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En juego, la movilidad estudiantil a Estados Unidos
Marion Lloyd
Campus Milenio Núm. 509 [2013-05-09]
 

Después del peor ataque terrorista en una década en Estados Unidos, el rebrote de islamofobia era de esperarse. Inclusive, algunos comentaristas en Washington están proponiendo negar nuevas visas para estudiantes musulmanes, como medida de seguridad.

Pero las repercusiones de la violencia en Boston se extienden mucho más allá de la comunidad islámica. También están en juego el intercambio de estudiantes universitarios de todo el mundo y la política migratoria estadounidense como tal.

Vayamos por partes.

Una semana después del ataque al maratón de Boston, el comentarista de televisión Bob Beckel hizo un llamado al gobierno federal, proponiendo congelar las nuevas visas estudiantiles para extranjeros musulmanes. Además, insinuó que el gobierno también debería revisar con más cuidado las solicitudes por parte de estudiantes de otros países “cuyos líderes no quieren a Estados Unidos”. Eso incluiría a estudiantes chinos, quienes, según Beckel, “vienen acá, y después vuelven a su país y nos jaquean”. Se estaba refiriendo a reportes de una red de ciberespionaje china, que tendría a Estados Unidos como su principal blanco. “Francamente, provienen de países en donde les lavan el cerebro en contra del gobierno de Estados Unidos desde un principio. Sus líderes no quieren a Estados Unidos”.

La postura de Beckel, expuesta durante su popular programa noticioso “The Five”, tomó a muchos por sorpresa. El también profesor de la prestigiada Universidad de George Washington, es considerado como una de las pocas voces liberales del canal archiconservador, Fox TV. Una locutora de otro programa inclusive le preguntó a Beckel si no estaba proponiendo crear campamentos de concentración para los estudiantes extranjeros musulmanes, como hizo el gobierno con residentes japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Beckel aclaró que la medida no se aplicaría a los 75,000 extranjeros musulmanes que estudian actualmente en el país, sino a futuros solicitantes de países “que sabemos que no nos quieren y de donde proviene el terrorismo”.

Finalmente, el que un comentarista liberal se exprese así, revela la profundidad del islamofobia en el país después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Un estudio de 2006 y 2007, realizado por dos profesores de la Universidad de George Washington, encontró que casi la mitad de los estadounidenses ven a los musulmanes como “violentos” y de poco fiar. Más preocupante aún, los entrevistados pusieron en el mismo costal a los musulmanes dentro y fuera del país; mientras que 45 por ciento vieron con recelo al primer grupo, 51 por ciento lo hizo al segundo grupo, según el estudio de los profesores John Sides y Kimberly Gross.

Esos estereotipos se agravarán con la detención a finales de abril de tres estudiantes más en conexión con los ataques al Maratón de Boston, que dejaron tres muertos y más de 250 lesionados. La policía identificó a los nuevos sospechosos como: Dias Kadyrbayev y Azamat Tazhayakov, ambos musulmanes de la ex república soviética de Kazajistán, y Robel Phillipos, de Cambridge, Massachusetts. Todos fueron estudiantes de la Universidad de Massachusetts, en Dartmouth, donde se hicieron amigos del presunto terrorista y estudiante de biología, Dzhokhar Tsarnaev.

Según los fiscales, después de ver la foto de Tsarnaev en la televisión el 17 de abril, donde fue señalado como uno de los principales responsables del ataque, los tres amigos decidieron ayudarle a evitar la justicia. Fueron a la habitación de Tsarnaev en la universidad y llevaron su mochila, que contenía fuegos artificiales sin pólvora, y su laptop. Después, tiraron la mochila en un basurero, en donde fue hallada por la policía, según la denuncia penal presentada el 1 de mayo. Los dos kazajos son acusados de obstruir la justicia, mientras que Phillipos es acusado de falsificar su testimonio. Los tres se han declarado inocentes y enfrentan multas de $250,000 y entre 5 y 8 años de prisión.

Además, Kadyrbayev y Tazhayakov fueron procesados por repasar la fecha límite de sus visas estudiantiles, después de que el primero faltó a clases y el segundo fue expulsado de la universidad en diciembre. No obstante, Tazhayakov pudo regresar a Estados Unidos con su visa vencida en enero, un lapso de seguridad que provocó alarma dentro del gobierno. Como resultado, los agentes de migración recibieron órdenes de revisar con más cuidado a las visas estudiantiles, según reportó el Associated Press el 3 de mayo.

Algunos congresistas también han demandado mayores restricciones en la emisión de las visas. Incluyen a Rand Paul, el líder de la mayoría republicana en el Senado, y Marco Rubio, senador republicano de Florida. Rubio, quien ha sido señalado como posible candidato para la presidencia en 2016, dijo estar abierto a la propuesta de Beckel de frenar la emisión de nuevas visas para estudiantes musulmanes. En entrevista con Fox News, dijo que mientras no le gustaba “etiquetar a nadie”, las visas estudiantiles “no son un derecho”. Además, argumentó, “las visas estudiantiles son algo que hace este país por generosidad… y porque hemos visto que están en nuestro interés nacional”.

Esa postura cautelosa parece contradecir la posición de Rubio a favor de una reforma migratoria comprensiva que él acaba de introducir junto con otros siete senadores republicanos. La propuesta busca legalizar a los 11 millones de migrantes indocumentados en el país, entre ellos 6 millones de mexicanos. Además, incrementaría notablemente el número de visas y permisos de residencia (Green Cards) para egresados de universidades estadounidenses, y para trabajadores con altos niveles educativos. La propuesta también incluye medidas que buscan frenar el cruce ilegal de migrantes por la frontera sur con México “en un 90 por ciento”, y sometería a solicitantes de visas a estrictas revisiones de antecedentes criminales.

Rubio reconoció que la propuesta enfrentará mayor resistencia en el Congreso después de los sucesos en Boston, y dijo estar abierto a modificar la propuesta para adaptarse a la nueva realidad en el país. “¿Para qué sirven tragedias como la de Boston si no estamos dispuestos a aprender?” dijo en entrevista con Fox News.

Sin embargo, el debate sobre la seguridad migratoria en Estados Unidos, y de la amenaza islámica en particular, ignora un hecho desconcertante: que la mayor parte de los ataques violentos dentro del país es cometida por sus propios ciudadanos. Eso incluye a los ataques en las universidades estadounidenses, cada vez más frecuentes, que se están volviendo motivo de preocupación para estudiantes del todo el mundo.

No es para menos. A principios de abril, un estudiante acuchilló a 15 personas en una universidad de Houston. Y en enero, un tiroteo en otra universidad de Houston dejó a tres personas lesionadas. Eso sin mencionar la masacre en una primaria en Newtown, Connecticut, en donde un ex alumno mató a 20 niños y seis adultos el pasado 14 de diciembre.

El canciller estadounidense, John Kerry, hizo referencia a esos hechos durante un viaje a Japón el mismo 15 de abril. A unas horas del ataque al maratón, declaró en entrevista con CNN, que los estudiantes japoneses tenían miedo de asistir a la universidad en Estados Unidos a causa de la violencia.

Ahora, esos miedos seguramente se aumentarán. La muerte de un estudiante de posgrado china en los atentados provocó miedos en su país natal. Una madre de familia, Gan Xiaoying, dijo a la agencia Agence France Press que había decidido enviar a su hijo de 16 años a estudiar en Gran Bretaña en vez de a Estados Unidos. “No puedo imaginar cómo me sentiría si lo que pasó en Boston pasara a mi hijo”, dijo. Explicó que la política china de permitir solo un hijo por familia hace que los padres sean especialmente recelosos de sus hijos.

Es muy pronto para saber el impacto de largo plazo de los ataques en Boston. Pero cualquier reducción en el número de estudiantes extranjeros en Estados Unidos representaría un golpe a la economía del país, y a la de las universidades en particular. En el año escolar 2011-2012, los estudiantes extranjeros contribuyeron con 22 mil millones de dólares a la economía estadounidense, según NAFSA, la asociación de educadores internacionales más importante del país. En el mismo año, hubo 194,029 estudiantes chinos estudiando en las universidades de Estados Unidos, de un total de 764,000 estudiantes extranjeros, según el reporte Open Doors, del Instituto de Educación Internacional.

En el mismo periodo, el número de estudiantes de países árabes incrementó 33 por ciento, para un total de 54,174 estudiantes, según Open Doors. Eso no incluye a los más de 6,000 estudiantes de otros países y regiones islámicos como Kazajistán, que tenía 1,938 estudiantes, incluyendo a dos de los sospechosos en el ataque de Boston.

Más allá del impacto económico de restringir o negar visas a estudiantes de esos países, hay que considerar el daño en términos de la internacionalización de la educación superior. Un número cada vez mayor de universidades de Estados Unidos opera sedes en otros países, como es el caso del nuevo campus de la Universidad de Nueva York en Dubai. Es difícil imaginar el desenlace de ese proyecto y de otros alrededor del mundo si Estados Unidos empieza a negar visas estudiantiles.

Esas consideraciones seguramente formarán parte del debate sobre la nueva política migratoria en el país. Pero si era difícil lograr un acuerdo antes de Boston, ahora parece casi imposible.


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