellos viven, perciben, imaginan, opinan y anhelan refleja las consecuencias de los sucesos recientes. Por ello, el estudio de la juventud se ha vuelto importante, pero cabe señalar que para que los hallazgos que se hacen no se agoten en la coyuntura, es necesario echar mano del debate teórico, anclando los resultados en los corpus del conocimiento histórico. Es que sólo de esta manera la ponderación de la coyuntura puede devenir en acción política y mostrar que lo que hoy vive la juventud no es resultado de algo ineluctable, sino de decisiones y actos emprendidos por alguien y, a la vez, de oportunidades perdidas por aquellos actores sociales que deberían haber estado atentos a los riesgos inducidos por tales decisiones y acciones.

Hoy ya no es novedad que las decisiones y acciones que se han tomado en México, desde hace casi cuarenta años, dieron vida a las propuestas de un nuevo capitalismo que ha resultado muy costoso en términos humanos. Para la juventud, el precio ha sido realmente muy caro y ahora el mismo precio ya se nos está imponiendo a todos.

En textos anteriores, publicados en Campus, me he afanado por diferenciar a la juventud “ni-ni” de la que he llamado “sin-ner”. La diferenciación me parece importante, pues quiero llamar la atención sobre el avance del deterioro social que ha habido en México en las décadas recientes.

Como ya lo he expresado, la existencia de los ni-nis no es producto del nuevo capitalismo, sino que viene de antaño. Una de sus causas es el incumplimiento de los compromisos establecidos por los gobiernos de la Revolución Mexicana en lo que toca a la universalización de los derechos sociales. Los principales elementos de este compromiso —a saber: la escolarización y el empleo— nunca estuvieron al alcance de todos y los más afectados por este incumplimiento fueron los miembros de los grupos más vulnerables (indígenas, mujeres e incapacitados). Consecuentemente, el aumento en el desempleo y la devaluación de las credenciales educativas, que han acompañado a la imposición del nuevo capitalismo, no han modificado significativamente la situación de exclusión social de estos grupos. De ahí que a los ni-nis también podríamos llamarlos “los abandonados del progreso”.

En cambio, los sin-ners sí son producto de la evolución reciente del capitalismo que convirtió en víctimas justamente a aquellas clases que, después de la Segunda Guerra Mundial, surgieron y se fortalecieron cobijadas por las posibilidades de progreso. Los padres de los hoy jóvenes sin-ners crecieron apegados a las expectativas creadas por el compromiso social establecido en torno de la cuestión del ascenso de las clases medias compatible con la asalarización creciente de la economía y la importancia de los diplomas en la determinación de los salarios y en las posibilidades de hacer carrera, para toda la vida.

Los sin-ners, a diferencia de los ni-nis, suelen tener educación superior, pero sus vivencias construyen indicio de que el compromiso social se ha desvanecido y de que, en general, la situación social se encuentra degradada. En la biografía de estos jóvenes el mito de la espera y la lógica del avancese han disuelto y, en cambio, enfrentan cotidianamente la exigencia de llevar a cabo emprendimientos que les permitan lograr éxito, en el presente, en contextos de desprotección y riesgo.

En el medio social en el cual se desenvuelven los sin-ners habitan adultos que se sienten (si es que no ya lo han sido) posibles víctimas del despido y de la jubilación anticipada, independientemente de que tengan diplomas académicos que avalen una alta escolaridad. Así que a los temores por la devaluación de los diplomas y por la sucesión de empleos precarios vienen a sumarse los relativos a la fragilidad de la protección que pueden brindarles sus parientes y amigos, debido a los cada vez más altos riesgos de cesantía y descapitalización, cuando las indemnizaciones y jubilaciones son precarias y los derechos a la protección social se extinguen.

Por ello, los sin-ners no sólo están desesperanzados, sino desesperados; intuyen que la precariedad que están teniendo que enfrentar ahora, como jóvenes, difícilmente los abandonará cuando sean adultos. Su realidad nos indica que las dificultades para la emancipación, la precariedad y la desesperanza se están instituyendo en toda la sociedad. Plantear esto en el momento actual, en medio de una profunda crisis de confianza en la política, la religión y las instituciones de la sociedad, urge a actuar y a no dejar más que pasen estas cosas.

Mi opinión personal es que debemos empezar por cuestionar fuerte y decididamente a los apóstoles mexicanos del nuevo capitalismo y exigirles respuestas y acciones lógicas y, sobre todo, éticas. Esto hay que hacerlo antes de México esté habitado por jóvenes ni-nis y por jóvenes y adultos que, en su gran mayoría, formen parte de los sin-ners.


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