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Brasil y su política científica
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 117 [2005-02-17]
 

El próximo mes comenzará en Brasil un amplio y complejo ensayo clínico con células troncales. Se trata, según lo divulgó el gobierno brasileño hace un par de semanas y lo recuperaron diferentes agencias informativas, de un ensayo con más de un millar de pacientes con afecciones cardiacas en casi medio centenar de centros de investigación médica. A los pacientes se les inyectarán en el corazón células troncales extraídas de su propia médula ósea y se esperaría que éstas regeneren las áreas dañadas de ese órgano. Brasil no es el primer país que realiza un experimento con tales características, pero al parecer sí será la primera ocasión en que se practica con el mayor número de personas (El País 03/02/05: 26).

El experimento medico que realizará Brasil no es un dato aislado ni es fortuito. En múltiples oportunidades se han reportado los avances de ese país en distintas áreas de investigación e innovación, como la nuclear y la genómica, pero también en su vigoroso y extendido sistema de posgrado. El caso de Brasil es ilustrativo de uno de los sistemas científicos y tecnológicos de mayor tamaño y proyección en América Latina.

La mayoría de las capacidades brasileñas en ciencia y tecnología se desarrollaron entre fines de los años 60 y principios de los 80 (Schwartzman, S. Science and Technology in Brazil: a new policy for a global world. Sao Paolo. November. PADCT II Agreement between Brazil and The World Bank. 1993) Esto fue posible por el interés de autoridades civiles y militares de elevar la competencia científica y tecnológica, el apoyo a esa política por parte de la comunidad científica y la expansión económica de ese periodo (las tasas de crecimiento económico anual fueron de entre 7 y 10 por ciento anual).

Algunas de las políticas que se pusieron en marcha fueron: La reforma universitaria de fines de los años sesenta; mayores recursos financieros a ciencia y tecnología (CyT); creación de nuevas oficinas gubernamentales de gestión y financiamiento -aunque cabe advertir que fue hasta mediados de los años ochenta cuando se creo el ministerio de ciencia-; establecimiento de unos pocos centros de investigación y desarrollo de gran escala; y la formulación sucesiva de planes de desarrollo científico y tecnológico por parte del gobierno federal.

Durante la crisis de los años ochenta, el sector de la CyT en Brasil, al igual que la región, entró en un periodo de gran inestabilidad e incertidumbre; un financiamiento a la baja que inhibió la iniciativas y alentó el desánimo. En los noventa, una nueva tendencia en las políticas se encaminó a asociar a la CyT en mayor medida a la competitividad industrial, en un entorno caracterizado por la creciente competencia en el mercado y el desarrollo de una industria basada en la ciencia.

En 1990, si consideramos el conjunto de actividades científicas y tecnológicas (ACyT), Brasil destinaba 7,369 millones de dólares, cifra que disminuyó a 6,990 en 1999. Sin embargo, para investigación y desarrollo (IyD) la cantidad pasó de 3,502 mdd a 4,518 mdd (www.ricyt.org). Es decir, que contrario a lo que se podría pensar, la IyD no solo no disminuyó en los años noventa, sino que tuvo un incremento (En el mismo periodo, México incrementó el nivel de gasto en ambas actividades: pasó de 724 mdd a 1,947 mdd, y para IyD de 887 mdd a 2,065).

Si vemos la proporción de gasto respecto al PIB, en 1990 Brasil invertía 1.59 por ciento de su PIB en CyT y al final de esa década la proporción disminuyó a 1.33 por ciento (un volumen que de cualquier forma triplica al que destina México). Si vemos el nivel de gasto por fuente de financiamiento, resulta que entre 1990 y el 2000 la participación relativa del gobierno brasileño en el gasto de IyD disminuyó de 71.5 por ciento a 60.2 por ciento, mientras que la participación de la industria pasó de 23.9 a 38.2 por ciento. Un incremento de más de 10 puntos porcentuales.

La proporción de recursos humanos a nivel de posgrados que reúnen México y Brasil es mayoritaria en la región: concentran el 80 por ciento del total de posgraduados. Según las cifras disponibles, en el año 2000 Brasil tenía un total de 163,945 personas desempeñando actividades en CyT, de las cuales 77,822 eran investigadores. En México en el mismo año, había un total de 33,209 personas en ese tipo de actividades y el Sistema Nacional de Investigadores registraba 7,466 investigadores.

Las cifras del año 2000 muestran que en el caso de Brasil la mayor parte de su personal, el 67 por ciento, se desempeñaba en instituciones de educación superior, le seguía el sector industrial con 26 por ciento y finalmente el sector gubernamental con 6.8 por ciento.

Aunque algunos indicadores del sistema científico y tecnológico de Brasil muestran cierta similitud con el de México -principalmente en el crecimiento relativo-, las cifras absolutas son favorables en todos los casos para el primero.

Seguramente la extensión y consolidación del sistema científico es uno de los factores que explican la capacidad de Brasil para impulsar diferentes iniciativas científicas y, sin embargo, cabe advertir que también es uno de los países donde prevalecen agudos contrastes sociales y grandes desafíos.


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