Hay que decirlo. Una vez más, el foxismo a través de los funcionarios de la Secretaría de Hacienda pretende darle al cine, a los libros y a la ciencia un fuerte golpe. Debilitar a la sociedad mexicana. Se trata de terminar con aquello que nos queda como lo más preciado y profundo: la cultura y las posibilidades de crear conocimiento.

Este grupo que está en el Poder Ejecutivo no ha entendido, y no podrá entender, que la cultura es piedra angular para darle continuidad y viabilidad al país en medio de tanto cambio. La cultura, las tradiciones y creaciones intelectuales forman el tejido social, porque cohesionan las formas de convivencia ciudadana. Son las redes comunicantes. Ponen las cosas en su lugar e interaccionan con el devenir de las instituciones para reformarlas, darles contenido y perspectivas de futuro. Las transiciones políticas y sociales para ser exitosas necesitan ir acompañadas, así lo muestra la experiencia, de nuevas formas de pensamiento, de vías como el cine, la literatura, la filosofía y la historia para trasmitir valores acordes a los nuevos tiempos, de actividades académicas que desarrollen los niveles cognitivos de la sociedad a través de la ciencia.

Para que un país arribe verdaderamente a la democracia, después de salir de un sistema político autoritario, requiere fundar un régimen cultural y epistémico que dé origen a pautas de comportamiento social que sean convergentes a los procesos seculares que llevan al progreso. Sin cultura y sin democracia México no podrá ir hacia delante. Sin reforma del Estado tampoco. Los constructores del Estado son los del intelecto, la cultura, el arte y la ciencia. Y la edificación sólo puede llevarse a cabo en un orden social que la favorezca. A una nación se le aprecia universalmente como civilizada y próspera por su arte y cultura.

Lo ocurrido en estos días con la amenaza a los libros, al cine y a la ciencia es un atentado a la razón y a la inteligencia. En el gobierno no existe la capacidad para reconocer que los productos culturales no son como cualquier otro producto ni para descubrir el papel que juegan los símbolos en la estructuración de la sociedad, los fundamentos de la verdad desde la ciencia. Sus errores sistemáticos en estas cuestiones, sin exagerar, pueden resultar dramáticos en el porvenir inmediato, porque tienden a quebrantar lo poco que queda de legitimidad política y a impulsar retrocesos que no queremos tener de nuevo: anarquía o retorno del autoritarismo.

El fin del nacionalismo revolucionario, al que tanto contribuyeron las plumas que colaboraron con los dos últimos gobiernos del PRI, cerró un ciclo cultural de los mexicanos que no ha sido seguido por el inicio de otro. De ahí las dificultades para llegar a acuerdos sobre los cambios estructurales. De ahí que existan muchas tensiones con el antiguo régimen. La única manera de vencerlas es creando nuevos códigos éticos y asentando prácticas ciudadanas que le brinden fluidez a los nexos entre el Estado y la sociedad civil.

Por el contrario, la impresión que dejan las medidas que propone el gobierno es que se trata de derrotar la posibilidad histórica de darle otro rumbo al país. Las mejores cosas que hemos hecho los mexicanos se encuentran en lo cultural (pintura, literatura, poesía, artesanías e instituciones públicas como lo reconoció el Congreso de la Unión con la Universidad Nacional Autónoma de México); el empobrecimiento cultural significa desinstitucionalización, desnacionalización, colonización ideológica, pérdida de identidad, mayor injustica social y menor calidad de vida, por un lado. Por el otro, proponer que se reduzcan las condiciones de hacer ciencia indica que en materia educativa, como en muchas otras, este gobierno de plano ya perdió la brújula. Y hay que repetirlo todas las veces que sea necesario.