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Acerca del cambio institucional
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 377 [2010-07-22]
 

La crisis en el país y sus secuelas sobre la sociedad, de lo cual ya hemos escrito en otros números de Campus, el agotamiento de las políticas públicas en materia educativa y los problemas internos de las universidades forman una combinación de factores que obstaculizan lo que nuestras casas de estudio necesitan ser en este siglo del conocimiento.

Reconocemos que las universidades públicas de hoy son muy diferentes a las que teníamos a mediados del siglo pasado. Pero también advertimos que actualmente existe una serie de problemas que se han acumulado y que es indispensable resolver. Se aprecia, por ejemplo, que las instancias que componen las universidades han venido chocando en sus dinámicas. Lo académico, apoyado en la informática y en los medios electrónicos, sigue una velocidad en su desarrollo que se ve frenada por los malos usos y costumbres políticos introducidos por un régimen organizativo y administrativo burocratizado en exceso, asentado en la forma como se evalúa.

La situación de las universidades no puede continuar por mucho tiempo como está. Por ello, se impone la reflexión sobre el cambio institucional, comenzar a producir ideas, fuerza, manejar nuevas categorías para el análisis y herramientas conceptuales, tener a la mano información actualizada e interpretarla, hacer propuestas razonables y responsables que sean viables para que las universidades públicas eduquen, investiguen y contribuyan eficazmente al crecimiento económico, al desarrollo futuro de México.

Para comenzar la reflexión sobre el cambio institucional habrá que revisar, y poner al día, la crítica a las políticas actuales. Crítica que está ligada a la defensa del ejercicio de la autonomía. Para continuar, hay que insistir en que una parte de los esfuerzos de cambio esté dirigida a modificar las relaciones de subordinación de los gobiernos universitarios con el gobierno federal, y que cada casa de estudios tenga su propio proyecto de desarrollo institucional pertinente a su entorno. Lanzar propuestas para que la universidad tenga presencia e influencia en el desarrollo local, ligado a lo nacional, de tal manera que el país pueda sacar ventajas de su ubicación en el contexto global. Se requiere un nuevo proyecto nacional y que la universidad participe en él. Es indispensable que la nación tenga un proyecto educativo de largo plazo como parte de un nuevo pacto político.

El cambio institucional, como objeto de análisis, ha estado presente en el debate sobre la universidad, desde siempre. En la literatura extranjera y en la nacional. Su estudio cobra auge en algunos momentos y se apaga en otros. Hasta hace poco se insistía en el concepto de reforma universitaria. Hoy, el cambio institucional está puesto en un enfoque más abierto. Se entiende que el cambio es una constante propia de la naturaleza universitaria, que merece ser provocado y conducido por los universitarios, teniendo en cuenta el marco federal de políticas y las relaciones entre las casas de estudios. En momentos de coyuntura, como en el que estamos, es necesario tomar decisiones e imprimirle fuerza al cambio; comprenderlo como un proceso que amerita visiones sobre la historia y sobre el futuro de largo plazo. La noción de cambio aplicable parte de tener claridad sobre cuáles esferas de la universidad deben modificarse de fondo y cuáles requieren solamente ajustes.

La ejecución de cambios, académicos, administrativos y políticos en las universidades necesita tener en cuenta cuáles van a ser los efectos sobre la dinámica de la vida universitaria, para que la institución no se salga de cauce. Asimismo, precisar el o los momentos en que se va a acelerar, la secuencia que van a seguir las transformaciones y las posibilidades reales de implantarlas. Quiere decir, llevar a cabo un cálculo político de las resistencias al cambio y de las articulaciones entre los actores que quieran impulsarlo.

Actualmente, la idea del cambio institucional tiene el propósito de que la universidad gane más legitimidad y refrende el sentido público y cultural que tiene, como proyecto de una sociedad capaz de pensarse a sí misma. Quienes impulsen el cambio institucional tendrán que darle orientación, dirección, ritmo y velocidad. Además, ser conscientes de que el cambio lleva a nuevas transformaciones que van conformando una nueva institucionalidad acorde a los tiempos. La universidad cambia para volverse más comprometida y responsable con la sociedad, para que esta última la reconozca y demande que se le otorguen recursos. La universidad cambia para aumentar su capacidad de colaborar, cooperar y compartir ventajas con otras universidades. La universidad cambia para que, en las circunstancias actuales, se refuerce la investigación, en uso de la infraestructura que se ha venido instalando.

En medio del cambio provocado por los universitarios, existe la obligación de estar alertas a los riesgos que corre la universidad pública. Prestar atención a los obstáculos internos al cambio, porque en estos tiempos se ligan y están potenciados por los factores externos. A estos últimos no los podemos perder de vista. El cambio institucional no es un proceso que pueda darse viendo exclusivamente lo interno.

En este momento difícil, los universitarios necesitamos acuerdos mínimos para proceder al cambio institucional. A nosotros nos toca hacerlo y convencer, a los actores que vayan a intervenir, de las bondades y los logros que van a tener, si conseguimos que nuestras universidades públicas vayan adelante.


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