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Planeta patito: problemas de calidad en las revistas de acceso abierto
Roberto Rodríguez Gómez
Campus Milenio Núm. 530 [2013-10-10]
 

En la edición de octubre de 2013 (vol. 342, núm. 6154), la revista Science, a cargo de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS, por sus siglas en inglés), publicó el artículo “¿Quién teme a la revisión de pares?” de John Bohannon, connotado divulgador científico de la Universidad de Harvard. El artículo reporta un interesante experimento enfocado a probar la laxitud de criterios académicos de las revistas de acceso abierto (open access journals) que, en los últimos años, ha alcanzado un notable ritmo de crecimiento.

El experimento consistió en lo siguiente: Bohannon redactó un artículo con formato científico estándar que reportaba un supuesto ejercicio de comprobación de las propiedades anticancerígenas de un compuesto químico extraído del liquen. Intencionalmente el texto incurría en fallas evidentes a la hora de reportar los datos y también en las conclusiones que extraía de los mismos. Previo al envío de su borrador, el científico comprobó con otros académicos que el artículo en cuestión tendría que ser inmediatamente rechazado por cualquier especialista del campo de conocimientos correspondiente.

El segundo paso fue remitir el texto a un total de 304 revistas. De ellas, 121 forman parte de la llamada “lista de Beall”, 167 del catálogo Directory of Open Access Journals (DOAJ), basado en la Universidad de Lund, Suecia, y 16 revistas más aparecen en ambas colecciones. La lista de Beall (compilada por Jeffrey Beall, bibliotecario en la Universidad de Colorado) enumera una extensa lista de editoriales y revistas académicas, más bien pseudo académicas, que tienen en común carecer de las mínimas condiciones de rigor intelectual y de ética profesional, se ofrecen como medios editoriales de acceso abierto, y establecen tarifas para la publicación de textos enviados. Aunque la mayoría indica contar con arbitraje de pares, así como participar en índices bibliométricos de alcance internacional, su intención está centrada en lucrar con los autores. La lista de Beall, que a la fecha contiene más de 430 registros, lo que implica más de un millar de revistas, ha causado alerta en las principales sociedades científicas del mundo, incluso la Academia Mexicana de Ciencias ha distribuido boletines al respecto.

El DOAJ, en cambio, es un catálogo serio. Sus editores procuran que las revistas que se incluyen, todas de acceso abierto, estén académicamente respaldadas. Pero no hacen una revisión académica a profundidad sino, en todo caso, se aseguran que éstas cumplan con los requisitos básicos de una publicación académica y que su contenido esté disponible en la Web para la consulta pública. Los resultados del experimento de Bohannon se resumen en los siguientes datos: De los 304 envíos, 255 fueron dictaminados. Dentro del grupo de revistas de Beall la tasa de aceptación superó el ochenta por ciento, en la gran mayoría de los casos sin evidencia de dictamen académico propiamente dicho. En cambio en el grupo DOAJ la aceptación fue de 45 por ciento, significativamente inferior al conjunto previo pero, de todos modos, una proporción apreciable si se toma en cuenta que el artículo era un truco evidente.

Aparte, la gran mayoría de las respuestas de los editores “depredatorios”, como los llama Beall, venían junto con la factura para solventar, a cargo del autor, los costos de la edición final. Un dato de relevancia que añade Bohannon es que algunas de las revistas extraídas de la lista de Beall son finalmente distribuidas por consorcios editoriales serios: Sage, Elsevier o Wolters Kluwer. Aunque la distribución no es necesariamente una garantía de calidad, el autor subraya la importancia de que las casas editoras y distribuidoras serias presten mayor atención al tema de la calidad académica de los productos que incluyen en sus catálogos.

El reporte de Bohannon analiza también la dimensión geográfica del asunto. Señala que los principales focos de producción de las revistas pseudo académicas están en la India y en China, pese a que los títulos de las publicaciones dan la impresión de ser administradas en instituciones de Estados Unidos, Canadá o Europa. Todo, además, en inglés.

En el medio académico, la presión por publicar es una nota dominante, lo que puede explicar la proliferación de este tipo de productos. Sin embargo, concluye el autor, la academia está obligada a reforzar aquellos filtros que dan garantía de calidad a la producción y difusión científica. Evitar la piratería académica se vuelve, en el sentido apuntado, una auténtica prioridad para mantener la autoregulación del espacio académico.

Por último, conviene hacer notar que los términos “depredación académica” y “acceso abierto” no son de ningún modo sinónimos. En el mundo se está desarrollando una tendencia sana y promisoria en el sentido de apoyar la difusión abierta del conocimiento de las ciencias y las humanidades, rompiendo las limitantes que imponen los mercados editoriales convencionales. Pero hay, como se ve, retos y riesgos a enfrentar, no se pueden pasar por alto.


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Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

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