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Recrear la universidad
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 2 [2002-09-19]
 

A lo largo de la historia pocas instituciones han sido tan durables como la universidad. En el transcurso del tiempo su capacidad de adaptación a los retos del entorno ha sido su mayor fortaleza. Con su entrada a la modernidad, la universidad estableció vínculos estrechos con el Estado Nación mediante la producción y transmisión de conocimiento, pero también para reproducir y preservar la cultura de los pueblos.

El saber y el poder siempre han tenido implicaciones mutuas. Y de esta relación la universidad recibe reconocimiento e importancia. Su materia de trabajo es algo intangible llamado conocimiento. Por tanto, su labor la convierte en un espacio para el debate organizado de la realidad social, el sitio de la resistencia intelectual al poder y de generación de pensamiento crítico, cuya fuerza es uno de los principales instrumentos de cambio social. La universidad es la que tiene la capacidad de crear nuevas estructuras cognitivas para producir modelos culturales que dan sentido al desarrollo de la sociedad y al cambio de las instituciones. La universidad pública tiene que ser cuidada para preservarla en las mejores condiciones de funcionamiento.

Para cambiar la universidad pública, en un país como el nuestros, hay que tener en cuenta lo anterior como telón de fondo, particularmente por que la sociedad actual es cada vez más dependiente del conocimiento. En el caso de México para elevar las capacidades de competencia de la sociedad, pero también para resolver los problemas de las enormes desigualdades sociales existentes, orientar la conducción política en un régimen de participación ciudadana y elevar la calidad de vida de la población.

El país tiene en sus universidades públicas a la principal fuente generadora de conocimiento científico y humanístico. La información empírica así lo demuestra. En el corto y mediano plazo no van a poder ser sustituidas. Crear otras fuentes de conocimiento es un proceso de muy largo aliento y requiere de muchos recursos financieros. Toma al menos una generación formar una plataforma de científicos suficiente para cubrir las demandas de conocimiento emergentes y eliminar los rezagos en la sociedad. Por ahora, el gobierno necesita de sus universidades públicas y los poderes públicos deben hacer un esfuerzo por dotarlas de aquello que les es indispensable al desarrollo de sus labores y respetar su autonomía en todo lo que vale.

Las universidades públicas, por su parte, requieren recrearse a partir de su historia, transformar la academia, las maneras en que se relaciona y organiza para producir, acceder a fuentes externas y combinar diferentes tipos y flujos de conocimiento, fortalecer los procesos de formación de investigadores, desarrollar mecanismos para comunicar rápido y oportunamente los resultados obtenidos en las investigaciones, ocupar claramente el espacio del discurso público y continuar con su labor de resguardo del patrimonio cultural. Para tales propósitos es crucial que la universidad pública cambie su organización, que permita una mayor interacción entre las ciencias, fincar líneas de investigación más adecuadas con la sociedad y un nuevo modo de relación con el Estado, que necesariamente seguirá siendo el principal proveedor de recursos para sus funciones. En esta misma dirección las universidades deben darse una forma de gobierno que garantice verdaderamente la buena marcha de la vida académica y la participación de los académicos.

La perspectiva de cambio de las universidades, su dirección y ritmo, tiene el desafío de avanzar ideas más allá del discurso político rutinario; ideas fuerza que abran los límites intelectuales del debate por encima del utilitarismo, el mercantilismo y las visiones estrechas de las burocracias, más preocupadas por los cómos que por definir la sustancia y las dimensiones de los cambios. En el discurso político de los universitarios deben estar presentes conceptos y una filosofía constructiva que resalten a las instituciones públicas y sus fines como una posibilidad de progreso. En el panorama se avizora una expansión de la matrícula. Formar a las nuevas generaciones con una más alta calidad supone romper las condiciones precarias que existen en las universidades para hacer ciencia. Hay que prepararse para esta y otros luchas.


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