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Brasil: ¿becas sin fronteras?
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 428 [2011-08-25]
 

La noticia —como la reprodujeron los medios internacionales y como en estas páginas la recuperó Armando Alcántara— fue un tanto sorprendente: Brasil otorgaría 75 mil nuevas becas para que sus estudiantes se formen en el extranjero, la inversión sería de alrededor de 2 mil millones de dólares. Una cantidad importante de recursos humanos formados fuera de las fronteras brasileñas y un volumen considerable de recursos financieros implicado, ni duda cabe.

El asunto es que la idea se encamina conforme a las presiones de internacionalización de la educación superior y parece ir a contracorriente del fortalecimiento de sus programas nacionales de posgrado.

La iniciativa se denomina “Ciencia sin fronteras” y es básicamente un programa de movilidad internacional en el campo de la ciencia, la tecnología y la innovación. Según los objetivos que planteó el ministro del ramo en Brasil, Aloizio Mercadante, intentan fortalecer su sistema sectorial y su competitividad industrial por medio de la expansión de la movilidad internacional (presentación oficial de julio de 2011).

El mayor número de becas será para estudiantes de licenciatura (27 mil 100) y de doctorado (24 mil 600); 69 por ciento del total de apoyos. El resto, en orden de importancia, serán: 9 mil 790 para doctorados de cuatro años; 8 mil 900 para posdoctorado de uno o dos años; 2 mil 660 para estancias cortas de medio año; 700 para formación especializada empresarial en el extranjero; 860 becas de tres años para jóvenes científicos de gran talento, y 390 becas para investigadores visitantes en Brasil.

El énfasis está puesto en la formación pregrado y doctoral, pero en ambos casos se trata de apoyos para estancias de un año, no el financiamiento para el programa completo.

La intención del programa es que los becarios obtengan su formación en “las mejores instituciones disponibles, prioritariamente entre las 50 mejor clasificadas en los rankings del Times Higher Education o en el QS World University Ranking”.

Al parecer, ya tienen seleccionadas 64 universidades en el área de la salud; otras 88 en biología, y 86 más en ingeniería y tecnología. Un total de 238 universidades —en su mayoría estadunidenses— y más de una treintena de cursos de las ciencias naturales y exactas. Las ciencias sociales y las humanidades no figuran.

La semana anterior, el ministro de Ciencia y Tecnología anunció que están listas las primeras 2 mil becas para los estudiantes de licenciatura que hayan obtenido 600 puntos en el examen nacional de enseñanza media y tengan entre 40 y 80 por ciento de los créditos de licenciatura. También indicó que el monto de las becas será de 870 dólares para las universidades estadunidenses y de 870 euros para las europeas (cienciasemfronteiras.cnpq.br).

Sin embargo, la Red de Ciencia y Desarrollo (SciDev.Net), un proyecto de difusión de la revista Nature en cuatro diferentes idiomas, reportó que, según algunos críticos, el amplio programa de movilidad de recursos humanos que se pretende impulsar, “entra en conflicto con sus políticas adoptadas de las últimas décadas”, centradas en el impulso a los programas nacionales de maestría y doctorado y en la ampliación del acceso a los cursos de posgrado en el país. Los programas de posgrado de Brasil son de los años sesenta y de los más desarrollados. En opinión del presidente de la Sociedad Brasileña de Físicos, Celso Pinto de Mello, no es necesario un programa que propicie la fuga de cerebros, como sería “Ciencia sin fronteras”.

Sin embargo, quizá la principal inconformidad de algunos académicos es que no fueron consultados, como lo expresó el mismo Mello: el sector científico y sus asociaciones no tenían conocimiento alguno de la existencia de la medida y tampoco fue una línea que se hubiera planteado en su Cuarta Conferencia Nacional de Ciencia y Tecnología celebrada el año pasado (un mecanismo de contacto y acuerdo entre científicos y gobierno).

El ministro de Ciencia y Tecnología de Brasil no parece preocupado por un eventual agravamiento de la fuga de cerebros. De hecho, según lo reportado por la Red de Ciencia y Desarrollo, el funcionario desestimó tal posibilidad e indicó que los estudiantes regresarían y que, incluso, por la localización de las dificultades económicas mundiales era posible que los puestos académicos fueran “más difíciles de encontrar en Estados Unidos y Europa”.

Es decir, los estudiantes regresarían por el atractivo del país, más que por el diseño del programa que a la mayoría de becarios solamente les financiará un año.

Sin demasiadas reticencias se ha considerado que la internacionalización de la educación superior es positiva per se. Particularmente, la estructura de incentivos ha alentado esa tendencia mediante la movilidad de estudiantes y profesores; un fenómeno en ascenso y con múltiples implicaciones.

No obstante, no es claro quiénes son los principales beneficiarios de la internacionalización, si alienta o no la fuga de cerebros, qué modelo universitario se propaga o cuáles consecuencias positivas se esperan y cuáles los resultados negativos asociados.


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