MOTOR DE BÚSQUEDA PARA ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS

Autor  Periódico  Año 
Mostrar Introducción

La difícil y necesaria articulación entre educación, ciencia y cultura
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm. 536, pp.44 [2013-11-21]
 

Estas tres grandes esferas de la vida social han sido motivo de diversos intentos de articulación sin que hasta la fecha haya sido posible culminarla. Hasta hoy no se han podido articular, no por falta de voluntad de los gobiernos o de los individuos, sino porque han faltado las condiciones y la madurez social necesarias para que ello pudiera ocurrir. También, y esto hay que subrayarlo, porque es una tarea dificilísima en la que muy pocas sociedades del planeta han tenido éxito. En el caso de México, puede decirse que desde mediados del siglo XIX, el grupo gobernante de los liberales que estaban alrededor de la figura de Benito Juárez (el primer y único político indígena que ha sido presidente de la República), soñaba con un país que, además de “educado”, tuviera un sistema tan democrático como el de los Estados Unidos o el de algún país europeo. Como es bien sabido, en esos años México atravesó por una de sus mayores crisis políticas, en la que el Estado apenas pudo sobrevivir en medio de una inmensa división interna y constantes agresiones militares de potencias extranjeras. Es obvio deducir que en tales condiciones la realización de un gran esfuerzo educativo era muy poco promisoria. Más aún, la población en su gran mayoría vivía en zonas rurales cuya dispersión hacía que el acceso fuera muy difícil.

Durante las décadas que duró la dictadura porfirista el país se estabilizó y hubo una cierta mejoría en las condiciones socioeconómicas de la población y se dieron los primeros intentos por crear un incipiente sistema educativo a nivel nacional. Pero aún subsistían enormes carencias y grandes injusticias. Fueron estas últimas las que derivaron, ya en el siglo XX en diversos levantamientos armados que condujeron al estallido de la Revolución, en la cual las pérdidas humanas fueron enormes, y una nación empobrecida por el conflicto tardó varios años en recuperarse, una vez concluida la lucha armada. Ya pacificado el país se dio inicio a la construcción de un Estado cuya principal orientación era concretar los anhelos de democracia y justicia social. En la etapa de institucionalización de la gesta revolucionaria, una de las primeras realizaciones fue la creación de la Secretaría de Educación Pública (SEP). Fue ése el inicio de un gran esfuerzo que, hasta nuestros días, le falta mucho todavía para culminar.

La historia reciente de la educación pública nos habla de algunos logros muy significativos a pesar de las enormes limitaciones y rezagos que todavía persisten en el sistema. Entre los más conocidos está la campaña educativa encabezada por el primer secretario de educación, José Vasconcelos, quien anhelaba llevar la cultura de los clásicos (“la alta cultura”) a todos los rincones del país. Para su época fue algo que sorprendió a muchos porque representaba algo utópico en un país en el que quienes sabían leer y escribir eran unos cuantos. Fue también la época de la llamada “Guerra Cristera” en la zona del Bajío y en la cual un número importante de maestros fue atacado por los alzados en contra del gobierno revolucionario. Los siguientes gobiernos continuaron—con menos ambiciones pero con mayor realismo—los esfuerzos por construir escuelas por todos los rincones del país y brindar a la población la tan necesaria educación. También se crearon establecimientos que ofrecían capacitación en artes y oficios, se persistía también en reducir el analfabetismo y aumentar el nivel educativo en todo el país. Probablemente uno de los logros de mayor trascendencia haya sido la creación de la Comisión Nacional de los Libros de Texto (CONALITEG), que permitió a millones de niños y niñas de todas las escuelas de nivel básico poder contar con buenos materiales de lectura y escritura. Este esfuerzo, desde mi perspectiva, representó un hito en la historia de la educación en México, debido a que son pocos los países en el mundo que cuentan con este apoyo tan importante para el aprendizaje. Asimismo, los niveles de analfabetismo se han reducido de manera importante y el promedio de años de educación de la población en general se ha incrementado.

Sin embargo, en medio de estas luces, las sombras no han desaparecido pues el rezago y la desigualdad de oportunidades educativas sigue siendo todavía muy grande. Es harto conocida la cifra que indica que la población mayor de 15 años que no ha terminado la educación básica sigue siendo mayor de los 30 millones de personas. Ni qué decir respecto a la desigual distribución de la cobertura de los niveles más altos en la escala educativa, así como de la calidad de los establecimientos. Persiste en la república el centralismo y la concentración de las mejores instituciones y docentes en un reducido número de ciudades, en tanto que en las zonas rurales y más apartadas del país, las carencias siguen siendo enormes. Somos además muy poco adeptos a los libros: los niveles de lectura, como muy bien lo ha documentado el colega Juan Domingo Argüelles en este mismo suplemento, expresan las deficiencias de una mala educación y una sociedad que no ofrece el pleno derecho a la lectura. De acuerdo con una encuesta sobre el tema realizada a principios de año, el número de libros leídos por los entrevistados fue de poco menos de tres al año (2.9), y el 55% de los hogares encuestados sólo contaba con 10 libros, además de los escolares. Este último punto indica, además, que la lectura sigue siendo un acto más educativo que cultural. Por otro lado, los establecimientos escolares en sus diversos tipos y niveles (desde el básico hasta el superior), son incapaces de retener a un buen número de quienes asisten a ellos. Los niveles de abandono más altos ocurren en el paso de la secundaria al bachillerato. Asimismo, el equipamiento de las escuelas es todavía lamentable para un número grande de escuelas ubicadas en las zonas urbanas y rurales, aunque presenta mayores carencias en estas últimas.

Las condiciones salariales y laborales de los maestros también son inadecuadas en muchos de los casos. En el actual conflicto magisterial motivado por la reforma educativa del gobierno en turno, se han estado documentando esas malas condiciones, las cuales año con año se pretende mejorar. El reciente aumento al presupuesto dedicado a este rubro es un esfuerzo significativo en esta dirección. Sin embargo, han sido ya muchos los años en que las inversiones de los diversos niveles de gobierno han buscado tener las escuelas en condiciones adecuadas, sin que sus programas y acciones alcancen los resultados deseados. Otro aspecto muy importante es el que se relaciona con lo que ocurre en las aulas: los métodos y estrategias psico-pedagógicas con los que se desarrolla el currículo escolar. En los últimos años (décadas) se han estado ensayando diversos enfoques y metodologías, a veces con demasiados cambios, lo que ha dificultado la continuidad en la formación y actualización de los maestros. Como puede apreciarse en este sucinto recuento de problemas e insuficiencias, los retos son todavía enormes. Si a lo anterior se suman los conflictos de carácter político laboral que hoy enfrenta el sistema educativo en su nivel básico, el futuro no se contempla nada promisorio.

Por el lado de la cultura, el panorama también es complejo. Por un lado, se dice (e incluso se reconoce a nivel internacional) que uno de los mayores patrimonios con los que cuenta el país es su diversidad cultural. Somos una nación con una riqueza de costumbres y tradiciones que asombra a muchos por su profundidad y variedad: desde la música, bailes, danzas, vestimentas y artesanías, hasta la cocina con sus múltiples sabores, aromas y colores. También los vestigios de los pueblos originarios conservados en museos y zonas arqueológicas nos han dado enorme prestigio en el mundo. Sin embargo, como se mencionó en alguno de los párrafos anteriores, somos un pueblo que lee muy poco (y es de suponer por la estrecha relación con la escritura, que también en ésta ocurre algo semejante), y si bien nuestros artistas plásticos, músicos, bailarines, cantantes, compositores y escritores (entre otros) han recibido múltiples premios en México y en el exterior, a nivel de las políticas culturales impulsadas por los gobiernos federales, estatales y municipales, todavía tenemos muchas carencias. Sin dejar de preservar el patrimonio cultural antes mencionado, es importante que las políticas culturales también nos permitan acceder a las grandes obras de la humanidad y nos hagan actores relevantes en un mundo cada vez más diverso e interconectado. Asimismo, sigue sin resolverse el complejo problema que significa la convivencia equilibrada entre la “cultura nacional” y “las culturas locales”. No está por demás señalar que algunas de las instituciones educativas, sobre todo las de nivel superior, han tenido éxito en sus acciones de difusión cultural, el cual incluso ha llegado a rebasar los programas gubernamentales.

Algunos de nuestros pensadores más lúcidos han señalado, con acierto, que sin un mejoramiento sustantivo de la educación (en todos sus niveles) y el fortalecimiento y difusión de la cultura, podrían agudizarse los niveles de deterioro social que se observan de manera alarmante en diversas entidades y localidades del país. La poca o nula educación y la ignorancia, combinadas con la pobreza, el desempleo y la desesperación, son un caldo de cultivo propicio para la violencia, la criminalidad y las adicciones. Varios estudios publicados últimamente han observado una relación positiva entre altos niveles de abandono escolar y los índices de criminalidad en algunas localidades del país. De ahí que resulte impostergable el fortalecimiento y articulación de la educación y la cultura.

Por el lado de la ciencia, ésta ha cobrado una importancia cada vez mayor en nuestros días. La presencia de sus aplicaciones y derivaciones es una constante en nuestra vida cotidiana. Se dice, incluso, que su desarrollo es estratégico para la economía de las naciones. Aunque en México hay diversos testimonios documentales de su existencia en la época colonial, su desenvolvimiento en el país se inició sólo hasta las primeras décadas del siglo XX. Los pioneros fueron unos cuantos profesores que habían obtenidos sus grados académicos en universidades del extranjero, y fueron quienes fundaron los primeros laboratorios, centros e institutos, sobre todo en las universidades públicas. Sólo hasta los años 60 del siglo pasado, cuando se crearon otros centros de investigación en diversas instituciones de educación superior, el número de científicos comenzó a incrementarse. En 1970, se creó el CONACyT con el objetivo de impulsar y estimular las actividades de ciencia y tecnología. En esa misma década, también creció la matrícula de educación superior en forma considerable y se tuvo así un mayor número de programas de posgrado con los cuales poder formar la “masa crítica” necesaria para el desarrollo de la ciencia en México. Aunque en términos comparativos la comunidad científica mexicana no es muy grande, sí ha sido notable, por otro lado, su contribución a algunos campos científicos como la astronomía, biotecnología, fisiología, entre otros. Sin embargo, como lo han expresado diversos análisis (véase, por ejemplo mi artículo en Campus Milenio 532 del 24/10/2013), la ciencia en México—a pesar de su pujanza y dinamismo—se mantiene en gran parte orientada hacia la academia es decir, a la publicación de artículos científicos en revistas especializadas. La baja demanda de productos y servicios derivados del desarrollo científico y tecnológico por parte de la industria mexicana, así como la falta de un ambiente empresarial propicio para la creación de empresas nacionales de base tecnológica, han sido dos de los factores principales para no aprovechar plenamente las contribuciones de los científicos mexicanos. Por otro lado y como es del conocimiento público, los niveles de inversión gubernamental en investigación, desarrollo e innovación siguen siendo muy bajos. Aunque el presupuesto aprobado en fecha reciente por el Congreso significa un aumento importante, es todavía mucho lo que se tiene que avanzar para alcanzar niveles de inversión adecuados al tamaño de la economía mexicana.

Por otro lado, la articulación de la ciencia con la educación es muy directa, a través de los contenidos de las asignaturas que integran el currículo escolar en los distintos niveles. Pero además es muy importante difundir los métodos y productos del trabajo científico entre los niños y jóvenes, no sólo para despertar vocaciones científicas sino para asumir actitudes de constante cuestionamiento de lo que ocurre en la realidad y combatir los fanatismos que se difunden con amplitud, por ejemplo, en torno a los ataques a la teoría de la evolución. De la misma forma, es importante difundir entre el estudiantado y la población en general, la necesidad de contar con medidas éticas para realizar actividades científicas en lo que concierne al trabajo con organismos vivos y el cuidado del planeta. En este sentido, es también muy importante la consolidación de una cultura científica que permita ver críticamente las potencialidades, implicaciones y limitaciones de las actividades de investigación en materia de ciencia y tecnología. He aquí entonces la necesaria y complicada articulación entre educación, cultura y ciencia.


Instituto de Investigaciones Económicas
Seminario de Educación Superior
TEL: 56650210, FAX: 56230116
webmaster@ses.unam.mx
Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

Free Blog Counter