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La complejidad del desafío educativo hispano
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 77 [2004-04-22]
 

El flujo persistente de inmigrantes hispanos amenaza con dividir a los Estados Unidos, dos culturas y dos lenguajes. A diferencia de grupos de inmigrantes del pasado, los mexicanos y otros latino no se han asimilado a la cultura principal de Estados Unidos, formando en su lugar sus propios enclaves lingüísticos –de los ángeles a Miami- y rechazando los valores angloprotestantes que edificaron el sueño americano. Estados Unidos ignora el peligro de dicho reto. Este es el primer párrafo de la versión electrónica del más reciente ensayo del influyente politólogo estadunidense Samuel P. Huntington (The Hispanic Challenge, marzo-abril 2004 (www.foreignpolicy.com) y a la vez la principal argumentación que intenta sostener en una decena de páginas.

Desde los primeros días de marzo, cuando apareció el ensayo, las reacciones no se hicieron esperar. Diferentes analistas en México lo calificaron como poco consistente, con escasa evidencia empírica, anecdótico y motivado más por ideas racistas que por un interés académico. Y, efectivamente, en una apresurada caracterización de la inmigración hacia EU –fundamentalmente mexicana-, además de reiterar el rechazo de la población de origen mexicano a las normas, la educación, el idioma, el estatus y en definitiva a asimilarse, Huntington intenta probar que constituye una amenaza inminente a la identidad y a los valores estadunidenses.

De hecho, concluye su ensayo señalando que: “Hay un solo sueño americano (american dream) creado por una sociedad anglo-protestante. Los mexicoamericanos compartirán ese sueño y esa sociedad solamente si sueñan en inglés”.

Las críticas también han sido de académicos estadunidenses. Wayne A. Cornelius, estudioso de las inmigraciones y actualmente adscrito a la Universidad de California en San Diego, destacó, que las afirmaciones de Huntington respecto a la baja calidad de los inmigrantes y su presunta resistencia a la integración parecían más bien “extras e insostenibles” y que si fuera el caso, esa caracterización se aplicaba más a los inmigrantes de mediados del siglo pasado pero no a los actuales.

De acuerdo con Cornelius, investigadores han demostrado que quienes tienen más tendencia a la migración son aquellos que tienen un nivel medio de educación y que las “cohortes migratorias más jóvenes que van a Estados Unidos tienen niveles de educación más altos que las de mayor edad”. Igualmente, señaló que las evidencias empíricas muestran que el dominio del español se desvanecía en la segunda generación de latinos nacidos en EU (Reforma, 21/03/04:18A)

Pero el debate está por comenzar. El ensayo de Huntington es parte de un libro que se publicará en las próximas semanas (Quiénes somos) y seguramente dará lugar a nuevas argumentaciones y tomas de posición. En México, el número de este mes de la revista Letras Libres adelante el ensayo de marras y avanza en la polémica con cuatro colaboraciones críticas al respecto.

La posición de Huntington tiene relevancia para el tema educativo en Estados Unidos –y en México- por su controvertida caracterización del nivel de instrucción y capacidad de los inmigrantes y también por la generalidad con la cual se apresura a concluirlo. Convendría no soslayar algunas de las dificultades que enfrenta la población hispana en Estados Unidos en el terreno de la educación superior y su valoración.

Según los datos del Pew Hispanic Center de la University of Southern California, un centro reciente dedicado al estudio y comprensión de la población hispana (www.pewhispanic.org), en el año 2002 alrededor de 1.7 millones de estudiantes hispanos se matricularon en colleges y universidades estadunidenses, de los cuales la mayoría (87 por ciento) son estudiantes de pregrado.

Lo relevante son algunas diferencias respecto a otros grupos étnicos. Por ejemplo, el mismo departamento estadunidense identifica siete rasgos asociados negativamente con la obtención de grados en la educación media y superior: demora entre el egreso del nivel precedente y el ingreso al college, asistencia de tiempo parcial a la escuela, un estatus financieramente independiente, hogares con un solo padre, dependientes económicos, un diploma de secundaria (high school) irregular y trabajar de tiempo completo. Según la misma fuente, el riesgo promedio de esos atributos para los hispanos es de 2.4, mientras que para blancos no hispanos es de 2.0 y para los afroamericanos de 2.7.

Otro asunto es el estatus legal de los estudiantes. Los datos del Departamento de Educación de Estados Unidos señalan que del total de pregraduados hispanos, 86 por ciento son ciudadanos estadunidenses, otro 12 por ciento son residentes permanentes legales, ambos en condiciones de recibir ayuda gubernamental, y 2 por ciento de estudiantes nacidos en el extranjero que no son elegibles para ayuda financiera del gobierno.

Sin embargo, un grupo de hispanos está impulsando la llamada Act Dream, una iniciativa legal en el Congreso que permitiría a inmigrantes egresados de educación secundaria (high school) obtener el estatus legal para asistir a la educación superior puesto que ahora no lo tienen. Según este grupo, cada año 65 mil egresados se quedan sin “oportunidad de ir al college o ajustar su estatus” y estiman que 1.6 millones de adolescentes indocumentados (menores de 18 años) estuvieron viviendo en EU en el 2002” (www.neappleseed.org). También sorprende que, según una encuesta del mismo Pew Hispanic Center de enero pasado, y a diferencia de lo que señala Huntington, los hispanos tienen actitudes más positivas sobre las escuelas públicas y son más optimistas de que las escuelas están mejorando, en comparación con los blancos y los afroamericanos.

La problemática de la educación de los hispanos en Estados Unidos es relativamente compleja y no hay duda de que en ella se expresan tendencias históricas, patrones de inmigración, diferencias culturales y fuerzas económico-laborales. Es un problema compartido y quizás, antes que condenar, habría que intentar entenderlo.


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