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La política de la ciencia, 2012-2018
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 487 [2012-11-15]
 

En un capítulo del libro La academia en jaque titulado La ciencia en México: desarrollo desigual y concentrado (Muñoz y Suarez, 2004) señalamos, con datos del año 2000, que la ciencia en el país se había llevado a cabo con enormes desequilibrios y en unos cuantos lugares del territorio. Mi interés, ahora, es dar un panorama somero de dónde estamos 10 años después, y decir qué esperamos.

La problemática la analizaremos de una forma sencilla a través de información sobre los investigadores nacionales, quienes están reconocidos como productores de conocimiento en el país. Su existencia, además, se toma como un buen indicador de lo que ocurre en las instituciones. Me aproximaré, después, a lo que significa la presencia de los investigadores en términos de producción científica.

Para ilustrar empíricamente los argumentos usaré la información del Explorador del Estudio Comparativo de las Universidades Mexicanas (ECUM) para 2010 y otros datos provenientes de la Subsecretaría de Educación Superior.

Entre el 2000 y el 2010, el número de investigadores nacionales creció más del doble al pasar de 8066 a 18473. En el año 2000, la actividad científica concentraba al 48.7 por ciento de los investigadores nacionales en el Distrito Federal. Agregados, Jalisco, el Estado de México, Morelos, Nuevo León y Puebla, se tenía que, en seis entidades, se ubicaba el 71.5 por ciento de este sector académico. En el 2010, la cifra se redujo al 61.3 por ciento, correspondiendo al DF el 38.1 por ciento y el resto a las otras cinco entidades.

El dato permite apreciar, en efecto, que casi 4 de cada 10 investigadores nacionales se ubica en las otras 26 entidades de la república. Hay, a no dudar, la emergencia de instituciones que están haciendo investigación, más allá de aquellas que son muy fuertes en esta función.

Cuando desagregamos la información a nivel de las instituciones, la UNAM, la UAM y el IPN tienen en conjunto el 29.9 por ciento de los miembros del SNI. Las universidades públicas estatales de Guadalajara, el Estado de México, Morelos, Nuevo León y Puebla, contienen al 11.4 por ciento. Así, en las seis entidades a las que hemos hecho referencia, hay otras instituciones que agrupan al 20 por ciento de los investigadores nacionales.

Existen logros en la desconcentración. Los datos permiten suponer que la diversificación institucional en la geografía nacional se ha producido con una mejor distribución de investigadores en el país.

Sin embargo, hace falta avanzar. Por ejemplo, en el Consorcio de Universidades Mexicanas (CUMEX) se agrupan 25 instituciones. Se dice que es un “espacio común para la educación superior de buena calidad con alta competitividad académica”. Sin embargo, sí la calidad institucional tiene algo que ver con la investigación, entonces, se requieren mayores progresos.

Restadas cuatro de las cinco universidades públicas estatales que mencioné antes (la de Morelos no está en esta agrupación), un tecnológico y la de Occidente, se encuentra que las 19 universidades restantes, afiliadas a CUMEX, contienen el 13.74 por ciento de los investigadores nacionales. Entre ellas, únicamente cuatro sobrepasan el 1 por ciento, más dos que casi llegan a esa cifra. En este punto, se torna evidente, diez años después, que la distribución de las capacidades científicas en el país necesita mayores equilibrios.

La política de la ciencia nos debe dar mejores resultados. Veamos otros dos. En la planta académica de carrera, tres cuartas partes de los académicos tenían posgrado en el 2012. Pero solamente un quinto de los académicos de tiempo completo pertenecían al SNI.

Por lo que respecta a los productos de la investigación, los datos del estudio comparativo (ECUM), indican que el número de artículos científicos producidos en México, registrados en el ISI-Web of Knowledge en el 2010, corresponde, en un 71.5 por ciento, a los investigadores que se encuentran en las seis entidades federativas mencionadas. Por institución, la UNAM, la UAM y el IPN cubren el 45.6 por ciento de estos artículos con un 30 por ciento de investigadores nacionales.

Quedan muchos problemas y desequilibrios por resolver, como se ilustra. La política de la ciencia que se vaya a aplicar en este sexenio tiene que dejar de auspiciar la simulación, apoyar a las universidades públicas con programas especiales de fomento a la investigación, así como los esfuerzos emergentes serios en otras instituciones. Orientar la producción de conocimiento al desarrollo local, con programas de vinculación y transferencia de conocimiento a los sectores de la producción, social y público. Finalmente, expandir el sistema de ciencia, cubrir más zonas, y respaldar decididamente a los programas de doctorado. Al Estado le toca conducir la política de la ciencia y al gobierno dedicarle más recursos. ¡Ciencia para mejorar el bienestar de los mexicanos!


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