Varios colaboradores de este suplemento han expresado en un buen número de artículos las preocupaciones y reflexiones en torno a la reforma de la UNAM. La mayor parte de ellos se han referido a los aspectos que podrían denominarse macro, es decir, los asuntos organizacionales, las agrandes orientaciones políticas, los temas cruciales de la vida académica, entre otros. No obstante, y sin que se le haya dejado de lado, hasta el momento sólo ha quedado implícito que las transformaciones de la institución habrán de tener una repercusión fundamental en los estudiantes. Creemos, por lo tanto, que es imprescindible incluir en un lugar preponderante de los debates y acuerdos, el tema del mejoramiento sustancial de las condiciones de estudio de nuestros alumnos. De esta manera, tendrán que revisarse a fondo todos aquellos elementos que conforman la vida académica en todos los niveles y modalidades de enseñanza que ofrece la UNAM.

Lo anterior significa no sólo responder con plenitud al reclamo original de la huelga de los años 1999, sino reconocer mediante acciones concretas que una universidad que cumple satisfactoriamente con sus funciones es aquella que asegura la mejor formación a sus alumnos. Habrá que reorganizar, pues a la institución para que proporcione, por ejemplo, un sistema de tutorías que apoye de manera continua a los estudiantes a lo largo de su permanencia en la institución; un número mayor de becas para quienes se hallen en dificultades económicas para proseguir con sus estudios; mejores servicios bibliotecarios (podría, en este sentido, empezarse por ampliar los horarios y días de consulta); dotar a los laboratorios de los materiales suficientes para el desarrollo de las prácticas y que éstas sean realmente el complemento de la teoría (es bien sabido que en varias facultades la atención que reciben los alumnos por parte del personal de apoyo durante las prácticas de laboratorio deja mucho que desear); continuar con la agilización automatización de los trámites escolares (para terminar, por ejemplo, con el predicamento que significan los trámites de graduación en la licenciatura y el posgrado); asegurar la asistencia, puntualidad y el compromiso de los profesores con los grupos a su cargo; mejorar las condiciones de seguridad en los planteles; fortalecer los servicios deportivos, recreativos y culturales. Éstos son sólo algunas de las situaciones que habría que atender y mantener en supervisión permanente, pues una lista exhaustiva abarcaría mayor espacio del cual se dispone para estos comentarios. Las distintas comunidades de las escuelas y facultades habrán de identificar las que sean prioritarias. Mucho se pregonan los logros de la UNAM en el terreno de la investigación, pero con frecuencia se soslaya que, sin perjuicio de la atención y el apoyo que debe seguirse dando a dicha actividad, así como a la difusión de la cultura, la docencia es una función sustantiva de la UNAM en la cual participa la mayor parte de sus académicos y alumnos. Sería muy satisfactorio para todos los universitarios que los anuncios publicitarios también destacaran que los estudiantes de esta institución son, en su mayoría, de los mejores del país en todos los programas académicos que ofrece la institución. La formación de los estudiantes deberá ser la mayor fortaleza de la UNAM.