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Calidad educativa: ¿para qué?
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 232 [2007-07-12]
 

La reducción de la esfera pública, el discurso sobre la crisis de la educación universitaria y los argumentos en contra de las políticas que promovieron su ampliación han estado acompañados del concepto de calidad educativa. Un concepto muy en boga, que ha cruzado el espacio y el tiempo. Sobre él se debate poco en México. Y se le ha aceptado sin mayor reflexión porque difícilmente alguien se opone a que mejore la calidad de algo.

La calidad educativa se ha referido al éxito que alcanzan los egresados para ocupar puestos de buena paga. Pero tal resultado, como demuestran las investigaciones, no depende de la calidad de la educación que se reciba sino de que exista en la sociedad crecimiento económico y un mercado laboral con suficientes oportunidades de empleo, que satisfaga las expectativas de las familias en la educación de sus hijos. También, a la calidad se le ha definido para ser medida con base en indicadores sobre los insumos y más difícilmente a través de los procesos que se llevan a cabo en el mundo escolar. Con la evaluación se alcanza la calidad.

¿De qué calidad se habla? ¿Y con respecto a qué? ¿En qué condiciones histórico-estructurales de la sociedad? ¿Bajo qué cultura? La idea de calidad refiere a un concepto que no es unívoco. No tiene un contenido preciso; se le puede definir de diferentes maneras, como de hecho ha ocurrido en la historia del pensamiento educativo, no sin confrontaciones.

La calidad traída al campo de la educación, más recientemente, está pensada para una sociedad de consumo y refiere a la satisfacción de una necesidad "real o creada" de los clientes que adquieren un bien o servicio. Busca penetrar toda la vida de las instituciones y los sistemas escolares ligada a otras nociones como eficacia, eficiencia, pertinencia, productividad, gerencialismo, organización corporativa, racionalidad del gasto, competencia, selectividad y, por qué no, rentabilidad. En este contexto, la calidad surge como el eje que legitima las acciones para cambiar los sistemas educativos y tiene implicaciones notables sobre la realidad y las relaciones sociales.

Como se ha manejado el concepto, la formación del estudiante está orientada a crear un adulto ciudadano, individualizado, apto para consumir, nutrido de valores y criterios propios para ejercer tal función. Su pedagogía consta de una visión poco humana en la que los profesores juegan el papel de productores y los alumnos son quienes compran, si pueden, una educación de "calidad".

El asunto de la calidad educativa da para un tratado completo. Aquí me he limitado a una presentación muy esquemática que me sirve para decir que estoy a favor de una política para mejorar la educación superior. Que parta de una perspectiva histórica con el objetivo de disminuir la desigualdad social y aumentar la competitividad de los mexicanos. Que tenga entre otros propósitos superar el actual entorno institucional y educar a los estudiantes para que tengan más altos niveles de conocimiento de todo aquello que sea clave para sus profesiones y para insertarse en la sociedad de una manera provechosa. Explícitamente, para que adquieran valores democráticos.

La mejor educación para todos depende, en buena medida, de las características del profesorado. En este aspecto se han hecho progresos, pero no han sido suficientes. Ahora, es fundamental hacer una revaloración académica y social del docente y eso supone darle condiciones más dignas de trabajo, reforzar la investigación, incorporar jóvenes a la vida académica y abrir posibilidades para que todos los académicos dediquen tiempo a la enseñanza sin las presiones y ansiedades que producen las distintas formas de evaluación a las que estamos sujetos. Generar una relación profesor-alumno más sana.

Para que logremos una mejor educación superior es indispensable introducir nuevas tecnologías de enseñanza y de manejo de información. Hacer una mayor inversión en infraestructura, particularmente en bibliotecas y laboratorios. Promover el trabajo en equipo entre los académicos y entre éstos y los alumnos. Abrir canales para la movilidad estudiantil con reconocimiento de créditos y dar más acceso a actividades culturales como parte de la vida universitaria. Sería beneficioso ampliar la enseñanza de las humanidades, estimular la vinculación con el entorno social y eliminar las trabas que las burocracias imponen a la vida académica.

Como se puede ver, hay tela de donde cortar para darle un sentido distinto del que se le da ahora al concepto de calidad educativa.


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