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El Consejo de Competitividad del DF y la fuerza centrífuga
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 380 [2010-08-12]
 

En diversas ocasiones, en este espacio, he reiterado que casi toda la estructura administrativa en el país ha tendido a concentrar las capacidades decisorias en el centro y en el nivel jerárquico más alto. Una especie de movimiento centrípeto superior. La organización de la actividad científica y tecnológica, tanto en el ámbito federal como local, no ha sido la excepción, aunque probablemente podría comenzar a revertirse la tendencia.

Si se intentaba que los problemas más importantes fueran atendidos con prontitud o los asuntos fueran despachados con relativa eficiencia, había que garantizar la participación directa, o al menos la cercanía, del funcionario del más alto nivel involucrado en tales menesteres.

Obviamente, quienes están a la cabeza de las estructuras administrativas verticales tienen mayor capacidad de decisión y son los responsables últimos del funcionamiento de la organización, pero tal parece que se habían convertido en la única instancia posible de solución. La cadena de mando escalaba hasta el máximo responsable.

La fuerte tradición presidencialista que nos caracterizó como país hasta hace poco, concentró el mayor poder de decisión alrededor del Ejecutivo federal y las más variadas capacidades en la ciudad capital. Por tal motivo, se buscaba la intervención del Ejecutivo federal en las más diversas circunstancias con el fin de garantizar la solución deseada; la dinámica todavía es persistente, pero hoy es menor y podría disminuir aún más.

La instauración de contrapesos a la figura presidencial y la emergencia de otros poderes han acotado y disminuido algunas de las facultades previas del Ejecutivo federal. Igualmente, un lento movimiento descentralizador se ha registrado en las recientes décadas y las entidades federativas han ampliado sus capacidades y adquirido un importante peso relativo.

Sin embargo, una buena parte del diseño y funcionamiento de las estructuras administrativas sigue con la lógica de concentrar las decisiones en el máximo nivel jerárquico, con el objetivo de garantizar las respuestas adecuadas, aunque en realidad no sea el caso. Es ilustrativo el caso de las estructuras de las actividades científicas y tecnológicas.

En el ámbito federal, la normatividad de la actividad científica y tecnológica estableció un Consejo General de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico como máximo órgano de política y coordinación de las actividades del sector. Claro, se trata de un consejo presidido por el Ejecutivo federal e integrado por secretarios de Estado y que es el único facultado, entre otras atribuciones, para aprobar el programa sectorial. Por supuesto, desde el comienzo ha tenido dificultades para sesionar y aprobar lo conducente.

La mayor parte de entidades federativas, al aprobar su normatividad y establecer sus respectivos organismos para regular las actividades científicas y tecnológicas, siguieron el mismo esquema federal y tienen sus propios consejos generales estatales presididos por el Ejecutivo local. Seguramente con igual o peores dificultades de funcionamiento que en el ámbito federal.

Además de los organismos rectores sectoriales en las entidades, también se establecieron otras agrupaciones e igualmente bajo el mismo principio jerárquico de organización. Un ejemplo es el Consejo de Competitividad de la Ciudad de México, creado en enero de 2007.

El Consejo de Competitividad es un órgano para la definición de las políticas públicas en materia de desarrollo, competitividad y generación de empleo en el ámbito local, según lo establece su acuerdo de creación (Gaceta Oficial del Distrito Federal, 15/01/2007). En el diseño original, el organismo debía estar integrado por el jefe de gobierno del Distrito Federal como presidente, un secretario ejecutivo y 14 miembros; las designaciones las realizaba el Ejecutivo local.

El organismo para la competitividad, salvo un cambio de domicilio en 2008 y algunas propuestas en marcha, poco ha funcionado. Tal vez, entre otras razones, a ello se debe que recientemente el gobierno local decidió reformar el acuerdo de creación y ahora, además de que le añadió la función de evaluar la ciencia, la tecnología y la innovación, transfirió la presidencia del Consejo de Competitividad al director del Instituto de Ciencia y Tecnología del Distrito Federal, quien también será responsable de designar y remover al secretario ejecutivo (Gaceta Oficial del Distrito Federal, 02/08/2010).

Al parecer, si se consideran los resultados de las iniciativas descentralizadoras de los años recientes y el reconocimiento de que la participación directa de funcionarios de alto nivel no es una garantía de eficiencia ni de eficacia, podría expresarse con mayor contundencia un saludable movimiento centrífugo en las actividades del sector. El asunto es si un nuevo esquema de estructuración puede mostrar mejores resultados o si, por el contrario, serán peores, porque no se traslada el centro de gravitación.


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