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Educación en el DF
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 407 [2011-03-17]
 

La UNAM, por medio del Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad (PUEC) y la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), convocó a una serie de Talleres de Análisis de Prospectiva del DF. Uno de ellos estuvo dedicado al tema de la "Educación y el empleo".

En mi intervención recalqué, de nuevo, que la educación es una tarea de Estado, que quién y cómo educa es crucial para la conducción de una sociedad. Más todavía, lo que un gobierno hace en materia de educación permite descubrir la sociedad que se propone construir. Por ello, en estos tiempos, es necesario insistir en la descentralización de la educación básica para que el gobierno del DF se haga cargo de ella, para que la ciudad tenga un proyecto educativo propio, para que establezca líneas estratégicas de acción en materia educativa.

A través de su compromiso con una educación plural y abierta, la ciudad podrá forjar su identidad como sociedad moderna. Ya que el DF cuenta con los niveles más altos de bienestar social en el país, se vuelve un punto de experimentación para que la educación se use como palanca para incorporarse a la sociedad del conocimiento.

Ciertamente, el promedio de escolaridad (10.5) de la población de 15 y más años en el DF es el más alto del país. Para la población económicamente activa el promedio ha crecido poco y muy lentamente, aunque la tendencia hay que tomarla con sus debidas precauciones demográficas. En el territorio de la ciudad hay variaciones en el promedio de escolaridad de la población. Hay delegaciones en las que dicho promedio corresponde a la educación universitaria frente a otras que apenas rebasan la primaria. Pero ése no es el principal problema educativo del DF.

Desde hace más de un decenio, se enfatizó que uno de los problemas educativos más importantes del DF es el tamaño del rezago escolar de la población de 15 y más años de edad (Educación en el DF, Suárez, 1999), aquella que no ha concluido su educación básica, para decirlo muy llanamente.

En los pasados 20 años el rezago ha disminuido considerablemente, pero en 2005 el conteo todavía registraba cerca de 29 por ciento. Es un punto débil que debería de atender la política educativa, entre otras cosas porque refleja una fuerza laboral que tiene entre sus miembros un conjunto grande y poco calificado, que enfrenta un mercado laboral en el que hoy, por ejemplo, se exige el bachillerato para desempeñarse como chofer.

Otro problema que se debe atacar es el de las diferencias en la escolaridad que muestran los habitantes de la capital por deciles de ingreso, donde las diferencias entre los más pobres y los más ricos no ceden. Es muy importante ampliar las oportunidades de educación superior frente a la dinámica demográfica, y frente al aumento en el volumen de estudiantes que egresan del bachillerato. Hace un par de años (2008-2009) la matrícula de educación superior andaba sobre los 385 mil estudiantes, de los cuales la UNAM absorbía una muy buena cantidad en sus instalaciones del Distrito Federal. En 2009, la cobertura en el nivel superior se situaba sobre 47 por ciento, que desde siempre ha sido la más alta en la república.

La Ciudad de México tiene la particularidad de tener en su territorio a tres de las instituciones educativas más importantes del país: la UNAM, la UAM y el IPN. Entre las tres cubren casi la mitad de la producción científica del país. Esta ventaja comparativa no la ha usado la ciudad para coordinar esfuerzos en pro de un desarrollo local sostenido que beneficie a las mayorías, que atienda el conocimiento de lo más urgente y el conocimiento que puede requerir un plan de desarrollo de mediano plazo.

Y en esto queda incluida la UACM, que es una institución que en su corta vida ha venido haciendo esfuerzos para cumplir con sus cometidos, para elevar la calidad de sus estudios y para descomprimir el asunto de los rechazados, que en cualquier momento se puede convertir en un problema mayúsculo.

En fin, está claro que la educación en la capital del país es una de las cuestiones de mayor centralidad económica, política y cultural. Particularmente, porque quienes estudian se enfrentan a un mercado laboral que día a día enfatiza las credenciales, que se vuelve más rígido, al tiempo que despliega un sector informal muy grande (cerca de 30 por ciento de la PEA).

Es fundamental que la economía de la Ciudad de México crezca y ofrezca trabajo a los egresados de las universidades no sólo por cuestiones materiales, sino también porque significa revalorar la educación que se obtiene como medio de progreso, revalorarla para que los jóvenes salgan adelante en la vida y encuentren un canal para desplegar su energía intelectual, cuya falta es uno de los problemas que más aqueja al país en este momento.

Como ocurre siempre que se observa la realidad social en la que estamos inmersos, los desafíos son enormes, al igual que las tareas que nos esperan. Que también incluyen el ámbito de los valores, porque, como se ha señalado en el estudio citado, si no incorporamos al cambio una “ética de responsabilidad compartida y de solidaridad social”, difícilmente podremos tener éxito.


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