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Razones y sinrazones para desaparecer a las escuelas normales públicas
María Herlinda Suárez Zozaya
Campus Milenio Núm 422 [2011-07-07]
 

En días pasados, la lideresa magisterial vitalicia, Elba Esther Gordillo, y el presidente de México, Felipe Calderón, firmaron el Acuerdo de Evaluación Universal de Docentes y Directivos de Educación Básica. El acto, según lo expresó el propio Ejecutivo, fue indicativo de que entre el gobierno y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) sí existe una alianza. Calderón quiso dejar claro lo que ya todos saben: la lideresa tiene un enorme poder político y sus actos cuentan con el aval y apoyo del gobierno, y viceversa.

En 2008, la maestra Gordillo le pidió públicamente al presidente Calderón desaparecer las normales públicas. Ahora, durante el Quinto Congreso Nacional de Educación y el Tercer Encuentro Nacional de Padres de Familia y Maestros: “Educar es el camino”, anunció que en los próximos días iniciará una reforma a las “escuelas normales patito”, pues han dejado de cumplir su misión de formar docentes de calidad, y refirió que en México éstas se han convertido en centros para el incremento de desempleados.

Cabe esperar, entonces, que en los próximos meses las escuelas normales, sobre todo las de sostenimiento público, sufran enormes agresiones para tratar de desaparecerlas.

En 1984, la carrera de maestro adquirió el estatus de licenciatura y las escuelas normales se ubicaron en el nivel de las instituciones de educación superior. Según datos de la Encuesta Nacional de Alumnos de Educación Superior (ENAES), ciclo 2008-2009, en tal periodo 5.6 por ciento de la matrícula de nivel licenciatura en el país correspondía a las escuelas normales y, del total de estudiantes normalistas, la mayoría (64 por ciento) asistía a instituciones públicas estatales, 4 por ciento a normales públicas federales y 32 por ciento a escuelas normales particulares.

La misma fuente informa que respecto de la distribución de la matrícula por regiones, en el norte (31.4 por ciento) y en la región centro occidente (40 por ciento) es donde hay un mayor número de alumnos normalistas y en la región sur es más grande (77 por ciento) la proporción de quienes estudian para maestros de educación básica en escuelas públicas.

Así que, de hacerse realidad el pedido que la maestra Gordillo hiciera a Calderón, la región más afectada será el sur del país, precisamente allí, donde hoy se registran los mayores índices de analfabetismo y rezago educativo.

Es bien sabido que la normal es una carrera en la que la mayoría de la matrícula está integrada por mujeres. Según la ENAES, 66 por ciento del alumnado que estudia normal es de sexo femenino y las proporciones por sexo son similares en las escuelas públicas que en las particulares.

En cambio, donde sí existen visibles diferencias, según régimen de sostenimiento, es en el capital cultural y el nivel socioeconómico del alumnado; en ambos casos los normalistas de escuelas particulares están más favorecidos.

En efecto, como se observa en el cuadro anexo, las familias de quienes estudian en escuelas normales particulares poseen, con mayor frecuencia, computadora propia conectada a internet y perciben mayores ingresos. Además, la escolaridad de ambos padres es mayor, respecto de los estudiantes de escuelas normales de sostenimiento público.

Sin duda alguna, las desigualdades socioeconómicas y culturales que hay entre estos dos grupos de alumnos normalistas se encuentran incorporadas a la experiencia estudiantil y son decisivas en el desempeño escolar de los futuros maestros. Pero debe advertirse que tales desigualdades no determinan que los egresados de las escuelas particulares, ni los de las públicas, salgan mejor o peor preparados, unos respecto de los otros.

En la actualidad, no hay ningún estudio serio acerca de las diferencias de calidad que pudiera haber entre las escuelas normales públicas y privadas. En cambio, con base en los resultados de la encuesta mencionada, puede afirmarse que entre los alumnos de las normales públicas hay una mayor proporción de quienes consideran que haber estudiado en la escuela en la cual están matriculados les dará alguna ventaja respecto de los egresados de otras escuelas.

Y ahora que la maestra Gordillo ha decidido que las normales públicas deben desaparecer, es interesante poner atención en el siguiente resultado: a la pregunta “¿Esta escuela fue tu primera opción?”, 49 por ciento de los alumnos de las escuelas normales particulares contestaron “no”. En cambio, los porcentajes correspondientes a escuelas normales estatales y federales fueron 29 por ciento y 16 por ciento, respectivamente.

Me parece que la lideresa magisterial y el presidente de México conocen esta situación y, por ello, para poder cumplir con el objetivo mutuo de favorecer a la educación privada, no les es suficiente con dar apoyo preferente a los particulares, sino que se les plantea como exigencia estratégica mermar o, de plano, desaparecer a la educación pública.



Cuadro 1.


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