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Ciencia sin fronteras en Brasil
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm 427, pp.12 [2011-08-18]
 

Hace unas semanas, el gobierno brasileño dio a conocer el programa “Ciencia sin fronteras”, mediante el cual plantea otorgar 75 mil becas a estudiantes del país amazónico para cursar estudios de licenciatura o posgrado en universidades del extranjero en los próximos cuatro años. El número de estudiantes becados podría aumentar hasta 100 mil con el patrocinio de la iniciativa privada. El financiamiento del programa significa una inversión gubernamental de 3 mil 160 millones de reales (un poco menos de 2 mil millones de dólares).

Tan enorme inversión pretende que avance la ciencia brasileña en materia de tecnología, innovación y competitividad, mediante la movilidad internacional de estudiantes, investigadores y profesores. No es difícil suponer que esta iniciativa se inscribe dentro de la estrategia —iniciada por el presidente Ignacio Lula da Silva y continuada por la actual mandataria Dilma Rousseff— orientada a convertir a Brasil en una de las principales potencias económicas del planeta.

Recientemente, la presidenta Rousseff resumió los objetivos del programa: “queremos que los estudiantes brasileños puedan estudiar en las mejores universidades del mundo y vuelvan a Brasil con la capacidad de aplicar todo lo que estudiaron, aprendieron e investigaron en el exterior, a las áreas de ciencia, tecnología e innovación” (www.cienciasemfronteiras.cnpq.br).

Cabe señalar que entre los objetivos específicos del programa se pretende, aparte de la formación de personal del más alto nivel científico y tecnológico, así como aumentar la presencia de investigadores y estudiantes de distintos niveles en instituciones de excelencia en el exterior, promover la inserción internacional de las instituciones brasileñas por medio de la apertura de oportunidades semejantes para científicos y estudiantes extranjeros.

Atraer numerosos jóvenes con talento científico e investigadores altamente calificados a Brasil es un hecho inédito en el contexto latinoamericano. Hasta ahora, la migración de académicos y estudiantes hacia otro país había sido, principalmente, por razones de índole política o económica.

Esta política es semejante a la emprendida en otras naciones, que se han constituido como economías emergentes. Es el caso de Corea del Sur y China, así como la estrategia europea de consolidarse en algunas décadas en la zona más competitiva del mundo en materia de ciencia, tecnología e innovación.

En los años recientes, Alemania ha iniciado un programa altamente competitivo para que las universidades puedan obtener fondos —de monto muy considerable— dedicados a la investigación.

Los ministerios y agencias que participarán de manera más activa en este enorme esfuerzo por formar una planta científica, tecnológica y de innovación serán los de Ciencia y Tecnología, además del de Educación, así como el CNPq (Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico) y la CAPES (Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior). Estas dos agencias del gobierno brasileño se encargan de coordinar, evaluar y financiar la investigación que se realiza en las universidades y otras instituciones brasileñas de educación superior.

Dado que la pretensión es formar, en un tiempo relativamente corto, una masa crítica que permita construir un sólido aparato científico, tecnológico y de innovación, las áreas del conocimiento que se promoverán son: ingenierías (y demás áreas tecnológicas); ciencias exactas y de la Tierra; biología, ciencias biomédicas y de la salud; computación y tecnologías de la información; tecnología aeroespacial; farmacología; producción agrícola sustentable; petróleo, gas y carbón mineral; energías renovables; biotecnología; nanotecnología y nuevos materiales; tecnología de prevención y mitigación de desastres naturales; biodiversidad y bioprospección; ciencias del mar; industria de la cría de animales; nuevas tecnologías de ingeniería de la construcción, y formación de tecnólogos.

No se sabe si el apoyo a estas prioridades significará el retiro o muy poca disposición de recursos para la investigación en humanidades y ciencias sociales.

Además de la considerable inversión de recursos en la formación de los estudiantes en el exterior y lo que se ofrecerá a los jóvenes talentosos e investigadores para trabajar en Brasil, también se deberá disponer de un financiamiento muy importante para crear los puestos de trabajo en los cuales laborarán los becarios a su regreso.

Esto también constituirá un hecho sin precedente en la región, pues uno de los problemas más agudos que enfrentan quienes se preparan en el extranjero es la poca o nula disponibilidad de lugares suficientes en los cuales puedan desarrollar lo aprendido en su formación fuera del país.

Asimismo, quizá la iniciativa descrita fortalecerá en el corto plazo el prestigio y elevará la posición de universidades como Sao Paulo, Campinas, Federal de Río de Janeiro y Estatal de Sao Paulo, tanto en los rankings o clasificaciones mundiales de universidades como en el ámbito universitario iberoamericano.

Pero más allá de las consecuencias, lo que realmente es digno de subrayarse son los efectos de esta importante inyección de recursos financieros en la formación de una cantidad muy importante de científicos y tecnólogos, que habrán de fortalecer y dinamizar el sistema productivo brasileño.

De resultar exitosa esta iniciativa del actual gobierno encabezado por Dilma Rousseff, sería de esperarse un despegue sin precedentes de la economía de Brasil. Éste un ejemplo muy claro de cómo la educación superior puede servir de instrumento eficaz para promover el desarrollo económico de un país.

Aunque no se menciona de manera explícita en el programa “Ciencia sin fronteras”, y por lo que se ha observado en la economía brasileña, se supone la existencia de una coordinación entre las políticas públicas en materia industrial y las de educación superior, ciencia, tecnología e innovación. Es ésta una condición necesaria para que una iniciativa de esta naturaleza sea exitosa.

Cuando se mira el caso brasileño, país con un nivel de desarrollo económico no muy diferente al de México, uno se pregunta si en un futuro no muy lejano podríamos ver que un esfuerzo como éste pudiera llevarse a cabo en México. Ante lo que ha sido la estrategia de inversión en ciencia, tecnología e innovación de los últimos sexenios, parece un sueño guajiro. Qué tristeza.


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