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Una lectura para el nuevo presidente
María Herlinda Suárez Zozaya
Campus Milenio Núm. 489 [2012-11-29]
 

Más allá de que no se debe olvidar que el “origen” de las políticas neoliberales en México está ligado a los gobiernos priistas de las últimas dos décadas del siglo XXI, lo cierto es que fueron los gobiernos de “la alternancia” quienes las convirtieron, abiertamente, en su bandera. Si hubiese que realizar un balance al concluir esta etapa de gobiernos panistas se constataría que, en lo que va del nuevo siglo, en el país ha habido un aumento sustantivo de la pobreza, la indigencia y la exclusión social producto de la adopción de este tipo de políticas.

Además, el neoliberalismo trajo a México mayor deterioro ambiental y hoy la violencia y el crimen están presentes en la vida cotidiana. Tanto en el campo como en las ciudades, impera el individualismo fruto del desgarramiento social, mismo que en los últimos meses se ha visto agudizado debido a las reformas aprobadas por el Estado que apuntan principalmente a la reducción, cuando no lisa y llanamente al abandono, de las responsabilidades públicas vinculadas a aspectos centrales de la vida social, el bienestar y la solidaridad general, el desarrollo económico, la seguridad y la administración de justicia.

Con sus acciones y discursos, los gobiernos neoliberales lograron uno de sus principales cometidos: la “satanización” o «demonización» del Estado. Actualmente, lo que impera en México es la desafección política y la desconfianza en el proceso político, los políticos y las instituciones. En las elecciones presidenciales recientes la nación votó contra la permanencia del PAN en el gobierno, pero la sospecha que flota en el aire es si el retorno del PRI tan sólo significará “más de lo mismo”.

Estando las cosas como están abandonar el neoliberalismo será difícil. El contexto internacional está presionando a México para que continúe aplicando políticas antisociales. La ideología hegemónica presenta un panorama en el que la única elección posible es entre austeridad y caos, y se argumenta que en los tiempos actuales, caracterizados por escasez y crisis, los recortes sociales son inevitables; se cultiva la idea de que la solidaridad, la protección y la seguridad social son demasiado caras e insostenibles.

Las presiones internacionales tienen como intención instalar en el mundo lo que Manuel Castells llama el “Estado de malestar”. Dice este autor que en esta propuesta priva la mentalidad de que la vida debe ser para competir y consumir, y quienes se opongan a ello, ya sea porque no pueden o no quieren, deben atenerse a las consecuencias de ser considerados socialmente irrelevantes. Lo que se está imponiendo al mundo es la miseria y, cabe recordar que la diferencia entre pobreza y miseria se encuentra en la dignidad humana, la cual está asociada con la prevalencia de virtudes y valores éticos.

La lectura de la famosa obra “Los Miserables”, de Víctor Hugo, permite reflexionar sobre lo que la miseria produce. Los personajes de la novela, abrumados por las condiciones tan desfavorables en las que viven y por la desesperanza y la condenación social muestran odio y resentimiento hacia la sociedad; delinquen, se prostituyen y son violentos ya no sólo por necesidad sino por pura maldad. El escritor muestra que toda degradación, material y moral, tiene cabida en una sociedad miserable y que, sin embargo, “el culpable no es en realidad el que comete el delito, sino el que teniendo el poder no disipa las tinieblas”. Los miserables, dice el autor, no son el origen de la miseria sino las víctimas.

Ya han pasado 150 años de que apareció por primera vez esta famosa obra de Víctor Hugo; sus contenidos están impregnados de un mensaje social cristiano que la hacen una obra literaria un tanto moralista. Sin embargo, su vigencia se encuentra en que sin duda lo que pasaba en la Francia de mediados del siglo XIX sucede, y cada vez con más frecuencia, en el mundo contemporáneo: hombres y mujeres que acosan y pegan a otros hombres y mujeres, leyes que amparan a los sinvergüenzas e hipócritas, partidarios de doctrinas cuyos preceptos moldean a su imagen y semejanza, niños y jóvenes que trabajan por una mínima retribución, policías que encarnan la ley del mal y que están obsesionados por castigar a quien sea. etc.

De la lectura del libro se desprende la conclusión de que de no hacer algo pronto, los protagonistas de la vida actual quedaremos reducidos a los papeles de víctimas y delincuentes. La consecuencia será la misma que plantea Víctor Hugo en su obra: la expansión de la miseria y la degradación humana. ¿Eso es lo que queremos los mexicanos?

El cambio de presidente y de partido en México brinda al país la oportunidad de cambiar el rumbo y de revertir las tendencias que nos están llevando a la miseria. Como posibilidad de salida, Víctor Hugo plantea la necesidad de alejarse de mecanismos tendientes a ponderar la importancia de acumular bienes materiales y en cambio procurar que todos los miembros de la sociedad tengan educación, trabajo y salud, cuando menos. Al respecto, el autor dejó escrito en el propio prólogo de su libro lo siguiente: “en tanto que en ciertas regiones sea posible la asfixia social; mientras haya sobre la tierra ignorancia y miseria, los libros como éste, no podrán ser inútiles”. De ahí que, con todo respeto, invito al nuevo presidente de México a que lea y reflexione en tan importante obra.


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