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Trabajo académico y producción intelectual
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm. 526, pp.10 [2013-09-12]
 

A la memoria del Presidente Salvador Allende en el 40 aniversario de su muerte y la de todas las víctimas de la barbarie golpista

Con el arribo y la posterior consolidación de los programas de evaluación y de estímulos a la productividad y el rendimiento del personal académico de las universidades y demás instituciones de educación superior (IES) a partir de los años 90, en México y en otros países latinoamericanos se comenzó a transformar el modus operandi de una buena parte del profesorado, particularmente del de tiempo completo.

El fuerte crecimiento de la demanda de educación superior, iniciado en la década de los 70 tuvo, entre sus consecuencias, un aumento en el número de profesores de tiempo completo en muchas universidades e IES, que anteriormente era muy escaso. Esto último también era atribuible a la fuerte orientación profesionalizante que imperaba en México y en casi toda América Latina. Posteriormente, la deshomologación salarial y el ascenso de los programas mencionados al principio, provocaron que los profesores ya no sólo tuvieran que ocuparse de las labores docentes, sino también dedicar parte de su tiempo a hacer investigación.

En algunos casos y, de forma paralela, empezaron a promoverse los programas de mejoramiento y perfeccionamiento del personal académico. Una buena proporción de éstos otorgaban recursos financieros para llevar a cabo estudios de posgrado (en el propio país o en el extranjero); realizar proyectos individuales o colectivos de investigación; viajar al interior del país o fuera de él para participar en congresos, seminarios u otro tipo de reuniones académicas; y renovar equipo e infraestructura, entre otros apoyos.

Como puede apreciarse, este tipo de contribuciones pretendían crear las condiciones para que los profesores de dedicación exclusiva contaran con los medios necesarios para mejorar su formación y fortalecer su superación personal, así como realizar actividades de investigación que les permitieran explorar de manera sistemática los principales problemas de su campo disciplinario y, ulteriormente, poder hacer aportaciones importantes a su explicación o resolución. Se pretendía también que con sus incursiones en este nuevo tipo de actividades tuvieran mayores posibilidades de mejorar su práctica docente, y poder extender los beneficios del conocimiento a otras audiencias.

Sin embargo, para muchos de ellos el nuevo conjunto de prácticas académicas significó el comienzo de mayores demandas y presiones en un contexto que si bien implicaba la mejoría relativa en sus percepciones salariales, no siempre se acompañaba de los recursos necesarios y suficientes en tiempo y forma, para poder cumplirlas de manera satisfactoria. En ese sentido, las actuales exigencias a que se ven sometidos los académicos se expresan entre otras, en las siguientes formas: aumento en la competencia entre colegas; incremento en la productividad (más en términos cuantitativos que cualitativos); existencia de una tensión entre el carácter individual de la evaluación y la promoción del trabajo grupal y la formación de redes; la burocratización de las actividades de investigación; la entrega de resultados a corto plazo y por proyectos específicos; la presencia de tensiones entre la hiper especialización y el trabajo inter, multi e interdisciplinario; la búsqueda de fuentes de financiamiento alternativo o adicional a la investigación; y la exigencia de realizar investigaciones pertinentes.

Todo este tipo de realidades y vivencias ocurridas en el desarrollo de los programas a los que se ha hecho referencia, se examinan con mayor profundidad y detalle en el libro Las condiciones de producción intelectual de los académicos en Argentina, Brasil y México, coordinado y publicado a finales del año pasado en Buenos Aires por Judith Naidorf y Ricardo Pérez Mora. En la publicación participó una veintena de académicos de diversas universidades de los tres países mencionados. Entre las conclusiones a las que llegan los compiladores de la obra, llama la atención una que se refiere a la aparente paradoja de que, en vez de haberse desarrollado la creatividad y originalidad impulsada por los programas de fomento a la investigación, se ha observado, por el contrario, una disminución de éstas en algunos campos disciplinarios. Se plantea que las causas podrían ser las presiones y la dispersión de esfuerzos provocadas por la obligación de cumplir con las exigencias institucionales en materia de docencia e investigación, a las que se han añadido el trabajo en tutorías y la gestión de los recursos financieros.

Sin duda el libro coordinado por Naidorf y Pérez Mora ofrece un material muy valioso para seguir documentando las discusiones y debates en torno a las actuales dificultades por las que pasan los académicos ante las nuevas realidades y exigencias que les plantea la producción intelectual en las universidades e IES de América Latina.


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