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La deuda pendiente con los jóvenes
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm 394, pp.4 [2010-11-18]
 

En fechas recientes, diversos medios periodísticos han informado acerca de la realización de manifestaciones de jóvenes estudiantes que viven en ciudades fronterizas, las cuales han sido azotadas de modo inclemente por la violencia derivada de la guerra que el gobierno calderonista ha emprendido contra el crimen organizado. El conteo disponible señala que una parte considerable de las 30 mil muertes violentas que han ocurrido en lo que va del presente sexenio, corresponde a personas jóvenes. En las semanas recientes se ha informado, por ejemplo, de asesinatos colectivos de más de 50 jóvenes en Tamaulipas, Chihuahua, Sonora, Nayarit y el Distrito Federal. También ha vuelto a aumentar el número de feminicidios en algunas entidades del país. Además, una protesta pacífica realizada por estudiantes de Ciudad Juárez fue reprimida por la policía, resultando gravemente herido un estudiante de la Universidad Autónoma de dicha ciudad.

La semana pasada varios jóvenes provenientes de esa institución llevaron a cabo marchas en el Distrito Federal para exigir mayor seguridad en esa población y en los recintos universitarios, así como terminar con tantas muertes. Es dramática la declaración de algunas alumnas de la UACJ, recogida por un diario capitalino: “en Juárez están matando a los jóvenes. Si no es la delincuencia organizada, son los policías federales o los militares. Tenemos miedo de vivir ahí, por eso estamos huyendo. El gobierno no está aplicando la estrategia adecuada. Al contrario, la verdad es que nosotros estábamos mucho más tranquilos antes de que llegaran los militares y la federal a la ciudad, por eso nos venimos, porque allá salir a la calle es un riesgo” (La Jornada, 14/11/2010). Leyendo esta desesperada expresión de las estudiantes juarences no se puede dejar de pensar en lo ocurrido también hace algunos meses con la muerte de dos estudiantes del Tec de Monterrey en un confuso incidente con elementos del Ejército.

Tan grave situación representa una deuda enorme con los jóvenes (y la ciudadanía en general) respecto de una de las principales obligaciones que tiene todo Estado: garantizar la seguridad de los habitantes. Otra importante deuda que sigue pendiente es la falta de empleos suficientes —en cantidad y calidad— para que la juventud pueda dedicarse a las labores productivas. La falta de oportunidades laborales, junto con las educativas, ha sido señalada como una de las causas de que los jóvenes sean, en muchas ocasiones, presa fácil de los grupos delincuenciales. Esto sin duda constituye una falla del sistema económico y social mexicano, cuya economía ha atravesado por grandes crisis que han durado ya más de tres décadas. Como es sabido, las crisis han impedido alcanzar niveles de crecimiento económico que redunde en el bienestar de la población. En la década pasada los datos oficiales han mostrado un incremento importante del número de habitantes que viven en situación de pobreza.

Del lado educativo, el problema abarca dos dimensiones cruciales: insuficiente número de oportunidades educativas y baja calidad en la formación. La primera se observa principalmente en los niveles medio superior y superior, donde la demanda por espacios educativos sigue superando a la oferta de lugares disponibles. En las recientes décadas se ha visto que si bien ha aumentado la cobertura en el nivel superior, también ha crecido el número de jóvenes entre 19 y 23 años que no pueden asistir a alguna institución de enseñanza superior. Del lado de la calidad, diversos indicadores han demostrado que la preparación que reciben los alumnos de bachillerato y nivel superior no permite la adquisición de los conocimientos, habilidades y destrezas necesarias para insertarse adecuadamente al mercado laboral o para aplicar lo aprendido en los establecimientos educativos a la vida cotidiana.

El que la calidad de la educación que se recibe en las instituciones educativas sea deficiente, constituye también una importante deuda que dichas instituciones tienen con sus jóvenes estudiantes, en el entendido que la función principal de aquéllas debe ser la formación integral que debe incluir conocimientos, actitudes, valores, además de actividades deportivas y culturales. Nadie es tan iluso en pensar que sólo con más educación y trabajo se resolverán de inmediato los problemas tan profundos que tiene la sociedad mexicana, pero sin duda una solución verdadera pasa por considerarlos como indispensables en cualquier estrategia que pretenda acabar verdaderamente con esa especie de cáncer que ha ido lacerando poco a poco el tejido social desde hace ya más de una década. Sólo contando con una juventud mejor desarrollada en todos los ámbitos de la actividad humana será posible reconstruir un mejor país. Para ello, entonces, es necesario proporcionar los suficientes recursos financieros y humanos necesarios (así como las políticas adecuadas) a fin de emprender tan grande empresa. En estos días veremos, por el lado del sector público, si los responsables de aprobar y gestionar el presupuesto federal —legisladores y funcionarios— están a la altura de lo que se espera de ellos.


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