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Cultura institucional y cambio universitario
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 519 [2013-07-25]
 

Algunos investigadores del campo tenemos acuerdo sobre la necesidad de hacer cambios en las universidades públicas para que cumplan mejor sus funciones académicas y sociales. Con tal propósito, es menester resaltar la cultura institucional, sobre la cual se funda la visión del cambio del modelo académico, político y organizativo de las universidades. Las reformas institucionales, por su parte, teóricamente al menos, producen un cambio en la cultura de la institución universitaria.

En lo personal, pienso que los cambios institucionales deberían tener en cuenta la opinión de la comunidad, heterogénea como es, respecto a las modificaciones deseables del modelo educativo. Asimismo, recibir sus propuestas para establecer otro, apoyado en nuevos valores, formas de gestión y mejor representación. Las técnicas de consulta y los instrumentos comunicativos que hoy se tienen a la mano pueden emplearse para tal efecto.

Tomar el pulso al sentir y a las demandas colectivas sobre el funcionamiento institucional es importante para saber cuáles son las necesidades de estudiantes y profesores que no están satisfechas. Categorizarlas y clasificarlas, inicialmente, permite proponer cambios que corrijan lo que no sirve, o establecer medidas que impulsen la academia.

En una consulta sería indispensable captar, hasta qué punto, la inmovilidad de la comunidad académica es un rasgo relacionado con la forma como se toman las decisiones que, generalmente, se hace en cúpulas burocráticas. Igualmente, sí el inmovilismo se asocia a falta de comunicación entre directivos, cuerpos colegiados y colectivos académicos, o se relaciona con falta de reconocimiento de los órganos de gobierno o sentimientos de exclusión.

El modo de producir y transmitir conocimiento vinculado a procesos de evaluación en las universidades públicas, fincado en el pago por méritos, ha provocado apatía entre profesores e investigadores y promueve la construcción de una identidad cultural, que favorece el inmovilismo al cambio; inmovilismo filtrado hasta los estudiantes por la vía de la observación de comportamientos sumisos de sus mayores. Hay que vencer inercias.

Pero las inercias no se rompen de un día a otro. Es indispensable generar un clima institucional que favorezca movimientos de cambio, en cada facultad o escuela de la universidad. Tal objetivo requiere estar orientado por los valores que se desean implantar, traducidos a contenidos específicos para conducir la realidad a la que está sujeta cada disciplina o carrera, acorde a los nuevos pasos que va dando la ciencia y su forma de desarrollo.

El punto es conseguir que se establezcan bases prácticas y valorativas para la organización de toda la universidad (que logren, por ejemplo, una “buena enseñanza”, eficiencia, rapidez y simplificación de los trámites académicos, mayor participación en las elecciones de representantes), permitiendo que se adapten y adecuen en cada facultad y escuela, según sus propias historias y requerimientos. Crear en cada instancia institucional la posibilidad de que las comunidades enfrenten y resuelvan los desafíos comunes, de la universidad y los propios de su dependencia, con flexibilidad de criterios explícitos, cuya aplicación pueda analizarse en sus resultados, para corregirlos o fortalecerlos. Esto genera sentido de responsabilidad y confianza.

Voy a traer, ahora, una teoría, que ya tiene tiempo en el campo educativo, pero que juzgo pertinente a mi razonamiento. Propone que se juegue en un campo donde se cede autoridad a los actores de la vida académica para que tomen decisiones sobre cómo hacer mejor su quehacer.

Es un juego de empoderamiento, de autonomía relativa, que los hará sentir partícipes activos del quehacer y del ethos institucional que, como todo, tiene sus ventajas y sus riesgos; riesgos que hay que correr, y procesar en varios años, para lograr el cambio de la cultura institucional. Hay que abrir tantas canchas como sea necesario y encargar a los directivos para que los equipos se preparen, entrenen y compitan para adelantar los cambios de la mejor manera posible.

La transformación de fondo consiste en eliminar las tensiones provocadas por lógicas y valores de mercado en la academia. El cambio pretende empatar las culturas académica y administrativa, obtener credibilidad política mediante una verdadera representatividad de los actores en los cuerpos colegiados. Asimismo, crear una amplia comunicación entre las partes y fuerzas políticas que forman la universidad, para eliminar las resistencias que aparecen en todo proceso de reforma, acompañado por nuevos valores.

Instalar nuevos valores académicos y una organización administrativa ágil está íntimamente ligado a acciones colectivas y a acuerdos políticos, por convencimiento, dirigidos hacia el fin de tener una academia con prestigio e influencia social.


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