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Universidad, gobierno y política
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 40 [2003-07-10]
 

A estas alturas del sexenio, ante lo que se vive en el país por el cambio, hay una especie de balance sobre los logros alcanzados por el gobierno. En materia educativa una de las preguntas es: ¿cuál ha sido el compromiso real de este régimen con las universidades y las demás instituciones de educación superior públicas? Con base en el Programa Nacional de Educación, ¿podría decirse que ha habido un interés verdadero en apoyarlas? La opinión pública y los especialistas en la materia quieren conocer resultados, no solo declaraciones de respaldo.

Se sabe que ha habido logros de coordinación en las instituciones y en el sistema de educación superior en su conjunto. También en la formación de las comunidades académicas y en el aumento de la matrícula. Las ofertas educativas siguieron diversificándose y en algo se mejoró la infraestructura. Pero, en este punto, hay tres cuestiones: ¿los apoyos han sido suficientes y oportunos? ¿Con la información actual, se estima que secumplirán los objetivos y metas del Programa? ¿Han disminuido las desigualdades sociales y territoriales?

Hay otros resultados que también se conocen. Es un secreto a voces que los directivos de las instituciones sienten demasiada presión por tener que llenar y presentar solicitudes e informes anualmente para completar los recursos que necesitan y mantenerse en operación. Los mecanismos para evaluar el desempeño en períodos tan cortos han significado una mayor regulación e injerencia de la Federación en la vida académica de las instituciones, lo que no es nuevo porque ha sido una tendencia de los últims tres lustros, al menos. El aceleramiento del control, sin embargo, corre el riesgo de llevar a la simulación y a la desinstitucionalización. Es decir, puede tener efectos perversos.

Las políticas en las que se sustentan los instrumentos de regulación tienen un defecto: utilizadas para distribur los recursos en lo inmediato no consiguen tener una visión de futuro hacia dónde dirigir la educación superior. Y la falla es de fondo: no se puede llegar a esa visión porque no se sabe cuál es el proyecto que tiene el gobierno para cambiar a la nación y qué papel juega en ese cambio la eduación superior. Se provocan tensiones y resistencias que a la larga pueden resultar perjudiciales. Por lo pronto, se requieren acuerdos entre los distintos proyectos que sostiene la pluralidad política que vive el país para fortalecer a las instituciones educativas, mediante recursos y la renovación de su planta académca, que se han construido a través de una larga historia.

Recientemente, uno de los ejes importanes en la rearticulación de las realciones entre la universidad y el gobierno ha sido alcanzar una mayor competitividad, que según algunas fuentes internacionales hemos venido perdiendo. Si tal ocurre es una pena, porque el país habrá desperdiciado más tiempo y otra oportunidad por no haber contado con una política educativa innovadora y vinculada a un enfoque político más amplio del que existe para producir, transmitir, usar y distribuir el conocimiento. Aspectos tan estratégicos para la nación no pueden tener una orientación puramente economicista, dejados a la ansiedad y la incertidumbre de lo que será el próximo presupuesto anual dela federación.

Sin negar los avances tenidos en la educación superior, lo cierto es que hemos visto como se derrumban una a una muchas de las metas cuantitativas ofrecidas para el final de este régimen. Es lamentable que siendo la política eduactiva un punto tan neurálgico para los intereses de México no se le preste la atención debida. En la última campaña electoral, por ejemplo, lospartidos simplemente pasaron por alto todos los temas y problemas de la educación superior. No se puede convocar a la ciudadanía con pura mercadotecnia, tomar prestado de otros sistemas políticos mecanismos que nos hacen vivir una democracia de a mentiras. Se necesita sustancia.

En el campo interncional, los gobiernos que buscan el crecimiento económico, el desarrollo social y cultural de sus pueblos han apoyado y recurrido al apoyo de las instituciones de educación superior que hacen investigación. En el caso mexicano no hay otra opción que apostar por el fortalecimiento de las universidades públicas las cuales tienen y pueden alcanzar condiciones para producir y diseminar conocimiento a la sociedad. Y estas no pueden hacer investigación de calidad sin investigadores bien formados y con experiencia, con presupuestos magros, de los cuales se dedica a esta actividad un porcentaje minúsculo, lo que las obliga a utilizar los instrumentos complementarios que sólo resuelven una parte del problema con las posibles consecuencias anotadas.

Una de las peores cosas que nos pueden ocurrir como país es que la desilusión se extienda a los ciudadanos, más allá de los empresarios y de la prensa internacional. Lo ha mostrado fehacientemente el abstencionismo del 6 de julio. Esto pronostica otro sexenio por el camino errado. Antes de que concluya, no habrá otra salida que rectificar y construir, parafraseando a Guiddens, “una tercera fuerza” que tenga nuevas ideas, proyectos orientados a deshacer las trabas al desarrollo y viabilidad de llegar al poder.


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Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

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